Instalados en la desconfianza
Bastaría con reproducir aquí lo que decía Pedro Sánchez antes de las últimas elecciones para enmarcar el porqué de las incertidumbres que desata ese probable gobierno PSOE-Podemos que necesita del voto o la abstención de los independentistas de ERC para superar el debate de investidura.
La inexplicada urgencia con la que el candidato del PSOE y presidente en funciones pactó dos días después de la cita con las urnas el acuerdo con Pablo Iglesias tiene ahora su ángulo de precipitación cuando desde otras trincheras políticas recuerdan al líder socialista que había otras opciones que le hubieran liberado de la necesaria dependencia de los independentistas con la que vivimos las últimas semanas a la espera de un acuerdo.
Un acuerdo que algunos piensan que ya está cerrado y que solo aguarda para hacerse público a las conveniencias del calendario probablemente electoral de Cataluña. Una vez más, el enrevesado mapa autonómico y sus tiempos electorales se cruza en la política nacional: ERC sabe que apuntalar a Sánchez tendrá unos costes ante sus votantes en las urnas catalanas si ese acuerdo para Moncloa no viene envuelto en derivadas como esa mesa de diálogo en la que se sentarían de igual a igual el Estado y la autonomía.
En esta recóndita columna hemos dado en aplazar el juicio sobre un gobierno, sea central, regional o local, a sus frutos y evitar en lo posible el carácter preventivo de un ejecutivo que todavía ni se ha formado ni siquiera sabemos si se formará. Es una forma de aplicar el mandato evangélico: por sus obras los conoceréis. En caso de investir a Pedro Sánchez y conformarse ese gobierno PSOE-Podemos, no será aquí donde digamos si es bueno o malo para España y sus ciudadanos. El tiempo y sus frutos lo dirán.
Lo que sí se puede aventurar es su corto y difícil recorrido. Un Gobierno que nacería enmedio de una extraordinaria debilidad, corto de escaños en el Congreso y necesitado permanentemente de apoyos de los nacionalismos que siempre pero ahora más que nunca han presentado tarifa a cambio de un 'sí' en Las Cortes. Y no solo falto de apoyos externos, sino sometido igualmente a los tensiones de las baronías socialistas temerosas del coste electoral en sus feudos de ese pacto con el 'diablo'-ERC. Más la permanente 'jaula de grillos' de Podemos más IU, donde la adolescencia programada de sus cualquiera de sus múltiples y conspicuas confluencias y demás se levantará el día menos pensado con el pie cambiado y proclamará su capricho de jornada, denunciará que una acción de gobierno de coalición que no presenta la suficiente dosis de 'izquierditis' y tendremos el debate de la ruptura para días y días y días encima de la mesa.
Volvamos al 10-N e inmediatas fechas posteriores. El lunes, tras el escrutinio que ha supuesto un retroceso a Sánchez y el PSOE, el presidente se cita con Iglesias y en un plis-plas cierra un gobierno de coalición con Podemos, también en caída electoral. Voces de ahora le dicen a Sánchez que mejor estrategia hubiera sido poner la pelota en el tejado de PP y Ciudadanos. En efecto, populares y 'naranjas' habían mostrado en aquellos primeros días una posición más responsable, positiva y favorable frente al obstrucionismo 'riverista' del periodo anterior. El pacto con Podemos ponía en una posición imposible a Pablo Casado. Sánchez y el PSOE tenían que saber que jamás el PP y tampoco Cs favorecerían esa investidura aunque bastase con la abstención, máxime si el paquete incluye el apoyo pasivo o activo de ERC. Y se lo recuerdan no solo desde las sedes populares o naranjas, también los barones del PSOE o un dirigente tan acreditado como Patxi López, que sabe bastante de tensiones autonómicas.
Mientras tanto, aquí estamos, pendientes de la negociación con ERC y sus sucesivas reuniones. Bastó que Sánchez enunciase un cierto optimismo sobre el resultado final de los contactos para que los independentistas amenazasen con no acudir a la siguiente cita. ¿Puede una reacción así generar optimismo para el futuro inmediato?
Antes de que alguien conteste, volvamos al inicio de este comentario: bastaría con recordar lo que decía Pedro Sánchez sobre un acuerdo PSOE-Podemos antes de la jornada electoral del 10 de noviembre para extender sombras de duda ante la estabilidad de ese Gobierno que pretenden formar y que no disipa la desconfianza mutua con la que nace su actual relación de conveniencia. Pero, insistimos: por sus obras los conoceréis.