La única inversión que nunca falla: no te arrepientas nunca de ser buena persona
No te arrepientas nunca de ser buena persona. Además, para ser un buen profesional, es básico y necesario, ser una persona amable, alegre, afable con uno mismo y con los otros, agradable... Trabajar, regular y gestionar adecuadamente las emociones, nos puede ayudar a conseguirlo. Porque los sentimientos bonitos hacia la gente que nos importa nos los tenemos que expresar a la cara más a menudo y además no debemos desaprovechar ninguna buena ocasión para reír, llorar o darnos un buen abrazo. Son elementos que, sin duda, nos pueden ayudar a ser mejor persona.
Estas son cosas de la buena gente como diría Benedetti.
“La gente que me gusta”
O como dice el poema de Hamlet Lima Quintana:
Hay gente que con solo decir una palabra, enciende la ilusión y los rosales;
Que con solo sonreír entre los ojos, nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente que con solo dar la mano, rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas,
Que con solo empuñar una guitarra, hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con solo abrir la boca, llega a todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas, y se queda después, como si nada. Y uno se va de novio con la vida, desterrando una muerte solitaria pues sabe que a la vuelta de la esquina, hay gente que es así, tan necesaria.
Porque como escribe mi amigo Alex Rovira, esta buena gente es la que te hace la vida más llevadera cuando ésta se complica y se pone cuesta arriba; ellos son el consuelo en el dolor, incluso los que hacen que las crisis, las travesías del desierto, puedan acabar en oasis, o igual en paraísos.
Y es que tener en cuenta estas ideas de “la gente que me gusta”, nos ayuda a contagiar emociones y comportamientos. Por tanto, es fundamental trabajar bien los aspectos emocionales. Disponer de una buena inteligencia emocional nos ayudará en el futuro a tener una vida mejor, a mejorar las relaciones entre personas, a disminuir el estrés.... De todas formas, es importante saber que la capacidad para trabajar en equipo (70%), para resolver conflictos (57%) y para tomar decisiones (46%) junto a las habilidades emocionales son, hoy en día, las habilidades más valoradas por las organizaciones y que más ayudan a mejorar el futuro en el trabajo y el clima emocional en un equipo.
Las emociones son valiosas, ya que ofrecen una recompensa, siempre y cuando seamos capaces de hacerles frente de manera efectiva, ya que podemos aprender mucho sobre nosotros mismos y sobre nuestras necesidades, porque ayudan a conectar con los demás y conseguir grandes logros, como por ejemplo saber manejar el estrés, ya que esas personas tendrán sistemas inmunes sanos, que no se enferman con tanta frecuencia, y tendrán relaciones mucho más saludables. La solución a este mejor futuro se enmarca en el ámbito del desarrollo de estas habilidades emocionales. Son tan imprescindibles que los avances tecnológicos nunca va a superar ni a dominar. Las habilidades emocionales podrían reforzar, por un lado, trabajos ya existentes y, por otro, configurar nuevas modalidades de empleo. En el trabajo emocional, los sentimientos se integran en las competencias de un profesional, tanto a la hora de gestionar equipos como de atender al público o de asistir a personas enfermas o dependientes. Se aplica para generar cierto estado anímico en el paciente y también para gestionar inquietudes y malestares del propio profesional.
Es verdad que a veces sucede algo en nuestra contra. Que los buenos gestos no siempre se acompañan de reconocimiento (que bonita e importante es la palabra capicúa RECoNoCER). Y no ya solo de reconocimiento… sino que en tantas ocasiones nos habremos dado cuenta que los gestos no han sido, ni si quiera, percibidos por el otro.
Cuando nuestro gesto de bondad no es percibido por el entorno, la frustración y la impotencia muchas veces se hace eco en nuestro cuerpo y en nuestro sentir. Sobre todo cuando esto sucede de manera mantenida en el tiempo y con personas que queremos. No obstante, las personas que nos gusta cuidar y hacer sentir bien a los demás no deberíamos cesar en este instinto de cuidado hacia el otro solo porque no sea percibido por los demás.
Muchas veces esperamos recibir lo que damos a los otros. Como si se tratara de una operación matemática exacta. Alimentamos el pensamiento de que vamos a obtener siempre lo que merecemos cuando no es así. Ojalá este mundo fuera un ecosistema justo, con leyes claras de antemano que nos dijeran a qué atenernos. Sin embargo, la realidad no es así.
La dificultad de ser buena persona en un mundo que no es justo
Nosotros solemos pensar que las personas buenas serán recompensadas y las personas malas serán castigadas. No existe tal ley en la vida. Esta idea, errónea, genera muchas expectativas alejadas de la realidad. Es como si diéramos por supuesto lo que va a acontecernos.
Incluso en ocasiones extremas en que a pesar de todo el mundo cambia, la mala gente no lo hace. O lo hace para empeorar. Y que nada cuida más que sentirte bien, y que una decisión tan simple como huir de los que te hacen la vida imposible te acerca bastante a la felicidad, como decía el gran Carles Capdevila. Y es que el optimismo de querer vivir la vida, de sentirla, de agarrarse a ella, es siempre la opción más recomendable y, cuando las cosas vienen mal, resulta, sin duda, imprescindible. Y es que nada cura más que sentirte querido, reconocido, valorado... Y que estando cerca de la gente que padece, tiene dolor, le han diagnosticado una enfermedades, tiene una enfermedad que no saben como tratar... puedes recibir un montón de lecciones de dignidad. Y que la actitud que tenga ya ante esos problemas marca la diferencia en cómo lo solucionamos. Y esta solución necesita de autoestima y de que las antenas de la curiosidad no se apaguen nunca.
La vida no es justa en este aspecto. Hay personas buenas sufriendo y personas malas erigiéndose victoriosas en un mundo a veces confuso. No obstante, esto no implica que la bondad sea algo sin sentido, no valorado, no valioso o no reconocido. Es algo absolutamente necesario que da una calidad diferente a las relaciones.
La bondad siempre regresa a uno mismo, a pesar de que no sea vista ni sentida por otros. Es evidente que las buenas personas aportan luz y brillo en las relaciones. No nos podemos arrepentir de ser bondadosos solo porque muchas veces no sintamos que nuestra bondad sea percibida y apreciada por los demás. Siempre hay personas que valorarán nuestros gestos. Así, lo más importante, no es que los demás reconozcan lo que somos, sino que nos sintamos cómodos con nuestra propia forma de apreciar a los demás.
Ser buena persona, en la medida en la que lo que hacemos es puro y sin un interés de reconocimiento por parte de los demás, nos hará conseguiremos sentirnos bien con nuestra bondad. Pensemos que ello tiene el poder de reconfortarnos.
Cuando lo que hacemos es porque nacemos de esta manera estamos siendo justo con nosotros mismos y con el otro o los otros. No obstante, si queremos obtener algo del otro, podremos pedírselo.
Por una declaración honesta de intenciones.
Si queremos que las otras personas sean detallistas con nosotros, podemos pedírselo, pero tendremos que aceptar que si empiezan a serlo quizá sea de manera forzada y no natural.
Quizá sea mejor para nosotros, aceptar que el otro, con mucha probabilidad, no va a mostrar su agradecimiento exactamente de la forma o en el tiempo que nos gustaría. Ser buena persona desde esa pureza es un acto de autenticidad que no debemos perder.
Seamos honestos con nosotros mismos y planteemos realmente cómo actuar de manera más auténticas. Además, no nos arrepintamos de ser buena persona. La bondad siempre vuelve en forma de paz con uno mismo. A nosotros somos a quienes nos importa más hacerlo.
Y además, es importante tener en cuenta que lo peor del miedo es cuando se instala al volante y nos puede paralizar por completo o nos hace decir mentiras, o nos hace ser fríos, o nos hace tirar demasiado toallas, o nos impide vivir. Y es que necesitamos más esperanza. Tenemos que estar más cabreados y más ilusionados a la vez. Nos conviene señalar a los malos, mirarles a los ojos, no asumir que esto toca, mostrarles toda la rabia (siempre con cariño) que sentimos. Y simultáneamente ir arreglando el día a día, desde el inconformismo y con la certeza absoluta de que es posible.
Y por último, tener en cuenta que la belleza está en la mirada (a mirar se aprende), y no hay privilegio más hermoso que ser observado desde el amor incondicional y la alegría de vivir. No hay inversión más segura y rentable que rodearnos de personas que nos quieren tal como somos, que nos encuentran fantásticos al margen de lo que dicte el espejo. Que nos miran siempre con buenos ojos.
Seamos buenas personas para ser mejores profesionales. Y en ello y para ello, trabajemos los aspectos emocionales porque la solución a este mejor futuro se enmarca en el ámbito del desarrollo de estas habilidades emocionales, porque las buenas personas aportan luz y brillo en las relaciones. Hagámoslo por favor, porque como dice Joan Manuel Serrat, HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA:
Hoy puede ser un gran día,
plantéatelo así,
aprovecharlo o que pase de largo,
depende en parte de ti.
Dale el día libre a la experiencia
para comenzar,
y recíbelo como si fuera
fiesta de guardar.
No consientas que se esfume,
asómate y consume
la vida a granel.
Hoy puede ser un gran día,
duro con él.
Hoy puede ser un gran día
donde todo está por descubrir,
si lo empleas como el último
que te toca vivir.
Saca de paseo a tus instintos
y ventílalos al sol
y no dosifiques los placeres; 8n9x
si puedes, derróchalos.
Si la rutina te aplasta,
dile que ya basta
de mediocridad.
Hoy puede ser un gran día
date una oportunidad.9
Hoy puede ser un gran día
imposible de recuperar,
un ejemplar único,
no lo dejes escapar.
Que todo cuanto te rodea
lo han puesto para ti.
No lo mires desde la ventana
y siéntate al festín.
Pelea por lo que quieres
y no desesperes
si algo no anda bien.
Hoy puede ser un gran día
y mañana también.
Hoy puede ser un gran día
duro, duro,
duro con él.