José Antonio Lorente: "En lo que aporta al desarrollo y al equilibrio de una ciudad, la UGR es la número uno del mundo"
El afamado catedrático, uno de los mayores expertos del mundo en ADN y genoma humano, cree que Granada debe apostar por el conocimiento y el valor de su Universidad para crecer
Catedrático del Departamento de Medicina Legal, Toxicología y Antropología Física en la Universidad de Granada, José Antonio Lorente (Serón, Almería, 1961) posee un impresionante currículo que comenzó a forjar con un premio extraordinario del doctorado y que continuó con sus estudios en Alemania y Estados Unidos para convertirse en uno de los mayores expertos del mundo en ADN y genoma humano. Autor de decenas de trabajos científicos internacionales en revistas de impacto, ha dado conferencias en más de 35 países de todo el mundo. Una vida apasionante y una inquietud permanente que le han llevado a trabajar en programa pioneros de identificación únicos en el mundo, a ser el impulsor del centro GENYO o el primer investigador en España en confirmar la identidad de un represaliado de la guerra civil, así como la primera persona que no era policía en ser admitida en la academia del FBI, entre otras muchas iniciativas que han tenido momentos mediáticos, caso de la confirmación de que los huesos que hay en la catedral de Sevilla son, efectivamente, de Cristóbal Colón. Preocupado por dignificar al ser humano y ayudar a los demás, es presidente de Fundación QSDGlobal que ayuda a las familias de personas desaparecidas. Es un acérrimo defensor de la Universidad de Granada, de la que piensa que en lo que aporta al desarrollo y la equilibro de su zona de influencia es la número uno del mundo y que, por ello, se debe hacer una decidida apuesta por ella. No es granadino de nacimiento, pero en esta tierra, con orgullo, lo sentimos -y se siente- como nuestro.
Aquí puede escuchar completa la entrevista en formato podcast
Pregunta: Te autodefines como un granadino de Almería.
Respuesta: Exactamente. Soy un almeriense granadino. Serón es un pueblecito en el norte de la provincia de Almería, muy cerca de Baza, a la que está muy ligada históricamente. Mi padre era médico en Serón cuando nací, luego estuvo en Tíjola, en Olula, en Macael y en todo ese norte de la Almanzora, pero su ciudad de referencia era Baza a efectos de asistencia sanitaria o de comercio. Siempre me he sentido muy ligado a esa parte de Granada.
P: ¿Y allí transcurrió tu infancia?
R: Estuve en Serón hasta los cuatro años y luego en Tíjola. Esos recuerdos de jugar al fútbol y o con la bicicleta como un loco por la calle, pelearse a ‘pedrás’ y todo eso son de Tíjola, donde viví desde los 5 hasta los 12 años. Luego ya mi padre se fue a Macael y, posteriormente, a Olula. Pero, en ese momento, ya nosotros empezamos a estudiar internos en los Maristas en Murcia y, luego, ya me vine a Granada a estudiar Medicina.
P: Serías un buen estudiante.
R: Sí, aunque no era especialmente brillante. Siempre he sido una persona que me ha costado mucho concentrarme porque me pasan continuamente por la cabeza diez mil cosas. Siempre digo que soy un buen compositor, de generar cosas nuevas, de inventar, y soy una persona que trabaja mucho, pero concentrarme solo en una cosa me cuesta mucho trabajo. De todas maneras, sí, era un buen estudiante, sin ser un estudiante excepcional.
P: Y la vocación por la medicina, por parte paterna.
R: Vocación paterna cien por cien. Mi padre era médico en un pueblo, cuando al médico del pueblo era al único lugar donde se podía acudir, porque no había hospital como tal cerca.
P: Los médicos eran toda una eminencia a lo que se acudía con todos los problemas. Eran, incluso, confesores.
R: En aquella época era la persona a la que acudías con cualquier problema. Era el psicólogo al que contar problemas de tu vida diaria y que no te dejan dormir, concentrarte o comer. El médico detectaba que no se trataba de un problema clínico que se tratase con pastillas, sino de hablar. Mi padre era muy buen médico y estuvo trabajando hasta los 80 años. Se jubiló con 65 años en Olula y luego mantuvo su consulta privada durante 15 años más. Murió hace dos años. Y yo era el hijo del médico, el mayor de cuatro hermanos. Hace poco estuve en Olula y saludé a una persona mayor que le dijo a otra: "Está aquí el hijo de don Miguel". Eso me llena de orgullo. Mi padre era una persona totalmente vocacional, volcada en lo suyo, a la cual la gente respetaba y quería. En mis pensamientos infantiles pensaba que su trabajo tenía que ser algo maravilloso, aparte de lo que podía ver que curaba. Sí hubo una vocación y jamás pensé en estudiar o hacer otra cosa que no fuera Medicina.
P: Y te viniste a estudiar a Granada.
R: Me vine en el año 79, soy de la promoción 79-85 que, por cierto, fue la primera que tuvo numerus clausus después de que, hasta entonces, había límite de número de alumnos. Estaban las facultades sobrecargadas y eso generó, en aquel momento, una Facultad de Medicina saturada. Cuando llegué había una media de 800 estudiantes por curso, o sea, unos 4.000 estudiantes en los cinco cursos, más todos los que estaban repitiendo, que podían ser otros 1.500 o 2.000. Me acuerdo de ir a los primeros exámenes de asignaturas tipo Anatomía y no solo estábamos los que habíamos entrado ese año, sino cientos y cientos de personas. Fue un impacto muy grande.
P: Viviste como universitario la Transición y los albores de la democracia, la utopía de un país ilusionado con el progreso.
R: A mí me gustaba mucho la política, ahora es diferente. La política es importante, porque define nuestro modo de vida y de sociedad. Pero entonces me apasionaba, era un enamorado de Adolfo Suárez y de la Transición. Compraba periódicos y las revistas como Tiempo, Tribuna... Me gastaba el dinero en eso porque me encantaba. Seguía la política y era plenamente consciente de lo que pasaba. Era una apasionado de la política y de esa Transición maravillosa que se hizo.
P: Era la época en que muchos jóvenes nos divertíamos en la calle Pedro Antonio de Alarcón. ¿Fuiste por allí?
R: Poco. Y fíjate que vivía cerca. Los dos primeros años en Granada estuve en una pensión de una señora que era de Serón, y conocía mucho a mi padre, en la calle Castañeda. Pero cuando vinieron mis hermanos, también a estudiar Medicina, ya vivíamos en la calle Emperatriz Eugenia. De hecho, tengo una anécdota. Había un pub muy famoso, que no me acuerdo ni cómo se llamaba, que estaba enfrente de mi casa, en la calle Sol. Y en sexto de Medicina, celebrando la cena de despedida, había quedado un grupo de gente para organizar algo en ese pub. Y pregunté que dónde estaba y era justo enfrente de mi casa. Ni lo había pisado. No he sido de salir. Me quedaba en casa a leer, estudiar idiomas, oír la radio... Era lo que se hacía entonces porque no había Internet ni otras cosas que te distrajeran. Pero no he sido de salir mucho y sigo sin serlo.
Formación en Alemania y FBI
P: Cuando acabaste Medicina, hiciste el doctorado y te marchaste a proseguir tu formación en Alemania a finales de los años 80.
R: Leí la tesis doctoral en marzo del 89 y el profesor Enrique Villanueva, mi gran jefe y maestro, quería que todas las personas que nos queríamos dedicar a la universidad, tuviésemos una formación completa y global. Además, poco antes había comenzado a oírse esto del ADN en su aplicación forense y la necesidad de hacer estudios con ADN para la criminalística, para la paternidad, etc. Y en Alemania, la Universidad de Münster era, junto con el Forensic Science de Inglaterra, los dos mejores sitios que había en Europa. El profesor Villanueva conocía al jefe de allí, el profesor Brinkmann, y me propuso ir. Antes estuve en Heidelberg seis meses para aprender dentro de mi especialidad de patología forense sobre todo lo que son las lesiones, autopsias y toda esta parte que quería que aprendiese también en otro lugar. Y luego ya me fui a Münster. Yo había estudiado alemán por casualidad. Hablaba inglés y francés bastante bien, pero alemán sabía lo básico. Pero la que entonces era mi novia, que ahora es mi mujer, sí sabía alemán y durante la carrera me insistió en que lo estudiara. Ella me decía que inglés sabía todo el mundo y que el francés, a nivel científico, no servía para nada. Me insistió y me dio por estudiar alemán sin saber que luego iba a acabar yendo a Alemania. Fue una época muy buena.
P: Algo que llama muchísimo la atención es que fuiste después a la academia del FBI en Quantico, Virginia, en Estados Unidos.
R: Hasta que yo llegué, nunca se había admitido a nadie que no fuese policía. Es una academia de formación policial y de perfeccionamiento de otras fuerzas y cuerpos de seguridad del estado americano e invitaban a gente de otros países. Para mí, fue todo en cadena y con la suerte de que te bajas de un tren y llega otro. ¿Qué pasó para acabar en el FBI? Tenía pensado irme a Estados Unidos, a la Universidad de Berkeley, en California, donde luego estuve también, pero no al FBI. Pero estando en Alemania se hizo un congreso de la Sociedad Alemana de Medicina Legal en Colonia e invitaron al jefe de investigación biológica del FBI, que luego fue mi jefe y ahora es mi íntimo amigo. Fue a dar una conferencia porque era el número uno del mundo. En la cena de clausura, por una serie de circunstancias, me senté a su lado y empecé a contarle ideas que tenía y le gustó mucho todo lo que le dije. Básicamente, le comenté que creía que toda la tecnología del ADN había que volcarla a la PCR, que ahora todo el mundo sabe lo que es por el Covid, pero que, en aquel momento, era una técnica que se utilizaba para otras cosas. Estaba recién inventada. Le gustó la idea y me ofreció trabajar con él. Consiguió que me admitiesen en el FBI y estuve allí casi dos años. Fue una experiencia maravillosa porque, además, era el único médico que había en toda la academia. Está localizada en Quantico, que es muy conocido porque es el cuartel general de los Marines, y tiene extensión como la mitad de la provincia de Granada. Totalmente cercado, en medio de un bosque, eso es para verlo. Y, dentro, está la academia FBI, con una serie de edificios impresionantes, residencias, formación, campos deportivos, campos de tiro, ciudades artificiales para aprender a hacer persecuciones, para aprender a hacer asaltos, terrorismo, contraterrorismo... Se aprendían cosas muy curiosas como a espiar mirando los escaparates o cosas de ese tipo, que aprendí un montón. Fue una experiencia maravillosa.
P: Y de ahí te trasladaste a California.
R: Cuando estaba en Alemania tuve becas del gobierno alemán, la ventaja de conocer el idioma. Curiosamente, el 9 de noviembre de 1989, el día que cayó el muro, estaba en Berlín con mi mujer. Lo que quiero decir es que entonces Alemania era un país potente en ciencia, tecnología y tal, pero quería atraer talento y tenía muchas becas si sabías alemán. Les interesaba normalizar la situación, porque estamos hablando de una época en que había dos bloques. Tuve una beca del comité científico de la OTAN que permitía ir a dos lugares diferentes y mí me hacía mucha ilusión ir a la Universidad de Berkeley porque conocía a un profesor de allí. Y me había animado a ir. Así que aproveché.
P: La conclusión de todo lo que me estás contando es lo importante que es la formación.
R: Tener una formación adecuada que venga de distintos lugares diferentes, otras mentalidades, metodologías de trabajo, cómo piensa la gente, es clave para todo esto.
Programa Fénix
P: Eres el creador en 1999 del programa Fénix, un programa español de identificación de personas desaparecidas que es el primero en el mundo en ese ámbito. ¿En qué consistía el programa?
R: Básicamente en identificar y ponerle nombre a cuerpos de personas que han fallecido o que estaban enterradas sin un nombre. En España tenemos un contexto histórico específico, que es el de la guerra civil y la memoria democrática, pero, quitando eso, que fue una época muy triste y muy negra de nuestra historia reciente, en España, y en todos los países del mundo, hay situaciones del día a día que son una tragedia. Personas que desaparecen y, aunque la gran mayoría aparece, algunos no vuelven a aparecer jamás. Ahí hay familiares de personas buscando a su ser querido, que lleva no sé cuántos años sin saberse nada de él. En aquel momento del año 98 o 99, había unos 4.000 cadáveres sin identificar, sin nada que ver con la guerra civil española. No era memoria democrática.
P: ¿No se sabía nada de ellos?
R: Había que hacer la autopsia, un estudio antropológico. Tienes unos datos generales y a nosotros nos mandaban, de vez en cuando, huesos o dientes para hacer ADN de personas que habían aparecido. Te mandaban muestras de ADN de familiares de esa persona desaparecida y con esos huesos comparabas. La mayoría de las veces no coincidía. De esos casos tuvimos pocas identificaciones y otros muchos casos que no eran quien se sospechaba. Lo que pensamos fue que, en vez de estar de haciendo uno a uno, hacíamos una base de datos única de todos los familiares que estaban buscando a gente desaparecida desde hace tiempo y podrían haber fallecido y, por otro lado, hacíamos ADN de todos los cadáveres que estaban sin identificar, pues cruzábamos esos datos y se lograrían identificaciones. Es lo que hicimos y es el programa Fénix. Nunca se había hecho nada en el mundo en ese sentido y, por lo tanto, España fue el primer país en hacerlo. Con el tiempo, comenzaron a hacerse identificaciones y ya hay más de 1.500 hechas. Pero, de todas maneras, sigue habiendo miles de cadáveres por identificar.
P: De ese programa entiendo que lo que hay que poner en valor es la tranquilidad que se le da a los familiares.
R: Es un tema humano. Claro que es un tema policial cuando aparece una persona, y un tema judicial, porque hay que hacer una investigación, abrir unas diligencias previas o lo que el juez estime oportuno, según las circunstancias. También es un problema de tipo social, porque desaparece una persona y eso es noticia. Pero, aparte de todo eso, es un tema humano. Tienes que tener sensibilidad cuando desaparece una persona de hacer todo lo posible. Una sociedad que no es capaz de hacer todo lo posible por ayudar a familias de personas desaparecidas es un problema. Esa es la parte bonita del programa Fénix, poder hacer esa certificación y devolver a la familia esa tranquilidad. Lo peor que hay es el duelo abierto de cuando desaparece alguien y no se sabe dónde está, vivo o muerto.
P: En Granada, hay un caso terrible con el de María Teresa Fernández, la joven desaparecida en Motril hace 24 años.
R: Estoy muy en contacto con su familia porque, además, desde hace unos años soy el presidente de la Fundación QSD Global (Quién sabe dónde) que promovió Paco Lobatón y que ayuda y mantiene contacto y actividades permanentes con las familias de personas desaparecidas desde hace mucho tiempo. La mayoría de ellas no han aparecido los cuerpos. Hay alguna gente que colabora con nosotros que son familiares de personas que, desgraciadamente, ya han aparecido muertas. La familia puede llegar a entender que cuando pasa muchísimo tiempo tu hijo, hermano o padre se tiene que haber muerto, pero si tú no tienes un dato objetivo es muy difícil asumirlo. El ser humano siempre necesita saber el porqué, el cómo y las circunstancias.
P: Tantos años con esa incertidumbre de si esa persona está viva o muerta es terrible.
R: Estamos en contacto con los familiares de los desaparecidos y oyes cosas como, por ejemplo, que los llama una vecina o un amigo y le dicen que han visto en un Telediario o en GranadaDigital una foto, y que la persona que hay al fondo se parece mucho a su hijo, a su hermana o a su padre... Eso me lo han dicho a mí y no es normal. De pronto, se genera esa sensación. También, tristemente, sobre todo al principio de las desapariciones, hay mucha gente sin alma y sin escrúpulos que tratan de vender información diciendo que han visto a tal persona en tal sitio y es muy duro.
Tráfico de niños y de órganos
P: También creaste los programas DNA-PROKIDS, de identificación genética de niños desaparecidos, y también el DNA-ProORGAN, diseñado para luchar contra el tráfico de órganos. Genera mucho desasosiego que tengan que existir este tipo de programas. ¿Hay datos que nos deban asustar? ¿Somos conscientes en la sociedad de lo que está sucediendo?
R: Como sociedad, en España se es consciente de muy pocas cosas de este tipo, porque vivimos en una región del mundo llamada Europa, en un país desarrollado. Aquí desaparece un niño en Granada, porque la madre dice que alguien se lo llevó de la mano, o sea, una desaparición documentada, y eso abre todos los informativos de España.
P: De hecho, pasó con el pequeño Gabriel en Almería.
R: Así es, porque en nuestro contexto es poco frecuente y nos resulta increíble. Lógicamente, no somos conscientes, mirando al sur en línea recta 40 kilómetros, de todo lo que pasa en África o, más allá, en Latinoamérica y en otras muchas regiones del mundo. Claro que es triste que tengamos que estar haciendo este tipo de programas. Lo que más me gusta a mí de todo esto es que tiene un componente resolutivo, pero también preventivo. En el programa PROKIDS estás mandando un mensaje de que no se puede robar un niño o cambiar un documento y explotarlo diciendo que no sabe quién es, etcétera. Los niños que se roban y se explotan sexualmente, laboralmente, para mendicidad, para conflictos bélicos o para cometer algún tipo de delito, se van a identificar y se va a saber quién es el niño y se va a saber si quien lo tiene en su poder es o no su familia.
P: Y lo mismo sucede con el tráfico de órganos.
R: Igual. Además, el tráfico de órganos es un problema que va in crescendo. Por suerte, la expectativa media de vida de las personas está aumentando. Y hay personas mayores en los países desarrollados que están muy bien, pero, de pronto, les falla el riñón, el corazón o el hígado y necesitan un trasplante. La pirámide poblacional en Europa ya no es una pirámide como tal, de hecho, es un rombo. Tenemos el mismo número de personas por encima de 70 años que de menores de 20 años. El número de órganos que se va a necesitar es mayor que la capacidad que tenemos de conseguirlos. En España funciona muy bien el sistema, pero en otros países hay gente que se sale del sistema y consigue órganos que se compran y se obtienen de manera ilegal. Es algo que la Interpol y la Organización Mundial de la Salud tienen perfectamente definido y que se llama 'turismo de trasplantes'. Es gente que va a unos países determinados a implantarse un órgano que le hace falta. Existe una trama de seres humanos con el objeto de conseguir algún tipo de órganos que, en muchos casos, es el riñón, que supone casi el 80% de todos los trasplantes que se hacen en el mundo porque, además, al conseguir un riñón de una persona, esta puede seguir viviendo con uno solo. Estos programas son un trabajo que se hace con ideas nuestras, desde la Universidad de Granada, para todo el mundo. Ahí están los datos publicados y el trabajo que estamos haciendo. Creemos que ayudan a hacer una sociedad mejor y a un mundo más justo o, por lo menos, a dificultar la vida a los criminales. Es una lucha en la que hay demasiada corrupción y demasiados intereses económicos como para pararla con un invento como el nuestro. Pero vamos a vamos a ponérselo difícil.
P: Existen otros momentos muy duros con las catástrofes, como la ocurrida en las discotecas de Murcia a finales del año pasado, en los que toca identificar a las víctimas.
R: En la Universidad de Granada hemos trabajado, a veces, con muestras puntuales que nos han mandado de casos. Ahí está el equipo de mi compañera Aurora Valenzuela, que es catedrática de Medicina Legal y Forense y actual decana que, por ejemplo, trabajó con su equipo en el año 2006 en una catástrofe que hubo también de este tipo de un tren Talgo que iba de Murcia para Madrid y chocó con un tren de mercancías en Hellín, en Albacete. Hubo más de 30 víctimas y veintitantas totalmente calcinadas porque hubo un incendio enorme. O en un avión de Málaga a Melilla que se estrelló también. Eso es muy duro. Estuve implicado indirectamente en la recogida de muestras en el accidente de Spanair en el aeropuerto de Barajas, en el avión que iba a Las Palmas de Gran Canaria. Los que estamos en la parte de laboratorio lo que hacemos es aplicar la tecnología y tratar de conseguir los mejores resultados lo antes posible, pero cuando tienes que tomar muestras de algún familiar es duro. Los es, hoy en día, con víctimas de la época de la guerra civil española. Recuerdo una persona muy mayor que era hermano de alguna víctima de entonces. Y ves a un hombre con 90 años, que se le caen las lágrimas, y te dice: "Doctor, encuentre usted a mi hermano, que le prometí a mi madre que lo iba a enterrar con ella". Mientras estuve delante de él, no podía hablar, pero aguanté, pero después me vine abajo y lloré. Fue impactante. Por cierto, la primera víctima de la guerra civil española que se identificó con ADN la identificamos nosotros en la Universidad de Granada en 2003. Fue el señor Emilio Silva, que estaba enterrado en una fosa común en Priaranza del Bierzo, al lado de Ponferrada. No obstante, la gente piensa que en la Medicina Legal y Forense solo hablamos de muertos, pero de nuestro trabajo solo un 10 o 15 por ciento se trabaja en autopsias o en el levantamiento de un cadáver. La gran mayoría del trabajo es, o con personas vivas o con problemas de la sociedad, casos de violencia de género, enfermos psiquiátricos, personas que sufren lesiones sin fallecer. Esas circunstancias que tienen que ver con el ser humano son las que hacen que la medicina legal sea lo que es. Mi hermano (Miguel Lorente), que trabaja en temas de violencia de género, dijo muy bien que el médico usa un termómetro y se lo pone al paciente y, en la medicina legal, los datos de la violencia, de lo que pasa y de lo que deja de pasar, de lo bueno y de lo malo, lo vemos y nuestro termómetro es de cómo está funcionando el conjunto de la sociedad.
Cristóbal Colón
P: Uno de los casos más curiosos y mediáticos en los que has estado trabajando es en la identificación de Cristóbal Colón, cuya investigación se abandonó en 2003 y se retomó en 2021.
R: Estamos en ello. En el año 2003 hicimos la primera exhumación de los restos de Cristóbal Colón y los primeros análisis de identificación por comparación. Lo que queríamos saber entonces es si los huesos de Cristóbal Colón estaban en Sevilla o en la República Dominicana porque, oficialmente, Colón tiene dos tumbas y queríamos saber si eran de uno u otro lugar, de los dos o de ninguno. No conseguimos el permiso final en la República Dominicana, pero concluimos que los pocos huesos que hay en Sevilla sí son de Cristóbal Colón. A partir de ahí surgió otra pregunta que algunos historiadores y estudiosos se plantean sobre el origen de Cristóbal Colón, de si era italiano y si nació en Génova. Es una teoría que tiene muchos flecos sueltos y puede ser verdad, pero hay otras teorías de si es de origen español o portugués. Intentamos hacer esa fase de estudio, pero no pudimos por dos cosas. Una, la tecnología que había entonces era eficaz, pero poco eficiente. ¿Qué significa? Que para sacar un poco de ADN teníamos que gastar mucho hueso. Y los huesos que nos habían dejado de Cristóbal Colón y de su hermano e hijo eran muy pocos. Entonces decidimos parar la investigación, que se retomó en 2021. Está casi terminada.
P: ¿Y se sabe algo ya?
R: Los últimos datos han descartado muchas cosas y hay otras que sí pueden ser. Y hasta ahí puedo leer (sonríe).
P: Porque lo vais a anunciar públicamente.
R: Hay otras circunstancias, porque se firmó un acuerdo con Televisión Española y una productora ya que se está haciendo un documental. Con los resultados que se van viendo, ellos tienen que plantear la estructura del documental y las entrevistas. Todo ello es muy bonito, pero está retrasando el anuncio de los resultados científicos que ya hay.
P: Hasta hace muy poco has dejado de ser el director del Centro de Genómica e Investigación Oncológica (GENYO), donde permaneces como investigador. Pero, ¿por qué has abandonado la dirección?
R: La idea del centro GENYO se me ocurrió en 2006. El PTS estaba prácticamente vacío y yo pensaba que en Granada hacía falta un centro de investigación biomédico especializado en genómica. Hablé con el entonces rector, David Aguilar, y el vicerrector de Investigación, Rafael Payá. Les propuse hacer ese centro de investigación biomédica, en genética de enfermedades, etc. y convencí también a la Consejería de Salud de la Junta Andalucía. En el consorcio entró también Pfizer. Todo el diseño, hasta el nombre, fue idea mía y llevaba como director desde su creación en 2008. Pero, ahora, pasan dos cosas. Una, GENYO está ahí, funciona de maravilla, tiene investigadores maravillosos, entre ellos, la nueva directora científica, la doctora Marta Alarcón, que es una investigadora de altísimo nivel y para mí, cuando las cosas ya están funcionando así, ya dejan de tener atractivo. GENYO necesita otro tipo de gestión, de proyectos europeos, de unidades de excelencia, etc. que a mí me estaban quitando un tiempo muy importante frente a otros temas donde también necesito echarle muchísimas horas y viajes, como los programas DNA-PROKIDS y el DNA-ProORGAN. Avisé el año pasado de que quería irme y este año ya se ha hecho efectivo. Una persona no puede estar toda la vida en una cosa, aunque la haya inventado. Había llegado el momento en el que no podía aportar mucho más y me estaba quitando gran parte de tiempo. Me quedan 6, 8 o 10 años de vida activa potente al 100%, de poder viajar, trabajar, pensar y necesito que esos otros dos grandes proyectos que también hemos inventado en Granada se estabilicen en todo el mundo. Hay un montón de dinero para desarrollarlos, pero hay que estar en China, en Guatemala, en Bolivia, en Sudáfrica, en Bangkok...
P: El objetivo de GENYO es la investigación para luchar contra el cáncer. Las estadísticas son muy preocupantes. Se habla que, para 2030, uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres van a sufrir cáncer. Afortunadamente, gracias a la investigación, ya no existen los índices de mortandad de hace unos años, pero es muy preocupante.
R: Lo es. Hay aumento en la incidencia del cáncer. Esto está relacionado con el aumento de la expectativa de media de vida, pero lo más triste, lo más duro y lo que más pánico puede generar es que está comenzando a haber cáncer en edades más tempranas. El aumento de la incidencia no solo es hacia el final de la vida, que es un proceso lógico, porque el cáncer no deja de ser en un gran componente de ellos, no todos, la parte oncológica, fenómenos degenerativos celulares, del ADN, etc. que conforme va pasando el tiempo se van manifestando más. Hay cáncer infantil y en edades tempranas, pero la gran mayoría de los cánceres empiezan a partir de los 40, y más a los 50, más a los 60, y más a los 70 y en personas muy mayores que tienen cáncer que ni siquiera se diagnostican o que sí se diagnostican, pero ya no se hace nada, porque va a tener un crecimiento tan lento que no se van a morir de eso. Pero está comenzando a haber cánceres a edades más tempranas y sí es preocupante.
Inversión en investigación
P: Ante esta circunstancia, sorprende la poca cantidad de dinero que se invierte en centros de investigación como GENYO. En esta sociedad actual gana mucho más dinero el que marca goles que el que salva vidas. A los ciudadanos seguro que nos gustaría que se invirtiera más en investigadores, aunque sea por egoísmo.
R: La palabra clave ahí es egoísmo. No se trata de discutir si un futbolista o un tenista ganan más, que se podría discutir. El tema es que personas que tienen patrimonios impresionantes y otras personas que gestionan los patrimonios públicos, cómo no tienen identificados los problemas reales que afectan a la sociedad e invierten en ellos. Pero, precisamente, por egoísmo. Hay que dar y dotar todas las áreas de la investigación, por supuesto. Pero, ¿qué problemas tenemos en el mundo ahora mismo? En salud, el cáncer es uno que nos afecta y nos sentimos especialmente sensibilizados. Además, es vergonzoso que siga habiendo problemas como enfermedades infectocontagiosas y miles de personas muriendo por enfermedades que tendrían un tratamiento con antibióticos que valen 10 céntimos. O que se mueran los niños por falta de agua potable. Otro problema del mundo actual es la energía. ¿Es que si se invirtiese cinco veces más en investigación de nuevas energías y nuevos recursos no se conseguirían? Claro que sí. Tema de residuos sólidos, es importantísimo, sobre todo, el tipo de plásticos. Es demasiado banal y básico, pero que hay grandes problemas donde el dinero público debería concentrarse más en la investigación y, lógicamente, en todos los problemas del área biomédica por la salud de las personas, por el ser humano en su conjunto y, otro de ellos, en los problemas medioambientales. Ahí es cuando ves que van recursos para otras cosas que serán muy atractivas e interesantes, pero, oiga, que aquí se está muriendo la gente.
P: Para una persona como tú, que has viajado incansablemente por todo el mundo, y que ha visto cómo ha crecido Granada desde los años 80, ¿estamos en el buen camino en la apuesta de lo que queremos que sea Granada en el futuro para seguir creciendo?
R: En mi opinión personal, últimamente se está apostando bien. Por ejemplo, el proyecto de la agencia Granada Global. Lo que pasa es que todavía tenemos que saber qué queremos ser de mayores. Ahí hay discrepancia. Por ejemplo, cuando comienzan a comparar Granada con Málaga. Granada, por su tamaño, por su contexto, por lo que es la calidad de vida y el desarrollo de esta ciudad, lo que lo tiene que dar es algo proporcionado a ello. Por decirlo en números fáciles: prefiero aquí mil personas que ganen todos los años y coticen un millón de euros cada una a tener un millón de personas que cotizan o aporten mil euros cada una. El crecimiento de Granada tiene que ser hacia el conocimiento, en la investigación, en el desarrollo de empresas tecnológicas, en el desarrollo de empresas biomédicas, etc. y eso implica una calidad. Granada no tiene que obsesionarse en la competición con Málaga en atraer miles de personas, es perfecto que estén allí y eso, al final, va a repercutir positivamente en Granada porque la distancia entre ambas ciudades, tanto en coche como en tren, cada vez será más corta. Granada tiene que identificarse activamente hacia una ciudad del conocimiento. El valor de la Universidad de Granada todavía no lo entienden un montón de gente ni en lo público ni en lo privado. En los últimos quince o veinte años, la Universidad ha dicho aquí estoy y somos capaces de hacer todo esto. Y, a partir de aquí, vamos a contar con todo lo necesario. Pero sigue habiendo gente que no sabe todavía lo que queremos ser de mayores. Estamos alrededor de medio millón de personas entre la ciudad y el Área Metropolitana y, en mi opinión, a nosotros no nos interesa que esta población se incremente en 100.000 o 150.000 personas más. A nosotros lo que nos interesa es una ciudad y zona geográfica capricho, que el contexto natural es maravilloso, y tener los mejores servicios.
Apuesta por el conocimiento
P: ¿Eso cómo se consigue?
R: Con un desarrollo del conocimiento que atraiga a personas que puedan desarrollar rentas altas que aporten mucho y que Granada sea realmente un polo de atracción en ese sentido. La masificación habría que tratar de conseguirla en zonas despobladas en otros lugares. Y Granada tiene que luchar por eso, incluso, frente a instituciones públicas de tipo nacional o de tipo autonómico cuando no entiendan claramente cuál es el desarrollo de Granada. Por ejemplo, la trastada de dejarnos sin Aesia, aunque se pueda superar de otras maneras, y otras cosas de ese tipo, es absolutamente intolerable porque había méritos objetivos sobrados para que fuese Granada y porque ese es el tipo de conocimiento que nosotros necesitamos aquí: 80 personas que viven y están en Granada no solo con el sueldo, que eso repercute en los impuestos que pagas y repercute en la ciudad, sino con el movimiento que atraes de personas que tienen que venir a hacer gestiones con la Aesia y con ese tipo de empresas. O la Agencia Estatal de Salud. Ese es el tipo crecimiento muy ligado a un conocimiento de mucha calidad. Eso, además, no es solo lo que genera, sino la atracción que luego tienes con gente que se forma aquí, que se va a trabajar fuera y que luego vienen y montan una empresa o un consorcio, que ya está pasando. Hay creérselo mucho más. Últimamente vamos en el buen sentido, pero se ha llegado más a ese buen camino por exclusión que por darnos cuenta que es la única solución que hay y que hubiese habido ese convencimiento desde el principio. Se debería haber visto el potencial que tiene la Universidad y todo lo que hay alrededor. Ya hay aquí empresas potentísimas, hay un área sanitaria de un cierto nivel y ya tenemos cosas que empiezan a sumar. Ya no es solo que dependa de la Universidad sino que, además, ha encontrado unos huecos enormes en áreas que tienen un desarrollo potencial gigantesco. Y ahí sí que tiene que centrarse todo ese tipo de investigación y de desarrollo.
P: La imponente presencia de la Universidad de Granada.
R: Si tú tomas esos rankings internacionales mundiales de Shanghái sobre número de publicaciones y demás, ¿por qué no le añadimos cuánto aporta esa universidad determinada, no solo el PIB, que es un dato muy objetivo y estrictamente económico, sino cuánto aporta al desarrollo y al equilibrio de la ciudad donde está o de su área geográfica? Granada estaría la número uno del mundo. Ya estamos la 250 utilizando todo esos rankings, compitiendo incluso con universidades privadas que tienen presupuestos diez veces mayores que las nuestras, etc. Si a eso le añades lo que nosotros aportamos como universidad a conocimiento, enriquecimiento y demás, estaríamos la número uno del mundo. Entonces, no seamos tontos, que la tenemos aquí. Vamos a mantener y conseguir que ciertas cosas tengan un nivel, pero creciente día a día.