Las lágrimas de Soldado
José Luis Ramos, historiador rojiblanco y colaborador de GranadaDigital, disecciona las otras semifinales de Copa a las que ha llegado el Granada Club de Fútbol
Las lágrimas de ese extraordinario delantero que es Soldado en el programa televisivo El Chiringuito me han llegado al alma como imagino que a la mayoría de granadinistas que hoy celebran por todo lo alto, como la cosa merece, el pase a semifinales de la Copa del Rey del Granada CF. ¡Qué bueno que viniste, che! El indiscutible héroe de la noche del partido de Copa de España que hace el número 267 de los jugados por el Granada desde 1931, Roberto Soldado, consiguió los goles 386 y 387 de todos los logrados en rojiblanco en las 67 ediciones en que ha participado nuestro equipo en esta competición del KO.
Por ese llanto emocionado y por partidos como el del martes uno se justifica ante sí mismo por vivir con una intensidad más propia de quien todavía no peine canas una pasión -en el fondo- tan pueril como la que experimenta viendo corretear a veintidós mozalbetes tras un pelotón. Era una cita histórica y los bien concienciados pupilos de Martínez lo sabían y ponían todo de su parte para que el espectáculo estuviera a la altura de lo esperado. La grada echaba chispas y en el césped rojiblancos y negrinaranjas se vaciaban en un partido bravío. ¡Qué partidazo! De los que se dice tópicamente que reclutan forofos para la causa. Y ya lo creo que lo hacen. En esa atmósfera, cómo no contagiarse y saltar y gritar de alegría como un chiquillo aunque uno esté ya más en edad de criar nietos. Hasta el árbitro quiso estar de buenas. Hasta ese diabólico invento moderno al que llaman VAR y que –dicen- ha venido para impartir justicia, esta vez fue un aliado. Si es que hasta el tiempo fue amable y no se portó como suele hacerlo en Granada en una noche de febrero.
Partidos como éste le hacen pensar a uno, a fin de cuentas hincha de un equipo pobretón, que valieron la pena las muchísimas amarguras y los muchísimos malos tragos pasados en toda una vida de seguir al equipo rojiblanco. No hace nada, unos pocos años apenas, el forofo que en mí habita saciaba su apetencia de emociones “fuertes” acompañando al equipo rojiblanco en sus partidos en pueblos de la provincia de donde muchas veces había que volver con el amargor de la derrota, agravado por el inmisericorde cachondeo de los naturales ante la desgracia del antaño arrogante GCF, ogaño venido muy a menos y purgando sus muchos pecados en campos donde no crece una flor (ni una flor ni una brizna de hierba) ni trashuma un pastor, como dice la canción. Imaginar que no demasiado tiempo después, en lugar de habitar este equipo nuestro sólo en las hemerotecas y en los tratados de historia, volvería a verse por estos pagos el mejor fútbol, era pensar en la utopía.
Afortunadamente este equipo de nuestros amores está más vivo que nunca a pesar de todos los pesares y puede seguir ufanándose de una historia cercana al siglo de existencia. Una historia que nos dice que el Granada va disputar su cuarta semifinal copera. Los precedentes son ya bastante remotos y ocurrieron todos en tiempos preconstitucionales.
La primera vez fue en 1945, en los años del hambre, una época negra negrísima para el paisanaje pero que en Granada, en lo futbolero, fue de primer nivel durante cuatro temporadas. Son los años de la terrible posguerra, duraron bastante más tiempo y en algunos aspectos fueron mucho peor que la propia Guerra Civil, sobre todo en lo tocante a los abastecimientos. Años de cartillas de racionamiento, estraperlo, gasógeno, piojo verde y miseria, mucha miseria, mientras los hermanos Quero campaban ufanos por nuestras calles riéndose de la autoridad. Un Granada en su cuarta temporada entre los grandes consiguió clasificarse para semifinales eliminando previamente al Hércules en XVI, R. Sociedad en VIII (ambos de segunda pero luchando por el ascenso; el primero lo conseguiría), y al Castellón, éste de primera, en IV, teniendo que jugar un tercer partido de desempate en el campo neutral de Chamartín. El Valencia precisamente fue el que nos eliminó en semifinales, 2-0 allí y 2-1 en Los Cármenes, pero las crónicas dicen que el Granada fue mejor tanto en el partido de ida como en el de vuelta, y sólo la mala suerte le hizo caer. Era el Granada de Floro-Millán-González y de Marín y Trompi, que entrenaba Emilio Vidal. Lo malo es que una semana después también se vivió un hecho histórico como fue el primer descenso al perder 4-1 en promoción a partido único en el neutral Metropolitano frente al Celta de Miguel Muñoz y Pahíño.
La segunda semifinal copera fue en 1959. Algo había cambiado para entonces nuestro país. Por estos andurriales había pasado de largo Mr. Marshall, pero ya hacía varios años que las cartillas de racionamiento eran sólo un mal recuerdo y España había salido de su aislamiento y era miembro de la ONU (ya no se escuchaba en manifestaciones “espontáneas” aquello tan bizarro de «¡Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos!»). Empezaba el desarrollismo que caracterizará la década siguiente y unas pocas televisiones ya ocupaban aparadores de casas pudientes luciendo sobre su superficie un tapete de croché mientras por las calles se veían cada vez más seillas y muchas vespas, aunque la dictadura del general Franco seguía prietas las filas impasible el ademán y acababa de inaugurar con toda solemnidad el Valle de los Caídos.
El Granada, en su segunda temporada entre los grandes de la década de los cincuenta, 58-59, eliminó en XVI al Elche, recién ascendido a primera; al Cádiz en VIII, también de segunda; y al Plus Ultra, asimismo de segunda y filial del R. Madrid, en IV. A todos ellos goleándolos amplísimamente aquí y allá, con el sabio Kalmar dirigiendo al equipo por señas y con un Carranza en estado de gracia en el eje de la delantera. Hubo suerte y el primer equipo de primera no llegó hasta semifinales, y fue otra vez el Valencia, que acababa de quedar cuarto en la liga. En la ida se registró una mínima victoria rojiblanca en Los Cármenes 1-0, el mismo resultado que se dio en Mestalla, aunque en el estadio che hubiera quedado resuelta a nuestro favor la eliminatoria de no ser por una parcial actuación arbitral. No se habían inventado todavía las prórrogas ni las tandas de penaltis por lo que hubo que ir a un desempate en campo neutral, el Bernabéu, donde el Granada pasó literalmente por encima del Valencia y en un partido memorable venció 3-1 clasificándose para la final y consiguiendo así el que sigue siendo más importante hito de todo su palmarés. Ya en la final, ante el todopoderoso Barcelona de HH, no hubo color y los azulgrana, que acababan de ganar también la liga, sumaron otro trofeo a sus vitrinas, pero ahí queda la gesta del modesto Granada. Después de la final todavía teníamos pendiente salvar la categoría en promoción, tal como ocurrió en la otra cita semifinalista, pero en esta ocasión no tuvo ningún problema el Granada ante su rival de segunda, el Sabadell, con un 5-0 en casa y un 1-1 allí que aseguraron seguir en primera.
La tercera vez que el Granada se plantó en semifinales fue justo diez años después, en 1969. Era ya la Spain is different de Fraga (al que le quedaban escasos días como ministro) tomada por las suecas y sus bikinis tostándose al sol en Torremolinos, aunque la dictadura seguía rampante de guardia sobre los luceros y estábamos recién salidos del estado de excepción, el primero desde los años de la Guerra Civil, decretado ante las algaradas callejeras estudiantiles y por el cual se cerraron universidades y quedaron en suspenso durante dos meses determinados artículos de aquella cuasi constitución (con sifón) franquista que representó el Fuero de los Españoles. El año anterior habíamos ganado Eurovisión y este año, en Madrid volvimos a ganarla, aunque ex aequo con otros tres más; desde entonces ni media rosca, oiga.
El mago Karag, un pitoniso muy popular de la época, había pronosticado dos o tres meses antes que el Granada, un recién ascendido, sería uno de los que bajaran a segunda, sin embargo nuestro equipo bajo la disciplina que imponía el entrenador Marcel Domingo no sólo no descendió sino que logró igualar en liga su mejor clasificación histórica hasta ese momento acabando octavo. Una vez terminada la liga en abril, comenzó la copa para el Granada y los demás equipos de primera, los únicos que la disputaban esta temporada 68-69. En VIII tocó el Sabadell, que en el partido de ida nos endosó un 3-0, resultado que fue el mismo del partido de vuelta, pero a favor del Granada, y como seguían sin inventarse prórroga y penaltis, hubo un tercer partido de desempate en el Manzanares en el que se impuso el Granada por la mínima. En IV tocó el Málaga, recién descendido a segunda, al que se superó en Los Cármenes 2-1 para obtener el pase a semifinales en La Rosaleda con un empate a un gol, idénticos tanteos a los de la promoción de tres años antes. Ya en semifinales, el partido de ida, frente al Bilbao en Los Cármenes, acabó en empate a uno pero debería haber terminado por lo menos con un 3-1 a favor de los nuestros de no ser por el árbitro, Cardós, que anuló por que sí un gol de verbena de Ureña al Chopo Iríbar, quien en un fallo infantil (el mejor escribano echa un borrón) no atajó un fácil balón bombeado sobre su puerta y éste tras dar en la nuca del delantero de Pinos-Puente acabó en sus redes, pero el referí, situado muy lejos anuló el gol diciendo que el granadinista había cargado en falta al portero de la selección; no contento con eso, después este referí no quiso ver un clarísimo penalti sobre Lara. En la vuelta el Bilbao ganó 2-0 el 7 de junio de 1969 en San Mamés, el mismo día en que Franco decretaba el cierre perpetuo de la verja de Gibraltar. De no haber sido por aquel árbitro de mal recuerdo, muy bien podría el Granada haberse plantado otra vez en la final, donde esperaba un mucho más asequible Elche.
Comentarios
2 comentarios en “Las lágrimas de Soldado”
José Luis Entrala
7 de febrero de 2020 at 01:53
Formidable resumen.
JL Ramos
8 de febrero de 2020 at 14:14
Gracias, José Luis, allí en tu retiro tropical. Un abrazo.