José Fermín Fernández da un auténtico recital en el Festival de la Guitarra

El guitarrista granadino entusiasmó al público que se congregó en la Peña de la Platería

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José Fermín Fernández en un momento de la actuación en la Peña de la Platería | Foto: José Albornoz
Gabinete
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La Peña de la Platería, además de ser la más antigua del mundo, dispone de unas instalaciones extraordinarias. En la actual situación sanitaria, sus amplios jardines, con unas extraordinarias vistas a la Alhambra, permiten la celebración de espectáculos, mientras que su sala de conciertos aguarda otro momento para volver a convertirse en un referente de lo mejor del flamenco. La sesión programada este viernes en este recinto por el Festival de la Guitarra supuso la vuelta a los escenarios tras el periodo de inactividad derivado de la pandemia de José Fermín Fernández. Este artista granadino, de apenas 25 años, tiene encalidados no solo a los amantes de lo jondo, sino también a todos los que gustan de la música con mayúsculas. El reciente Bordón Minero en el Festival de La Unión o la concesión del Premio Nacional de Flamenco recibido en Córdoba, marcan una carrera que puede suponer una auténtica revolución para la guitarra.

Estilo propio

Fernández dispone de una digitación simpar por su velocidad y precisión, en sus creaciones modifica los palos e incluso se atreve con los casi desterrados. Entre los espectadores, auténtico sabios del flamenco como el cantaor Juan Pinilla, seguían con interés su intervención y a su término, José Fermín departió con el Maestro Pepe Romero, que a buen seguro le dio consejos inteligentes.

El guitarrista, que hace unos días estrenaba paternidad, como comentó al público, no abusó del tiempo. Dos partes medidas, con intermedio también preciso, que a buen seguro a más de un aficionado le pudo parecer poco, pero que cabe entender como lo necesario para ofrecer un recital de acuerdo con los ritmos del reloj de los tiempos modernos. Presentaba un zapateado, una serrana o un granaina y era su música la que se sobreponía sobre el palo, atreviéndose incluso con algo tan inusual en este tipo de conciertos como unas sevillanas, tan particulares y personales como toda su intervención. No faltó el esperado final por bulerías, que ya terminó de entusiasmar al auditorio que mostró un justificado entusiasmo ante quien está llamado a escribir páginas de máximo relieve en el mundo de la música. Condiciones no le faltan y ahora la orientación de su carrera nos puede deparar momentos muy importantes.