La falta de estudios puede ser tan mortal como el tabaquismo
"Nuestros resultados sugieren que las políticas y las intervenciones que mejoran el nivel de formación podrían mejorar sustancialmente la supervivencia en la población estadounidense, especialmente teniendo en cuenta las crecientes disparidades educativas"
Las barreras educativas y los obstáculos financieros podrían contribuir a una mala evolución de la salud de las personas que las sufren, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Colorado en Denver (Estados Unidos) que, después de examinar décadas de datos, han encontrado una relación directa entre los niveles de educación y la muerte.
Según su investigación, la educación superior es un fuerte predictor de la longevidad debido a factores como mayores ingresos, comportamientos saludables y la mejora del bienestar social y psicológico.
Los autores del trabajo, que incluyó a científicos de la Universidad de Nueva York y la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Estados Unidos, y cuyos resultados se publican en la revista 'Plos One', analizaron datos de población desde 1925 para determinar cómo los niveles de educación afectan a la mortalidad en el tiempo.
"Nuestros resultados sugieren que las políticas y las intervenciones que mejoran el nivel de formación podrían mejorar sustancialmente la supervivencia en la población estadounidense, especialmente teniendo en cuenta las crecientes disparidades educativas", afirma el coautor del estudio, Patrick Krueger, profesor en el Departamento de Salud y Ciencias de la Conducta en el Universidad de Colorado.
"A menos que estas tendencias cambien, la mortalidad atribuible al bajo nivel de educación seguirá aumentando en el futuro", afirma este experto, quien asegura que la falta de estudios puede ser tan mortal como el tabaquismo.
Según la investigación, los bajos niveles educativos son comunes en Estados Unidos, con más de un 10 por ciento de los adultos entre las edades de 25 y 34 años que carecen estudios de la escuela superior y otro 28,5 por ciento que tiene alguna formación superior pero sin licenciatura.
Mediante el uso de los datos de la 'Survey Interview Health' de 1986 a 2006 de los Centros Nacionales para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, Krueger y sus colegas, entre ellos la estudiante de la UC en Denver Melanie Tran, analizaron a más de un millón de personas para estimar el número de muertes atribuibles a los bajos niveles de educación entre los individuos de 25 a 85 años en 2010.
145.243 MUERTES SE PODRÍAN HABER SALVADO
Descubrieron que 145.243 muertes se podrían haber salvado en 2010 si los adultos que no habían terminado la secundaria hubieran pasado un examen de desarrollo de educación general u obtenido el título de bachillerato. Eso es comparable con el número estimado de muertes que podrían evitarse si todos los fumadores actuales tuvieran las tasas de mortalidad de los exfumadores. Además, se podrían haber salvado 110.068 vidas si los adultos que estuvieron en alguna universidad hubieran completado su grado.
Krueger y sus colegas también examinaron los datos de los nacidos en 1925, 1935 y 1945 para ver cómo los niveles de educación afectaban a la mortalidad en el tiempo. Así, vieron que las diferencias en la mortalidad entre los distintos niveles de educación se ampliaron sustancialmente con el tiempo. Por ejemplo, las tasas de mortalidad cayeron modestamente entre aquellos con grados de secundaria, pero mucho más rápidamente entre las personas con títulos universitarios.
'Healthy People 2020' --una iniciativa para mejorar la salud de los estadounidenses década por década-- establece metas para aumentar el porcentaje de estudiantes que terminan la escuela secundaria en 2020. Los investigadores dijeron que en base a sus resultados, el cumplimiento de estos objetivos podría tener un impacto sustancial en los patrones de supervivencia futura.
"En la política de salud pública, a menudo nos centramos en cambiar comportamientos de salud como la dieta, fumar y beber", señala la coatura del estudio Virginia Chang, profesora asociada de Salud Pública en la Escuela Steinhardt de Cultura y Educación de la Universidad de Nueva York, en Estados Unidos, quien apuesta por que la educación sea un elemento clave de la política de salud en el país.