Jorge Galán: “Lo queramos o no, en El Salvador vivimos en la sombra”
Jorge Galán (San Salvador, 1973) era un joven desconocido lector de Faulkner y García Márquez cuando envió su libro Breve historia del alba al Premio Adonais. Que aquel niño de la guerra, autodidacta, que todo lo había aprendido en libros que pedía prestados se alzara con uno de los premios más prestigiosos en lengua española sorprendió a toda Hispanoamérica. Importantes reconocimientos como el Premio Antonio Machado o el Jaime Sabines en México para el mejor libro del año en 2011, consolidaron a Galán como una de las voces más relevantes de la literatura americana actual y el escritor más celebrado de El Salvador, donde ha obtenido hasta en tres ocasiones el Premio Nacional de Narrativa. Autor de varios libros de poesía (Visor y Pre-Textos) y de literatura infantil (Alfaguara), La habitación al fondo de la casa es su primera novela publicada en España.
Pregunta.- La habitación al fondo de la casa es la historia de una saga familiar que discurre paralela a la historia de El Salvador, considerado el país, sin guerra, más violento del mundo. En ese contexto, y en los años de los secuestros y de los asesinatos selectivos, ¿cómo puede un adolescente Jorge Galán hacerse con sus primeros libros?
Respuesta.- No niego que fuera complicado, de hecho aún lo es conseguir buenos libros en San Salvador, pero en esa primera adolescencia había, al menos para mí, dos opciones: la biblioteca de la UCA, la universidad jesuita de mi país; y las ventas de libros usados en el centro de la ciudad. Tanto en un lugar como en otro empezaron esas primeras lecturas, que comprendían libros de Faulkner o Neruda o Aleixandre o Lorca, entre muchos otros. En esos años, a inicios de los noventa, nuestra actualidad sufría un retraso de décadas. De España, por ejemplo, venían poquísimas cosas de actualidad, algo de Almudena Grandes o Muñoz Molina, pero poco más.
Pregunta.- ¿De qué idea nace el título de la novela, La habitación al fondo de la casa?
Respuesta.- Esa habitación, donde se desarrolla toda la acción narrativa, es similar a la casa de mi niñez. En ella había un patio y más allá del patio, una habitación. Cuando estallaba algún enfrentamiento, corríamos hasta esa habitación más allá del patio, pues era la que se encontraba más alejada de la calle, protegida por todo lo demás. Entrábamos en esa oscuridad y nos escondíamos allí para esperar que todo pasara. Y por la noche, cuando había toque de queda, tirábamos colchones en el piso de ese cuarto y dormíamos en el lugar. Y durante el día, cuando nada pasaba, entraba en aquel lugar oscuro, con una ventana diminuta siempre cerrada y tenía la sensación de que podía suceder cualquier cosa.
Pregunta.- De la nueva novela, que publica Valparaíso ediciones, la escritora Almudena Grandes ha dicho que “reelabora” la corriente literaria conocida como realismo mágico, del que uno de sus máximos exponentes es el colombiano Gabriel García Márquez, ¿está de acuerdo con esa afirmación?
Respuesta.- Antes de que lo leyera en el prólogo no lo había pensado, y desde que lo leí no he dejado de pensar en ello. Al escribir la novela lo único que quería era contar una historia de la manera que mejor sabía, un poco yendo más allá de la realidad, que fue de la manera que me acostumbré a que me contaran historias de niño. Todo era posible en un cuento. Y todo o casi todo es posible en esa historia que escribí. Me es difícil asumir lo que dice Almudena, pero me es imposible no darle la razón a una maestra como ella.
Pregunta.- Además, a lo largo de su obra se observa una gran influencia de la literatura anglosajona. ¿Qué grandes autores le han servido de inspiración?
Respuesta.- Muchos, pero si debo mencionar a algunos preferidos diría que Faulkner. Nadie me impactó más. Aunque luego he disfrutado de leer tanto a Salinger como a Chabon, pasando por el admirable Cormac McCarthy, o el sudafricano Coetzee. Es una lista demasiado larga sin duda.
Pregunta.- En la novela aparecen distintos personajes con sus historias mágicas, como la de la mujer sin líneas, la del hombre que esperaba un milagro, la de aquel que trabajó en la construcción del Canal de Panamá…Magdalena, la protagonista, cambia radicalmente a raíz de una tragedia en su propia familia. ¿Cuántas historias de las que el lector puede encontrar en las páginas de su última novela cuentan su propia vida?
Respuesta.- Ni una sola de ellas. A veces hay algún detalle tangencial, como que mi abuelo trabajó en el Canal de Panamá o que mi abuela tenía unas amigas que se apellidaban Bulnes, pero la historia de esos personajes no es la de las personas reales. Todo es ficción en el libro.
Pregunta.- ¿Qué es para usted lo mágico?
Respuesta.- Pues nunca pensé en ello. Cuando era niño no había posibilidad para otra cosa que no fuera soñar, en el patio de mi casa se jugaron ligas enteras de baloncesto con todos sus equipos y jugadores pasando por aquel lugar, mundiales de baloncesto, eliminatorias, y eso duró muchos años. Vi jugadores llegar y marcharse al retiro. El patio era un mundo de verdad. Y el cerro era un sitio lleno de cuevas y en una ocasión salimos a buscar una entrada al inframundo. Salimos de verdad a buscarla. Lo creíamos. Y cada noche, al tirarme en la cama, había una historia esperándome. Así que supongo que la magia es la posibilidad. Por eso creo que me fascinó tanto cuando pude leer a Tolkien. Uno podía marcharse y no volver más. Porque uno tenía la necesidad de marcharse siempre.
Pregunta.- En todas las historias que recorren el libro hay multitud de símbolos. Para usted, ¿la literatura es más una descripción de la realidad o un acto simbólico de ésta?
Respuesta.- Ambas. Porque se describe la realidad, los sentimientos, las situaciones, pero se puede trascender e ir más allá. La realidad es San Salvador en 1939, la muchacha en la estación de tren, algo habitual. Lo simbólico es que a través del dolor de esta mujer la sombra crece hasta llenarlo todo. Lo queramos o no, aquí vivimos en la sombra. Mi manera de explicarlo en la novela fue simbólica, sí, pero no está tan alejada de la realidad porque la suma de todo el dolor y la angustia es imposible que no decante en una angustia y un dolor más grande que puede llenarlo todo.
Pregunta.- ¿Cómo es la vida cotidiana de alguien que quiere ser escritor en El Salvador?
Respuesta.- Primero, es necesario tener un trabajo normal, y eso ya es difícil. Y luego, pues hallar la manera de creer, de creer que uno puede escribir un libro que a alguien va a interesarle, y eso es más difícil aún. No es fácil ser artista en San Salvador. Un escritor es muchas veces sinónimo de un pobre hombre. Hace un tiempo, trabajaba para la Secretaría de Cultura de mi país, y en una ocasión intentaba tramitar un programa de becas para escritores. Era un proyecto precioso que iba a ayudar a mucha gente. Y recuerdo aún con estupor que uno de los administradores me cuestionaba que para qué íbamos a darle dinero a esa gente. A esa gente, esos vagos. Era muy impresionante porque también trabajaban en la misma institución y de alguna manera podía uno creer que tendrían cierta sensibilidad. Cuando las personas ven a un artista, o un escritor de esa manera, es muy difícil. Pero siempre se debe ir más allá de eso, y si se consigue, pues se trabaja mucho, en silencio, alejado de todo, y siempre con un ojo (o ambos) viendo hacia fuera. El movimiento editorial en mi país es casi inexistente y uno debe buscar siempre ir más allá. Es necesario.
Pregunta.- En ese contexto, ¿está trabajando en una nueva novela? ¿De qué género?
Respuesta.- Una novela histórica. Un tema que me interesaba desde hace tiempo y que va tomando forma. Una historia de la guerra civil, o una parte de ella. De niño esas historias estaban ahí, pero no comprendía su magnitud y no alcanzaban a fascinarme, lo que ha sucedido con los años.