Las guitarras de los Bellido: desde Granada a todo el mundo
Se trata de instrumentos hechos con materiales traídos desde muchos lugares con una característica común: la pasión con la que están creadas
En un rincón del Realejo, desde hace más de 50 años, existe un taller donde la madera cobra vida y se convierte en guitarras hechas artesanalmente bajo la mano de la familia Bellido. Fue Manuel Bellido, quien lo creó. "El taller se fundó en Granada porque somos de aquí, del Realejo, que es donde nací y he vivido siempre. En aquellos tiempos empezábamos a trabajar cuando éramos muy pequeños. Tenías que hacer algo y la guitarra es muy interesante y por eso empezamos a fabricarlas", declara tal y como se puede ver en el vídeo que acompaña a esta noticia.
Pero esa no fue la idea principal. Tal y como explica, primero comenzó con muebles y finalmente se decantó por las guitarras, pues, según sus palabras, "eran más interesantes", ya que cada trozo de madera tiene su historia. "Lo que importa es la calidad más que la cantidad. Por ejemplo, si encuentras una viga de una madera que tiene entre 300 o 400 años, sientes que te ha tocado la lotería, y ese fue el motivo de decantarme por las guitarras, con ellas nunca sabes lo que te vas a encontrar mañana".
Así fue como con esa pasión pasó a la siguiente generación, la de sus hijos. Primero Jesús y más tarde Mauricio se unieron al negocio familiar. Maestros en lo suyo, han logrado que sus instrumentos sean comprados en todo el mundo. Jesús lo supo desde siempre. "desde muy pequeño he jugado aquí me he rodeado de los olores, del entorno, de los sonidos. Siempre he sabido lo que quería. A los 13 años realicé mis primeros trabajos y los compagine con los estudios", explica. Aunque se graduó en ciencias de la educación siempre tuvo presente que las guitarras eran lo suyo.
Mauricio relata que al igual que su hermano siempre tuvo claro que quería continuar con la profesión de su padre: "Yo quería hacer guitarras desde pequeño. A los 18 años se lo dije, pero me contestó que no, que tenía que hacer otra cosa. Por ejemplo, estudiar. No lo entendía, así que hice la carrera de Turismo pero aun así me dediqué a esto porque era mucho más gratificante".
Grandes artistas han pasado por sus puertas en busca de las mejores guitarras, algunos más conocidos que otros. Manuel recuerda que "antiguamente, hace ya unos 50 años, contaba con un registro de quien me compraba las guitarras, como Tomatito, que empezó a tocar con una guitarra mía cuando empezó a vivir de la música y sé que todavía la tiene porque las ha traído a reparar, pero no se decirte cuantas. Como solo sé un idioma no conozco el nombre de algunos artistas, y luego mi hijo me dice '¡Papá que ese es no se quien!', pero yo qué voy a saber", comenta entre risas.
Mauricio abunda en una de las veces que le ocurrió algo así a su padre, con un guitarrista reconocido a nivel mundial. "Ese día estaba mi padre solo en el taller y vino un hombre a probar una guitarra", avanza al tiempo que aclara que es algo normal porque allí la gente entra y las prueba para que comprobar cómo suenan. "Unas semanas después viene otro hombre y, como solo hablaba en inglés, mi padre me llama para que traduzca porque él no lo entendía. Bajo y hablo con el señor que mientras compra la guitarra me cuenta que un amigo suyo había venido y la había probado semanas antes y le había gustado. La cosa es que la compra y antes de irse me dice 'que no os lo he dicho, pero mi amigo es Eric Clapton'. Sorprendido, le pregunté a mi padre '¿Oye papá ha estado aquí Eric Clapton y no me has dicho nada?', y me contestó con toda su calma 'yo no sé quién es Eric Clapton'".
Aun vendiendo guitarras a artistas reconocidos, Jesús afirma que "todos son importantes desde los artistas de base hasta los de primera línea". "Nosotros vivimos desde los aficionados hasta los maestros", apostilla.
Si hay algo en lo que los tres están completamente de acuerdo es que las guitarras están hechas para tocarse, para hablar, pues a pesar de ser un instrumento, como manifiesta Manuel, "la guitarra habla, para mi habla y muchas veces escribo cosas sobre ellas y hablan como si fueran personas y se molestan si las tratan mal, son como la vida misma". Su hijo Mauricio confiesa que la guitarra que más le costó vender fue una destinada a un museo, y Jesús explica que aunque él colecciona guitarras a veces llega una persona que la toca muy bien y al final la vende.
Así como Manuel explica que "en ocasiones la guardas, muchas veces indebidamente porque la guitarra se hizo para sonar no para estar encerrada", también asevera que otras escribe pequeños textos, y uno de estos decía: "Guitarra porque estás encerrada es qué se murió el que a ti te pulsaba, búscate otro que tu naciste para cantar no para estar encerrada".
Sin embargo esta es una norma no escrita que se puede romper, pues muchas veces el valor sentimental supera al profesional que lo que busca es vender, y otras veces son puras casualidades, como le pasó a Jesús: "La primera guitarra hecha totalmente por mí se la vendí a un director de un conservatorio de París y la recupere años después por casualidad". Jesús aclara que las guitarras se suelen hacer por parejas. "Con lo que gané me fui un mes a París y me compre una moto", comenta entre risas, "pero muchos años después se la cambie por una con modificaciones más actuales y recupere mi primera guitarra, volvió a casa, de esas dos recupere una la número uno, la primera, esa la he expuesto un montón de veces y aunque no es la mejor le tengo mucho cariño".
La Guitarrería Bellido es todo lo artesanal que se puede imaginar, pues cuidan desde el principio el proceso a seguir para construir una guitarra. "Algunas veces compramos la madera en pie, es decir un tronco que, por ejemplo puede estorbar en un Carmen. Esta la llevamos al aserradero que tenemos en Vélez de Benaudalla y hacemos los primeros cortes primero en tablones y luego tablillas, los aserramos y los dejamos en un almacén como mínimo de 10-15 años, pero es un proceso largo que hacemos muy pocas veces", explica Jesús.
Es un proceso complicado que lleva muchas horas. "Mi padre calcula que unas cien. Yo no las he calculado. Nosotros, en concreto, al año producimos quince cada uno", indica Jesús, que agrega que "es por ello que el coste es tan elevado". Mauricio declara que en España no venden tanto como en el extranjero. "Son unos 4000 euros de partida, lo que aquí ese precio es elevado para otra persona de Hong Kong, Alemania, Estados Unidos pues no es tanto, pero no hay que meterlo todo en el mismo saco, así que en conclusión hay guitarras nuestras por todo el mundo", dice orgulloso.
Si bien a veces el proceso lo hacen ellos desde el principio, cuando no es así los materiales que constituyen al instrumento son lo mejor de lo mejor. Jesús agrega que buscan la calidad en todos sus instrumentos, por eso sus guitarras están hechas con trozos de todo el mundo, explica el mayor de los hermanos mientras señala las distintas partes. "Nosotros vamos buscando de cada sitio lo mejor. Las maderas de una de nuestras guitarras proceden de Brasil, africana, centroeuropea y de Madagascar. Buscamos la mejor calidad en todos los materiales, incluso las herramientas la mayoría son hechas por nosotros o modificaciones", concluye.
Ambos hermanos coinciden en el método que siguen a la hora de fabricar las guitarras se basa en la escuela de su padre, del maestro. "Yo me baso en la escuela de mi padre, que es un maestro reconocido que ha aportado mucho a la guitarra. Había otro maestro que decía que era el maestro que más ha aportado a la guitarras. Yo sigo su lineal, pero tengo mis propias creaciones y estudio de muchos maestros diferentes. Todos los años yo paro un tiempo y estudio de otros maestros, he estudiado de Lacote, Santos Hernández entre otros", declara Jesús. Añade también que la guitarra sobre la que trabaja ahora es de creación suya y de su padre, pues deriva de un estudio realizado por su mentor y el departamento de matemáticas de la UGR. En base a él y aportando sus conocimientos elaboró un modelo de guitarra aurea que en palabras suyas "está funcionando muy bien".
A pesar de llevar la pasión por este instrumento de cuerda pulsada ambos hermanos han pensado en fabricar otros instrumentos. Mauricio manifiesta que sus tres instrumentos favoritos son el violín y el piano, encabezando siempre la lista la guitarra, y que alguna vez se ha planteado fabricar un violín pero "la composición musical está muy especializada y la de un violín frente a una guitarra cambia mucho, así que prefiero quedarme donde estoy".
Su hermano sin embargo sí ha llegado a aventurarse fabricando instrumentos como el laúd español, las bandurrias o reproducciones de guitarras antiguas aunque admite que "lo que me gusta de verdad es la guitarra". Confiesa que ahora tiene en manos un proyecto nuevo en el que pretende coger una guitarra del maestro Torres conocido como el "Stradivarius de la guitarra" y con los mismos materiales que se usaban en 1880 y sin electricidad construir una.
Algo que no muchos saben es que esta guitarrería salió en una serie de Netflix coreana titulada Recuerdos de la Alhambra. "Un día vino un organizador a visitar el taller y le gustó. Poco después nos preguntó si estaríamos dispuestos a alquilarlo para la serie y le comentamos que teníamos que hablarlo y poco después viajó hasta aquí el director y producción y tras hablarlo accedimos a que grabarán aquí", relatan. Según cuenta Mauricio no esperaban tanta repercusión, pues tras el estreno seguidores de todo el mundo empezaron a ir al taller únicamente a visitarlo. Manuel detalla que "la gente venía a sacarse fotos, la mayoría no entraba pero había algunos grupos que si se atrevían pero normalmente se quedaban en la puerta. Recuerdo que hubo un grupo de unas chicas coreanas muy simpáticas que nos hicieron un dibujo y todavía lo tenemos colgado".
Hacer guitarras no es una arte sencillo, pues hay que estar pendiente de todos los detalles desde la selección de la madera, teniendo en cuenta el tipo de lija a usar para quitar asperezas y su empaquetamiento para un envío internacional, a pesar de todo eso la familia Bellido hace ver esta complicada labor un arte delicado y bonito, en el que el proceso se disfruta tanto como una canción de guitarra.