La Fundación Francisco Ayala acoge los cuadros de Luz García-Duarte, madre del artista

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La delegada territorial de Educación, Cultura y Deporte, Ana Gámez,  acompañada  de la Vicerrectora de Extensión Universitaria de la Universidad de Granada, Mª Elena Martín Vivaldi y de la esposa del autor, Carolyn Richmond de Ayala, ha presentado hoy en la Fundación Francisco Ayala cuatro cuadros pintados por Luz García-Duarte, madre del escritor, que vuelven a Granada cedidos por el hermano del mismo, Vicente Ayala, tras un largo periplo fruto del exilio.

El hermano del autor granadino donó a la Fundación Ayala estos cuadros, que llevó consigo al exilio, ocultos en el fondo de un baúl, y que conservó a lo largo de su vida, hasta su reciente fallecimiento en Buenos Aires a la edad de 101 años. “En estas obras está viva la historia reciente de nuestro país, la historia de familias que tuvieron que exiliarse tras la guerra civil, la historia de personas que se vieron obligadas a vivir su vida en otros países por culpa de la dictadura franquista”, explicó Gámez. “El retorno de estos cuadros tiene un aspecto simbólico, ya que la memoria de los exiliados constituye una pieza fundamental para construir la historia de la España actual”, concluyó la delegada territorial.

La esposa de Francisco Ayala ha querido agradecer a la Delegación de Educación, Cultura y Deporte y al Vicerrectorado de Extensión Universitaria el apoyo recibido para la exhibición de estas piezas, así como “la calurosa acogida de la ciudad de Granada a la Fundación”. “Esta ciudad se ha convertido en mi verdadero hogar ya que ha mostrado un cariño excepcional a la memoria de mi marido”, añadió Richmond.

Las obras se podrán visitar en la Fundación Francisco Ayala, que tiene su sede en el Palacete de Alcázar Genil. Se trata de las tablas 'Jarrón con flores y libro' y 'Jinete moro', además de un lienzo que representa la escalera del jardín de su casa paterna y un 'Paisaje al carbón', sobre papel. La Fundación recibió además un tablero de backgammon fabricado en taracea por el padre de los Ayala.

Historia de un periplo

Estas cuatro obras fueron pintadas en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX por Luz García-Duarte, madre de Francisco Ayala, que fue una mujer culta y de mentalidad liberal.

Los cuadros salieron de Granada en 1922, cuando la familia de Francisco Ayala se fue a vivir a Madrid, para solucionar problemas económicos. Al llegar la República, el padre de Ayala es nombrado administrador del Monasterio de las Huelgas Reales, en Burgos y la familia pasa a vivir allí. En ese lugar muere Luz García-Duarte, en 1934. Cuando comienza la guerra en 1936, el padre y varios hermanos de Francisco Ayala son encarcelados. Rafael, el hermano menor, y el propio padre fueron fusilados en los primeros meses de guerra. Otro hermano, Vicente, fue sacado del presidio burgalés para formar parte de la vanguardia de las tropas nacionalistas, que necesitaron ser reforzadas durante la batalla del Ebro. Al acabar la guerra, los supervivientes de la familia Ayala-Garcia Duarte se exiliaron en América. Vicente Ayala, que pudo permanecer unos meses más en España sin ser molestado, en su condición de excombatiente del bando vencedor, se las arregló para recuperar los enseres de la casa familiar que pudo, entre ellos los cuadros de la madre que no habían desaparecido. Tras muchas peripecias, zarpó hacía Argentina, llevando los cuadros ocultos en el fondo de un baúl, para evitar problemas en las aduanas.

Vicente Ayala ha vivido ciento un años; murió hace seis meses en Buenos Aires, donde abrió una librería en 1940; siempre se sintió muy unido a su hermano mayor, que lo protegía desde que eran niños. En América los cuadros de la madre se repartieron entre los hermanos (Francisco, Eduardo, José Luis, Vicente y Mari Luz); cuatro de los que conservó Vicente son los que ahora han pasado a pertenecer al legado de la Fundación, ya que antes de morir los donó para que regresaran a Granada.

La Fundación ha instalado estos cuadros en la sala donde está también la biblioteca de Francisco Ayala, que se terminó de recibir hace apenas un año, cuando llegaron desde Nueva York los más de mil volúmenes que conservaba allí Carolyn Richmond.