La batuta de Hengelbrock y el Beethoven más poético hacen vibrar al Palacio de Carlos V
Para este sábado la agenda se presenta cargada de danza y flamenco con 'Amelia', dirigido a un público infantil, y el ballet de Monte-Carlo, que interpretará 'La fierecilla domada' de Shakespeare
La Orquesta de la Comunidad Valenciana, dirigida por la batuta de Thomas Hengelbrock, hicieron vibrar este viernes por la noche a los asistentes al Palacio de Carlos V con un programa en el que la 'Obertura de Fidelio', la 'Sinfonía número 8 en fa mayor' y la 'Sinfonía número 6 en fa mayor Pastoral', del compositor alemán Ludwig van Beethoven, fueron los grandes protagonistas.
Fue la primera vez que el director Thomas Hengelbrock, también alemán, pisaba el escenario habilitado en el entorno del monumento nazarí y no defraudó. Este maestro curtido en el Barroco y considerado uno de los músicos más ecléticos de su generación, se puso al frente de la Orquesta de la Comunidad Valenciana para un programa beethoveniano, que abrió con la obertura de Fidelio, la cuarta que Beethoven escribió para su ópera, con motivo del preestreno de su versión definitiva (1814).
El alemán completó su programa con dos de las sinfonías pares de Beethoven. La 8ª, sinfonía breve, a menudo malentendida, pero cuajada de cautivadora poesía: «Es la sinfonía del buen humor», sentenció Walther Krug. Y finalizó con la 6ª, la Pastoral, que fue estrenada junto a la 5ª en un concierto histórico de diciembre de 1808. Es obra singular, en cinco movimientos, y con carácter programático, que muestra el mundo interior del compositor ante la contemplación de la naturaleza. «Este estupendo paisaje parece haber sido pintado por Poussin, pero dibujado por Miguel Ángel», escribió Berlioz.
Un concierto del que también pudieron disfrutar desde sus casas en directo los seguidores de RNE-Radio Clásica y de la Unión Europea de Radiodifusión (UER).
Antología del cante flamenco heterodoxo
También los asistentes al Palacio de los Córdova tuvieron una noche llena de emociones gracias a la voz y los acordes de la guitarra del Niño de Elche. Acompañado a las palmas y al cante por Alicia Acuña, al piano y clavicordio por Alejandro Rojas Marcos, y por Raúl Cantizano, en la guitarra eléctrica, acústica y española, el Niño de Elche emocionó a todos con su espectáculo 'Antología del cante flamenco heterodoxo'.
Precisamente, el Niño de Elche es uno de los artistas más sonados de los últimos tiempos. Comenzó como cantaor flamenco ganando primeros premios por toda la geografía. Hoy, reniega del flamenco y se sitúa en otro plano musical. Amado por unos, odiado por otros, hasta estos excesos de empatía parecen responder a una estrategia que lo ha catapultado a la fama y a los altares de la música y la poesía.
Su abultado sentido poético, un frondoso conocimiento de la música en todas sus expresiones, una delicada sensibilidad para la escritura, más su fino pensamiento, su verbo ágil y provocador, su sentido lírico de la reflexión sobre su propio trabajo y su forma de andar por el mundo, lo convierten en un artista singular. Su estilo es difícil de etiquetar porque funde en una diversas formas musicales. En numerosas entrevistas asegura que a él le interesa la heterodoxia, la que no se puede explicar. Con todo, está creando un sello original, renovador, perspicaz, controvertido y sentencioso. Niño de Elche es un músico que no deja indiferente a nadie.
Agenda para el sábado 18
Para este sábado la agenda del Festival Internacional de Música y Danza se presenta cargada también de raza con un espectáculo de danza al más puro estilo flamenco con 'Amelia', de la estadounidense Amelia Earhart, que pretende acercar a los más pequeños esta disciplina artística. Será a partir de las 12 horas en el Teatro Alhambra.
Ya por la noche, en el Teatro del Generalife, el ballet de Monte-Carlo intentará acercar al Shakespeare más romántico al público, a través de 'La fierecilla domada', la azarosa historia del matrimonio entre Petruchio y Catalina que William Shakespeare publicó a finales del siglo XVI, y que ya en el siglo XXI se viste con elegantes trajes minimalistas y un espacio escénico diseñado sobre todo en blanco, color siempre protagonista en las obras del coreógrafo Jean-Christophe Maillot.