La búsqueda de un futuro mejor, frenada por los prejuicios

La asociación Granada Acoge aporta información y ayuda a la población inmigrante para que pueda desenvolverse en su vida cotidiana de forma independiente

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Imagen ilustrativa | Foto: Archivo/E.P.
Sarai Bausán García | @Sarai_Bausan
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Con solo siete años, Youssef ElAyad emprendió un viaje que cambiaría su realidad para siempre: dejaba su Casablanca (Marruecos) natal para dirigirse a Granada junto con sus padres y sus hermanos en busca de una oportunidad de vida mejor. Un camino que le llevó a compartir su vida con nuevos amigos y vecinos que, tal y como él mismo asegura, les acogieron como una familia más del lugar.

Pero, a pesar de que todos sus recuerdos se remontan al territorio nazarí y que siempre ha sentido ésta como su casa, Youssef rememora un recuerdo que, como él, viven día a día la gran mayoría de los inmigrantes que dejan sus países de origen y se adentran en un nuevo lugar para mejorar su situación: los estereotipos y los prejuicios son un freno constante a su plena convivencia.

“El cambio para mí fue algo muy natural porque era pequeño. Pero, aunque tengo muy buenos recuerdos de todo ese proceso, sí que recuerdo episodios complicados de alguna que otra vivencia de rechazo o discriminación por temas de prejuicios. Es una actitud de rechazo que vivimos todos”, relata.

Una opinión con la que coincide Sylvia Koniecki, coordinadora de Granada Acoge, asociación granadina que busca que en el futuro se pueda vivir en una “sociedad igualitaria y plural” y que dedica su esfuerzo a que las personas venidas de fuera cuenten con la ayuda necesaria para alcanzar unas condiciones de vida dignas y puedan desenvolverse a corto plazo de forma independiente en su nuevo país, así como denunciar los episodios de injusticia que se padecen en ocasiones.

“Si miramos en los países de alrededor, en Europa, vemos que hay muchos discursos políticos que llevan a que se den estas situaciones de discriminación que generan miedo y que provocan una criminalización de la población que viene de fuera y que solo busca encontrar una vida mejor y unas mejores condiciones, y no viene a quitarle el trabajo a nadie”, recalca la coordinadora.

LOS DISCURSOS DISCRIMINATORIOS, UNA “PELIGROSA” REALIDAD

De ese modo, este colectivo padece día a día “actitudes pequeñitas, gestos cotidianos” que, aunque no sean una agresión física o verbal, hacen que se sientan discriminados y alejados de esa deseada interculturalidad. “Si nadie se sienta contigo en el autobús, te tratan distinto, te mira por la calle y no te tienen en cuenta como ciudadano, eso al final hace que te sientas discriminado”, añade Koniecki.

En Granada, las pintadas contra las personas extranjeras y los discursos de ultraderecha -como el del colectivo Hogar Social que solo da alimentos a las personas españolas necesitadas-, se encuentran en una creciente proliferación. Tal y como explica Sylvia Koniecki, es “peligroso” el calado que este tipo de acciones y pensamientos tiene en la sociedad pues “buscan tocar las inquietudes de la ciudadanía y, sobre la indignación, construyen un discurso excluyente”. Por ello, aseguran que deben tener un “discurso distinto, alternativo y positivo” que desmonte los prejuicios pero que nace con el hándicap de que “vende mucho menos porque es más fácil tocar la sensibilidad de la gente que lo pasa mal y es muy complicado desarmar esos pensamientos”.

 

FORMANDO AGENTES “ANTI PREJUICIOS”

Por ello, desde Granada Acoge llevan a cabo las jornadas ‘Stop rumores’ en las que intentan incrementar el carácter crítico de las personas y que los mismos se conviertan en agentes “anti prejuicios” que desmonten estos estereotipos y adquieran las capacidades suficientes para, con datos fiables, mostrar la verdaderas circunstancias.

Youssef ElAyad cuenta la situación de las personas inmigrantes en Granada | Foto: S.B.G.

Y es que, tal y como comenta la coordinadora, “si a un niño continuamente le dices que por ser inmigrante va a ser vulnerable, es malo, es un delincuente, lo tratas de forma distinta y le dices que va a ser excluidos, al final asume esos rasgos como su identidad”, pues debe no solo superar su propia condición sino también la que le ha impuesto una reticente sociedad.

Una situación que se une a la ya inherente dificultad de desconocimiento del idioma y a la posición de indocumentación que algunos de ellos padecen. Según cuenta Sylvia Koniecki, cuando una persona llega a España con un visado de turista para tres meses –“la gente tiene la idea de las pateras, pero no suele ser siempre así”-, cuando finaliza ese periodo debe esperar tres años para poder obtener de nuevo la documentación que les permita legalizar su permanencia en el país.

Así, una de las formas que tendrían de poder legalizarla sería, según Koniecki, mediante un contrato de trabajo a tiempo completo por un año, pero “¿quién te ofrece ese tipo de contratos ahora?”, se pregunta. “Además, con la pérdida del empleo puedes perder la documentación o no tener acceso a ella”, recalca. Una realidad que le hace preguntarse a Sylvia que, durante esos tres años que deben trascurrir, de qué pueden vivir estas personas.

"EN CUALQUIER MOMENTO PUEDEN SER DETENIDOS POR ESTAR INDOCUMENTADOS"

A esta agonía se une el hecho de que en cualquier momento puedan ser detenidos por no tener su situación administrativa en regla y puedan acabar en un centro de internamiento hasta 60 días hasta que se decida su posible expulsión del país. De ese modo, la incertidumbre y la ansiedad se convierte en un habitual para este colectivo que vive con el miedo de que en cualquier momento su estado empeore y su sueño de una vida mejor se interrumpa para siempre.

Por ello, desde Granada Acoge llevan a cabo una labor que interviene en áreas como vivienda, o empleo, así como en asesoramiento jurídico y documental, clases de español e intervención con familias y menores. “Con todo esto lo que esperamos es cubrir sus necesidades básicas para que puedan ser autónomos lo antes posible”, añade Koniecki.

“Ahora mismo vemos cómo las personas inmigrantes y los autóctonos nos vemos entre nosotros y no nos tocamos. Coincidimos con gente de otros países, pero no nos mezclamos mucho con ellos y eso es lo que tenemos que cambiar porque tenemos muchas inquietudes en común”, muestra la coordinadora, quien asegura que “en vez de vernos como gente inmigrante y autóctonos tenemos que vernos como vecinos y vecinas del mismo lugar”.

De ese modo, desde Granada Acoge piden que se visibilicen las diferencias como algo natural y que desde las instituciones no se reproduzcan los prejuicios y se tengan en cuenta que la convivencia es en beneficio de todos ya que “siempre hemos ido cambiando con el paso del tiempo hasta mejorar y es momento de cambiar y que no sean inmigrantes los que se tengan que integrar, sino que todos cambiemos hacia la misma dirección”.