Unos vienen y otros se van: tres formas de afrontar la interrupción de las clases en la UGR

Los estudiantes de fuera de Granada aprovechan estos diez días para ahorrar dinero del alquiler, visitar familiares o conocer mejor la ciudad

Estudiante Universidad de Granada UGR asiste a una clase online no presencial apuntes
Isabel Salmerón, estudiante de Cieza residente en Granada, asiste a una clase online de la UGR | Foto: Isabel Salmerón
Miguel López Rivera
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Como decía la canción de Julio Iglesias, unos vienen y otros se van. El cierre de las clases decretado por la Junta de Andalucía ha abierto un abanico de escenarios para la población estudiantil residente en Granada que procede de otros puntos de la geografía. Diez días es bastante tiempo y muchos planifican esta suerte de ‘vacaciones semipresenciales’ de diferentes maneras. Hay tantas como universitarios, por eso es fácil encontrar en un mismo piso varias formas de encarar este ‘respiro’ forzado por las autoridades para detener el ritmo de contagios.

Isabel, Valeria e Isabel estudian tres carreras diferentes. Tres circunstancias distintas en un mismo domicilio. Cada cual, ajustando esta ‘nueva normalidad’ a sus intereses y posibilidades. La dos ‘isabeles’ son de Cieza, en la Región de Murcia, mientras que Valeria procede de Italia. Todas tienen vidas independientes, aunque con un denominador común: comparten piso cerca de la antigua Facultad de Medicina. Y cada una ha diseñado un ‘planning’ muy particular hasta que la Junta levante las restricciones y permita la asistencia a las aulas de la Universidad de Granada, que cuenta conmás de 60.000 alumnos -siendo el primer destino Erasmus de toda Europa- y en términos económicos representa el 6,12% del PIB provincial.

Valeria afronta el tercer curso de Estudios Árabes e Islámicos. Una titulación en la que la presencialidad juega un papel importante por aquello de la comprensión de una lengua tan diferente al castellano. Esta italiana de 29 años es la única de las tres compañeras que ha decidido quedarse en Granada pese a la interrupción de las clases. “No podía irme y, además, es que no me voy a Italia para diez días. De todas maneras, no puedo moverme. Vamos a dar clases online a través de Google Meet. El profesor habla y nosotros lo vemos. Participamos bastante. Es como estar en clase, pero a través del ordenador”.

La estudiante admite que “me esperaba las medidas”. “Las cosas se estaban poniendo un poco feas y todo el mundo lo decía. Pero, a decir verdad, hablando con mis compañeras de clase, no veo que tenga mucho sentido esto. Todo está abierto. Cerrar diez días para que no haya aglomeraciones no servirá de nada porque por la noche la gente sale. Hay quien no toma precauciones y quien sí, pero todos salen. Sobre todo, los ‘erasmus’. Yo salgo los ‘findes’ y todo el mundo está en la calle. No tiene sentido, aunque también entiendo que no se puede cerrar los lugares donde trabaja la gente”, desarrolla en su alegato.

Pese a que no precisa de laboratorio para las clases prácticas, Valeria asegura que resulta algo incómodo dar la clase a distancia. “Sobre todo la de lengua, que se habla totalmente en árabe. Si se corta la conexión, perdemos el hilo de todo. No me gusta mucho el ‘aula online’, soy una persona que asiste mucho a clase y estudia”, sentencia.

El caso de Isabel Salmerón es completamente distinto. A ella, todo este revuelo le ha pillado en Bélgica pese a ser murciana. Allí trabaja su padre. El 3 de noviembre es la fecha prevista por su facultad para el inicio de las clases semipresenciales. Su titulación, Relacionales Laborales y Recursos Humanos. Y su curso, tercero de carrera. “En realidad yo nunca llegué a instalarme en Granada porque no iba a haber presencialidad desde el principio, por lo que estos diez días no han hecho sino alargar un poco mi reincorporación”, explica Isabel; a quien opina sobre la decisión del Gobierno de Juanma Moreno: “Por una parte me parece una medida de prevención. Así se evitan contagios entre estudiantes y profesores. No sé si la fiesta de Ganivet acabó con contagios, lo que sí sé es que en las facultades se cumplen las normas de seguridad. Las universidades no son focos de infección. Las discotecas sí. Mae West, por ejemplo, abrió el sábado”.

Por eso, esta joven recalca la importancia de no centrar el foco en la comunidad estudiantil ni los adolescentes. “Realmente en las universidades, como en los colegios, se cumplen las medidas de seguridad. Si luego la gente sale y se va de fiesta, ¿de qué sirve que cierren las aulas? Es un brindis al sol”, reflexiona para seguidamente añadir que “si la gente tiene clase online pero no la obligación de asistir a la facultad, pueden hacer fiestas en pisos más fácilmente”. Y sobre la no presencialidad en las aulas, lo tiene claro: “Aunque los profesores se esfuercen, las clases online no son lo mismo que en vivo”.

Su compañera Isabel Turpín, por el contrario, ha decidido quedarse en su Cieza natal. El motivo, tenía asistencia online hasta el 19 de octubre, lo que le permitía ahorrarse unos ‘eurillos’ del alquiler de octubre. A buen seguro que su casera se lo habrá puesto fácil. “Ya que me pilló en Murcia dije ‘me quedo’”, sentencia al más puro estilo de Lola Indigo. Esta estudiante de tercero de Trabajo Social ilustra de forma gráfica lo que para muchos era un secreto a voces: el ‘cierre’ de la UGR: “Cuando dijeron que iban a abrir la Mae West con el puente de por medio se veía venir. Los indicadores así lo presagiaban. O ponían menos clases presenciales o iban a tener que cerrar”.

Por eso, Isabel da un tirón de orejas a quienes provocaron las imágenes de la calle Ganivet que ya han dado la vuelta al mundo: “No lo entiendo. Luego, esos son los mismos que se quejan. Me parece una vergüenza, no ya por nosotros, sino también por las personas mayores o los grupos de riesgo. Hay que tener responsabilidad”. Con todo y con eso, es optimista y no muestra mayor preocupación por esta medida extraordinaria. “No me afecta mucho porque, con los subgrupos, sólo tengo que ir a clase cada tres semanas. No tenemos prácticas ni necesitamos un laboratorio”, argumenta. Y sobre el hecho de apuntar a la población estudiantil, Isabel Turpín también se muestra muy crítica. “Entiendo que miren a los estudiantes, y creo que la medida es la regla estricta que tenían que tomar. Pero está incompleta, porque es verdad que los rebrotes se dan sobre todo en bares y pisos. Así que mientras no frenen las aglomeraciones no servirá de nada”. Al menos en eso sí parecen coincidir todos los universitarios.