Inquilinos en Albolote; asesinos en Madrid
Era una mañana gélida en Madrid. La capital sufría los últimos coletazos del invierno y también la avalancha de consignas políticas que inundaban las calles en aquellos días. Era jueves 11 de marzo del año 2004 y faltaban tres días para las elecciones generales en las que, por primera vez desde 1989, no comparecía el entonces Presidente del Gobierno, José María Aznar. El líder popular le había cedido el testigo a su mano derecha, Mariano Rajoy, para que se enfrentara al joven responsable socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, en los comicios del domingo.
Pero aún era jueves. Los relojes marcaban las 7:37 de la mañana en la concurrida estación de Atocha de la capital cuando una fuerte explosión rompió el monótono trajín, habitual en la zona en un día laborable. Un minuto después, sucedió algo similar en el Pozo del Tío Raimundo y en Santa Eugenia, e inmediatamente más tarde, a unos 500 metros de Atocha, estallaron otros cuatro artefactos. El caos.
Madrid se convirtió en el escenario del terror y de la muerte. A lo largo de la mañana, la confusión se tornó en pavor al comprobar los efectos de las explosiones: Una masacre. Un total de 191 vidas se rompió entre los amasijos de los vagones que explotaron en las diferentes estaciones. Aquellas bombas, en conjunto, resultaron ser, a la postre, producto del atentado terrorista más grave cometido hasta la fecha en España.
Al principio, las miradas apuntaron a la banda terrorista ETA, culpable habitual de asesinatos de otro calibre, pero sospechosa número uno ante cualquier matanza. Sin embargo, poco a poco, y por distintos motivos, la vista fue desviándose hacia otra organización: Al Qaeda. Pocas horas más tarde, la Policía centró su investigación en el yihadismo extremo. Y no tardó en encontrar a los autores materiales.
El 3 de abril de ese mismo año 2004, la Policía acorraló a siete personas en un piso de la localidad madrileña de Leganés. Todas las pistas apuntaban a que los inquilinos de aquel inmueble estaban detrás de las matanzas en las distintas estaciones de tren de Madrid. Los, entonces, presuntos, y ahora condenados, terroristas decidieron no entregarse y detonaron los explosivos que tenían en su poder con el objetivo de suicidarse. Lo lograron, y además se llevaron consigo al GEO Javier Torronteras.
En aquel día del mes de abril, los propios terroristas pusieron fin a su vida después de que la Policía les acorralase gracias a la escucha de llamadas telefónicas realizadas en las horas previas al 11-M, unas conexiones que, antes de conducirles a Leganés, les llevaron a una pequeña localidad situada en el área metropolitana de Granada: Albolote.
En la madrugada del 1 al 2 de abril del año 2004, un grupo de policías entró en un piso de la céntrica Calle Hornillo de la localidad granadina con el objetivo de registrarlo. La escucha de llamadas les había permitido ponerse en contacto con los responsables de una inmobiliaria de la capital, que, según todos los indicios, podría haberle alquilado, a principios del mes de marzo, esa vivienda a los principales sospechosos de haber atentado en Madrid.
La Policía encontró la casa vacía, pero existen pruebas fehacientes, como refleja el sumario del caso, de que, efectivamente, al menos una parte del grupo de terroristas que colocó las bombas en los trenes de Madrid estuvo allí durante unas horas, entre el 5 y el 6 de marzo, en el fin de semana previo a los atentados. El yihadista conocido como 'El Chino', uno de los, a priori, cabecillas de la trama, fue uno de ellos.
Los terroristas realizaron el alquiler de la vivienda con la excusa de esquiar durante un mes en la Estación de Sierra Nevada, pero apenas pasaron un día en Albolote. Sus llamadas telefónicas del domingo 7 de marzo ya corresponden a las zonas anexas de Madrid y finalizan con el vínculo entre la provincia y varios de los hombres que, pocos días después, serían los macabros protagonistas de una matanza sin parangón en la península.
¿QUISIERON ATENTAR EN LA CAPILLA REAL?
Se desconocen las motivaciones que empujaron a los terroristas a proceder al alquiler de una vivienda que después apenas utilizaron. Esa circunstancia ha provocado que hayan proliferado las elucubraciones y las investigaciones. En una de ellas, el diario 'La Razón' apunta a la posibilidad de que los yihadistas tuviesen intención de atentar en la capital nazarí: concretamente contra la tumba de los Reyes Católicos, símbolo de la Reconquista.
Como es sabido, los restos mortales de Fernando de Aragón y de Isabel de Castilla se encuentran enterrados en la Capilla Real, una dependencia anexa a la Catedral de la ciudad. Por ello, según 'La Razón', Granada habría sido el blanco escogido por el grupo terrorista para completar la acción perpetrada en Madrid con una dosis mayor de barbarie. Tan solo una poco probable declaración de Said Berraj, el único responsable vivo que se conoce del 11-m, y que continúa en busca y captura, podría revelar si esa era o no su intención.