La vuelta al cole

Más de dos semanas llevaban mis hijas preguntando cuando empezaba de nuevo el cole. Temerosas, cada noche se acostaban pensando en si cuando saliera de nuevo el sol, deberían de ponerse la mochila y desfilar hacia la escuela. Los baños en la piscina, el jugar con los primos o el remolonear en la cama, desaparecían entonces de sus cabezas al imaginarse que, antes o después, eso sería cosa del pasado.

Cada noche, los casi tres meses de vacaciones se hacían demasiado cortos. Y es que no hay que ser demasiado avispado para comprender que lo bueno siempre termina, que la vida siempre la medimos en etapas de felicidad, y que éstas, duren lo que duren, siempre resultan ser demasiado cortas.

Algo así nos pasaba a los aficionados al Granada que, una vez que se hizo público el calendario de la Liga 22/23, corrimos a buscar la visita a Ipúrua. Ese partido, fuera cuando fuera, nos pondría en nuestro sitio. Darían igual los partidos jugados hasta la fecha, los puntos logrados, los goles marcados y encajados, y hasta la propia clasificación liguera. Ese encuentro, sin duda, sería el momento perfecto para que volvieran los fantasmas del pasado y nos hicieran olvidar lo bueno ocurrido hasta entonces.

El caprichoso destino hizo coincidir el inicio del curso escolar con el Granada-Éibar en un lunes fatídico. Un día en el que los niños y niñas volvieron a marchar de sus casas entre sollozos, marcando con sus llantos el final del verano. Un día en el que el conjunto nazarí volvió a salir goleado de Ipurúa, señalando el final del triunfante inicio ligero.

Ayer fue “la vuelta al cole”, un día en el que siempre finaliza lo bueno.