Huérfanos

banderas andalucia
Bandera andaluza | Foto: archivoGD
Domingo Funes Arjona | @DFA2011
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Este 20-D, algunos nos vamos a sentir huérfanos. La ausencia de un partido de exclusiva obediencia andaluza nos hace sentir así. Es verdad que algunas de las formaciones que se presentan a esta elecciones están, en lo territorial y en lo social, muy cercanos al credo andalucista, y que uno puede tener la tentación de apoyarlos por ello, pero no terminamos de fiarnos. Y no lo hacemos porque no es la primera vez, ni seguro la última, que se emplea el nombre de Andalucía en vano. Desde la Transición hasta aquí hemos visto como muchos son capaces de disfrazarse de Escuredo para luego terminar en de la Borbolla.

Es normal, el centralismo, todo tipo de centralismo, funciona como un gran agujero negro alimentado de ambiciones e intereses, capaz de engullir todo atisbo de equilibrio territorial e igualdad, en el más amplio sentido de la palabra. Por eso nos cuesta creer que alguien, por muy buenas intenciones que lo muevan, sea capaz de resistirse a esa tentación de dejarse arrastrar, suavemente acunado, hacia la ubre del Estado. Si hubiera algo más allá de ese "propósito de enmienda" del que todos hacen gala en las elecciones, se habría hecho más alusión en esta campaña a los territorios más afectados por el desempleo, por la precariedad laboral, por la falta de emprendimiento empresarial, por la salida al extranjero de sus vecinos más jóvenes mejor formados y por su futuro. Y se hubieran hecho propuestas adaptadas a esas necesidades concretas. Pero no ha sido así. Andalucía no ha aparecido. Otros tampoco.

Ha sido, en ese sentido y más allá de las propuestas de reforma constitucional, una manifestación total de centralismo político y electoral. Tal vez más que nunca. Y es que la visión federal solo se ha manifestado en lo formal, es decir, en la idea de la necesidad de mutar hacia un Estado Federal. Pero estas propuestas han estado íntimamente ligadas, en general, no a la convicción ideológica sino a la necesidad de dar respuesta a la situación de Cataluña. La simple forma de elección de representantes en los distintos territorios demuestra la verticalización brutal de las estructuras electoreras y partidarias de las principales formaciones por mucho cuento de primarias, asambleas o gaitas que nos quieran vender. En una visión territorial plurinacional o simplemente federal que resulte creíble, los territorios también hablan y tienen algo que decir. No es chovinismo lo que nos mueve a algunos andaluces, es la convicción de que para corregir desequilibrios y converger con España y Europa es imprescindible que tomemos conciencia de lo que somos y de que empecemos a defender nuestros intereses con contundencia y sin complejos. Y eso, me temo, no es posible con las cuatro formaciones que aspiran a La Moncloa. Con unas menos que con otras.