La sanción al Almería es un cachondeo

Dijo Sandoval hace exactamente diez días, que es el escueto tiempo que lleva en el banquillo rojiblanco, que mucha gente daba al Granada por muerto y eso era un error. Me alegra ver cómo, entre otros, me ha callado la boca el extécnico de Rayo y Sporting. Como humilde columnista de este extraordinario diario digital no se me caen los anillos por levantar la mano el primero. Yo he ‘asesinado’ al equipo nazarí en estas últimas semanas (y meses) un fin de semana sí y otro también. En 34 jornadas, se habían logrado cuatro triunfos, el equipo era una ruina, la gestión en los despachos ídem y hace solo semana y media la salvación se escapaba a seis puntos con doce en juego. Pero entonces, llegó Sandoval y ¡milagro! Dos victorias consecutivas ante Getafe y Córdoba (primera vez que ocurre en toda la Liga) y el equipo ahora afronta las dos últimas jornadas del campeonato fuera del descenso. ¿O no?

Aquí se lleva mucho tiempo pasando por encima, como el que ve llover en invierno, de la sanción de la FIFA al Almería que le quita al equipo andaluz tres puntos. Son ya varios meses en los que se debate sobre este asunto y la única realidad es que hasta la próxima semana, el TAD no decidirá si finalmente el conjunto andaluz se queda sin esos tres puntos o, por el contrario, revoca la decisión del máximo organismo del fútbol mundial. Parto de la base de que la sanción me parece desmesurada e injusta. El Almería le puso remedio a la deuda por la que fue castigado, aunque lo hiciera fuera de tiempo, y no creo que su infracción sea como para quitarle tres puntos, pero si la FIFA piensa justamente lo contrario, lo que no puede ser es que a falta de dos jornada para que termine la Liga, aún no sepamos si el Almería tiene a estas alturas 32 puntos o 29, jugándose lo que se está jugando: jugar en la élite otro año más, nada más y nada menos. De ser lo primero, el Granada seguiría en descenso. De ser lo segundo, no. Un pequeño gran detalle. Menudo cachondeo todo este asunto de la sanción del Almería. Para mear y no echar gota.