La manada en extinción | Galería y Vídeo
Ariel Rot llegaba al ciclo de conciertos “los especiales de Alhambra” con un disco nuevo bajo el brazo: La Manada
En el auditorio Manuel de Falla el aforo apenas completaba la sala A1 en este sábado 2 de diciembre. Un puñado de fieles acompañó al mítico rockero argentino en otro recital que pasó quizá demasiado desapercibido en cuanto a publicidad (y por lo tanto en cuanto a público).
El profe Ariel
Un enjuto Ariel salía a escena con diez minutos de retraso. Empezaba relatando su semana encerrado, la magnífica canción que abre su nuevo disco. La banda que lo acompañaba la componían teclados, bajo y batería, en una mezcla de veteranía y juventud. Con Ariel no hace falta más guitarras, de verdad que no. Ya se ve en el primer tema, en el que es capaz de hacer riffs y melodías al mismo tiempo que canta.
Ataviado con chaqueta, pañuelo y gafas tipo Lennon, parecía un profesor, un profesor del rock n’ roll en este caso; y del rock n’ roll old school para ser precisos. Las letras de su nuevo disco destilan madurez (“ser frágil está mal visto en un mundo despiadado”).
Siguieron con seriedad el repaso al disco hasta que se cambió a la guitarra Gretsch y empezó la fiesta. Fueron cayendo algunos de sus temas de toda la vida (para eso tiene esa extensa carrera repleta de buenos temas), junto con las canciones del disco que quedaban.
Estamos hablando de un tipo con mucha clase, mucha elegancia y mucho mundo vivido. Te habla con la guitarra, de hecho sus solos los hace mirando directamente a los ojos del público. Destila sinceridad y autenticidad. Ninguna frase está de más, no hay ningún artificio innecesario. Es capaz de ser emotivo y desgarrador (“Adiós carnaval”, “En el borde de la orilla”, “Me voy de viaje”), y también de decir que comience la fiesta (“Espero que me disculpen”, en la que intervienen Los Zigarros en el disco).
La banda, por supuesto, a la altura de lo que se esperaba; y eso que no era fácil sustituir a Candy Caramelo. Insisto en que no hacía falta más guitarras, Ariel se basta. Como cabía prever, al final fueron cayendo varios clásicos. Hubo un guiño a Tequila (sin excederse), se rememoró la noche terrible, funesta del marinero y el capitán, y vibré en mi asiento con “Vicios caros”.
Baile de ilusiones
Hicieron un final “oficial” con “Me estás atrapando otra vez”, una canción de una belleza contundente, antes de dar paso a la milonga, el baile de ilusiones, y un último rock n’ roll de despedida con el que todo el mundo se puso de pie.
Ariel Rot podría vivir perfectamente del legado de Tequila y Los Rodríguez, vendiendo nostalgia sin más y entrando en esos circuitos de música que se sabe que va a funcionar. Y seguramente llenaría más. Pero no, no es su estilo. Él sigue apostando por crear nuevas canciones, por seguir diciendo cosas dentro de su estilo, por generar un legado para el rock n’ roll, esa música en vías de extinción. Y lo admiro profundamente por tener ese planteamiento, quizá sea el rockero que mejor está envejeciendo. También lo admiro por cómo toca la guitarra, claro, haciendo que lo difícil parezca fácil.
He echado de menos a muchas personas del mundo musical de Granada en ese concierto, quizá deberíamos mirarnos menos el ombligo y saber reconocer las cosas hechas con honestidad. Gracias, Ariel, por tu legado. Seguiremos manteniendo vivo el rock n’ roll, esa música del siglo pasado, todo lo que podamos.
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