La verdadera suerte es compartirlo
Como cada año (cada vez antes, por qué no decirlo) el anuncio de la Lotería de Navidad da el pistoletazo de salida al espíritu navideño.
Cada mes de noviembre espero ver con qué nos sorprende este buque insignia de la publicidad y, si el año pasado Amenábar nos dejó a todos un poco a cuadros con una historia rocambolesca con extraterrestre tipo “tía buena amnésica” incluida, este año me ha sorprendido muy gratamente la creación de Javier Ruíz Caldera.
Y me ha enamorado no solo porque recrea una de mis películas favoritas, Atrapado en el Tiempo; sino porque pone de manifiesto una realidad que, aunque suena a tópico, es más cierta que cualquier otra: lo que no se comparte no se disfruta.
La vida está hecha para compartir, sobre todo en lo referente al ámbito emocional.
Cada cosa que hacemos, cada palabra que decimos, adquiere un sentido diferente si tiene un receptor, si se comparte. Cuando nos centramos en lograr éxito, reconocimiento o bienes materiales, acabamos por encerrarnos en una burbuja carente de todo sentido.
Y esta burbuja se convierte en un vacío de soledad, una rutina que no deja de repetirse, que no satisface, que nos hace vivir en un continuo “día de la marmota”.
De ahí que me guste tanto la película Atrapado en el Tiempo. Hace reflexionar…
¿Qué pasaría si tus actos no tuviesen consecuencias? ¿Qué harías si tuvieses todo el tiempo del mundo? ¿Cómo te comportarías si cada día pudieras dominar lo que sucede a tu alrededor?
El protagonista de la película, y por ende el protagonista del anuncio de la Lotería, empiezan sintiendo una euforia incontenible, se sienten dueños de la situación y empiezan a hacer “lo que les pide el cuerpo” sin contemplaciones. Pero poco a poco comienzan a vivir el hastío más profundo, la desilusión y por último la depresión.
Todos nos hemos sentido atrapados en el tiempo alguna vez.
Todos hemos sentido en alguna ocasión que nuestra vida es una sucesión de días que se repiten sin que nunca pase nada extraordinario.
Vacío. Soledad. Claustrofobia.
Emocionalmente es devastador y además envolvente. Y me refiero a que este tipo de sentimientos se hacen crónicos, se enquistan.
Sin embargo, sentirse lleno es sencillo cuando realmente sabes llenar tu vida. ¡Toma topicazo!
Pero es verdad. Es cierto que primero hay que buscar lo que a uno le complace y hacerlo por placer propio. Pero si a esto le pones un poco de sal no viene nada mal. Y la sal es el poder compartir, poder hacer felices a otros. Tal y como sucede en la película, cuando el protagonista toma las riendas de la situación y decide dar un giro cambiando desde dentro, todo toma un color diferente. Y esto se puede extrapolar a la vida.
A veces olvidamos que somos dueños de nuestros sentimientos, nuestros actos y nuestras actitudes. Y es posible que escriba tanto sobre este tema porque intento autoconvencerme y llevarlo a la práctica… y es que fácil, lo que se dice fácil, no es. A veces lo más sencillo es lo más complicado.
La vida nos come, literalmente. Nos comen nuestros sentimientos.
Pero os digo una cosa. Cuando tengo mis rachas de chica “atrapada en el tiempo” el día que veo que alguien sonríe gracias a mí todo cambia.
Ahora espero a ver si tengo alguna vez una racha de “extraterrestre amnésica” para poder narraros mi experiencia… aunque dudo que eso suceda.
Feliz Navidad anticipada, damos por inaugurada oficialmente la etapa de “niño pórtate bien que los reyes magos te están viendo” y que las suerte os acompañe hoy y cada día de vuestra vida.