La integridad de la empresa
Recientemente nos visitó en el despacho el General del MADOC Antonio Ruiz Benítez, con motivo de la grabación de un programa de radio que emitió la COPE sobre los valores militares aplicados al mundo empresarial. Éste nos habló sobre La integridad como paradigma de los valores militares. La palabra integridad proviene del latín integrĭtas y se dice de aquel que es honrado, honesto, siente respeto por los demás y por sí mismo, directo, apropiado, responsable, que ejerce control emocional, puntual, leal, pulcro, disciplinado, congruente y firme en sus acciones.
Nos dijo también el General que un militar es un servidor público dispuesto a hacer el máximo sacrificio en favor de la Patria, como es el de su propia vida. Es honesto, honrado, recto y fiel a sus valores, de hecho dice el artículo 14 de las Reales Ordenanzas “El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio”.
Ese día volvió a mi memoria la importancia que la integridad tiene no sólo en el contexto de las Fuerzas Armadas, sino en el de cualquier entidad, institución, empresa u organismo. Con demasiada frecuencia estamos siendo espectadores de conductas inadecuadas y prácticas inmorales en todos los ámbitos sociales, incluido el empresarial, difundidas continuamente por los medios de comunicación.
Frente a esto la sociedad nos exige integridad y fortaleza, más allá de las cifras económicas de negocios exitosos, pues sólo los éticos, los asentados en férreos valores, han resistido la prueba del tiempo y los avatares que deja tras de sí una crisis económica. De ahí la necesidad de determinar cuáles son los valores adoptados por la empresa, cuál es su código ético, pues este guiará los valores de aquellas personas que trabajan en ella y la diferenciará de su competencia.
Pero las exigencias de la ética van más allá, convirtiéndose en normas que, una vez concluidas, dibujan el triunfo y la satisfacción personal en su vertiente empresarial. Y es que el líder es una persona colmada de valores a nivel íntimo que simplemente plasma en su empresa lo que siente y cómo lo siente, su forma de concebir la vida, su trato a las personas y su propia concepción de cómo le gustaría ser tratado.
Apropiándome de términos nietzscheanos sería el superhombre de los valores, que vuelca en su empresa una serie de principios éticos que le hacen honesto. Y no sólo porque paga sus impuestos sino porque entiende el porqué de la colaboración a través del sistema impositivo y lo defiende. Tampoco porque respeta a su familia y a sus clientes, sino porque se encarga de hacer entender a sus trabajadores el porqué de la honestidad en la filosofía del trabajo y lo hace a través del trato que les proporciona.
Éste es el auténtico líder, el genuino empresario preparado para triunfar, el que es sabio en valores de lealtad, generosidad, perseverancia, humildad y valentía, y los practica en todos los ámbitos de su vida, pues sabe que la única manera de ganarse la confianza de los demás es el ejemplo.
Y es sabido que las relaciones tanto personales como económicas sólo se mueven por la confianza y esta sólo se consigue si nuestras actuaciones se basan en un ideario de principios éticos y morales que permitan a cualquier persona prever que nuestra respuesta, aunque no sepa exactamente cuál va a ser, va a estar basada en una serie de valores que no nos tienen que hacer temer. Quien no esté preparado para proporcionar a la sociedad esta confianza, seguridad y certidumbre no puede lamentarse por acusaciones de falta de integridad, pues integro es sólo aquel en quien se puede confiar.