Laura García-Lorca: “Mi padre no nos hablaba mucho de Federico para no instalar el dolor de su ausencia en nosotras”
La sobrina del poeta se emociona al recordar su infancia en Nueva York por el exilio de su familia y la primera vez que pisó Granada: “El contraste de la alegría por venir y la desolación”
A muchos dirigentes políticos e institucionales se les ha llenado la boca con elogios y palabras muy halagadoras sobre la figura y la obra de Federico García Lorca, y del orgullo que supone que, el bautizado como poeta universal, sea el símbolo más inequívoco de nuestra tierra. Pero lo cierto es que, como en tantas otras cosas, en Granada se han perdido años, proyectos y dinero para intentar poner de acuerdo a las instituciones con el fin de que, bajo un mismo impulso, se trabaje para colocar en su verdadera dimensión su vida y su obra y, de paso, aprovechar la misma en beneficio de la tierra que le vio nacer y morir. Laura García-Lorca de los Ríos (Nueva York, 1953) ha luchado y trabajado para cambiar esa dinámica, reivindicando que Granada le dé al poeta y dramaturgo de Fuente Vaqueros la consideración que realmente se merece. Nacida en Estados Unidos por el exilio de sus padres, es hija de Francisco (hermano pequeño de Federico) y Laura (hija del eminente político Fernando de los Ríos). En esta entrevista habla de su infancia, que transcurrió entre el esplendor de la ciudad neoyorkina y la tristeza por la tragedia familiar, y de la primera vez que pisó España y Granada. La sobrina del genio de Fuente Vaqueros es una de las personas más conocedoras de su obra, fue la responsable de la Huerta de San Vicente y preside la Fundación que lleva el nombre de su tío, que ahora, por fin, se integra en el Consorcio del Centro Lorca.
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Pregunta: Has dedicado gran parte de tu vida a la obra de tu tío, Federico.
Respuesta: Pero no soy tan conocedora de la misma. Hay otros que saben mucho más que yo y que han dedicado su vida a su estudio. Sí me he dedicado mucho a intentar sacar estos proyectos adelante, que, como sabe todo el mundo, está costando mucho, pero, por fin, estamos en un buen momento.
P: García-Lorca y De los Ríos, con lo que significan en Granada, ¿pesan esos apellidos?
R: Sí, claro que pesa. Es una responsabilidad, sobre todo, estando en el lugar en el que estoy de la Fundación, de llevar adelante el proyecto del Centro Lorca desde 2004 y desde 1995 en la Huerta de San Vicente. Y con muchísimos obstáculos incomprensibles, que es algo que nos preguntamos siempre, que por qué ha habido tantísima resistencia, aunque no sé si resistencia es la palabra. Una intenta entender por qué. En este proyecto, que se ha hecho un edificio a la medida de la figura, el contenido era lo primero. Estos documentos que mi familia lleva cuidando desde el verano del 36 hasta hoy y que hemos donado para crear la Fundación que ahora están en el Centro Lorca. ¿Cómo esto no ha sido visto desde el principio como un tesoro, como una gran noticia para la ciudad de Granada? Porque Lorca es una figura que brilla en el mundo y que solo genera lo mejor. Y haciendo muy poco esfuerzo, eso atraerá a Granada a grandes figuras, además de ser un laboratorio, que pienso que es una parte importantísima de nuestra labor. La primera era juntar todos estos documentos, eso lo hicieron mi padre y mis tías los primeros años de la Fundación. Tenemos ocho volúmenes de un catálogo muy detallado que describe cada una de las hojas, piezas, documentos y dibujos que forman parte del archivo de la Fundación García Lorca. Ese trabajo de cuidado, investigación y catalogación está hecho. Ha venido hecho a Granada. Y ahora nuestra labor es que el Centro sea un lugar de investigación, de creación, de poner esta figura tan vivísima, porque lo está, y da la impresión de que cada día más, en relación con lo más nuevo, lo más experimental, lo más preciso en el estudio y en la comunicación de lo que eso sigue produciendo. Esos documentos son para siempre y para siempre estarán dando cosas buenas.
P: Es un legado histórico que regresa a Granada.
R: Estuvo en Nueva York y en Madrid, pero nunca en Granada. Los documentos tuvieron sus viajes y sus avatares.
P: Quien entre en el Centro Lorca y tenga la oportunidad de ver ese legado histórico tiene que sentir que vive parte de la historia.
R: Es muy emocionante y es un privilegio también ver el efecto de ese legado. Enseñar el Centro a gente de todas partes, cómo emociona un manuscrito de una obra que ha significado mucho para un lector, para un espectador, para un admirador de la persona también. Porque en Lorca se dan tantísimas cosas, aparte de la riqueza de la obra, teatro, prosa, poesía, dibujo, guion de cine, títeres y, además, está la persona. Eso es muy único.
Nueva York
P: Cantaba otro genial granadino, Carlos Cano, en su 'Habanera de Nueva York' aquello de "nací en Nueva York, provincia de Granada". Tú naciste en Nueva York por las circunstancias de la vida.
R: Mis hermanas y yo nacimos allí. Mi familia acabó en Nueva York por mi abuelo, Fernando de los Ríos, que era embajador de la República en Washington. Estuvo los tres años de la guerra intentando conseguir el apoyo de Estados Unidos, cosa que no logró, desgraciadamente. Entonces decidió ir a Nueva York como profesor en la New School for Social Research, también dio clases en Columbia, y llamó a la familia García Lorca y les sugirió que se fueran todos y se encontraran en Nueva York, y todos rehicieron allí su vida. En el piso en el que vivíamos había cuatro generaciones. Estaban mis bisabuelas, la madre de mi abuelo Fernando y la madre de mi abuela Gloria Giner de los Ríos. También mis abuelos, Fernando y Gloria, mis padres y nacieron mis hermanas viviendo todavía las bisabuelas. Así es que aquella casa era muy particular. Y mis abuelos Federico y Vicenta vivían a unas manzanas, con mi tía Isabel, mi tía Concha y sus tres hijos, Manolo, Conchita y Tica.
P: ¿Qué recuerdos tienes de esa infancia? Porque una infancia en Nueva York debe ser muy especial.
R: Lo siento como mi casa más que ningún otro sitio. Cuando llego allí es como un respirar de ya estoy en casa. Por otro lado, era una casa absolutamente española y con sus contradicciones, como las vidas de todo el mundo. En la casa había un peso grandísimo de una tristeza que aparecía con frecuencia, pero también era una casa muy alegre, donde había muchos amigos. Un grupo de gente que si no hubiera habido una guerra y hubieran seguido con sus vidas, no hubieran sido amigos, probablemente. Pero se creó un ambiente de mucha amistad, de mucho cariño y muy divertido también, porque, afortunadamente, tenían mucha disposición a sacar lo mejor de las situaciones. En mi casa se ha cantado mucho, ha habido muchas fiestas, siempre había alguien tocando el piano, mi hermana, Gustavo Durán, que tocaba maravillosamente, el compositor Julián Orbón... Había también mucha alegría, pero sí, de repente, se instalaba un peso y una pena muy grande (se emociona).
P: Porque tú eras una niña y no te sentías exiliada, pero tu padre, Francisco, hermano de Federico, y tu madre, Laura, sí se sentían exiliados de España.
R: Sí, absolutamente, y nosotras éramos niñas americanas y también niñas españolas.
P: Pero, ¿tú sentías el peso del exilio?
R: Sentía el peso de ellos, de mis padres.
P: ¿Y en casa se hablaba mucho de Federico en tu infancia?
R: No, poquísimo. Cuando era muy pequeña, mi padre sí hablaba, jugando conmigo, de juegos que hacían Federico y él.
P: Porque tu padre era menor que Federico, ¿no?
B: Cuatro años. Me contaba cuando iba al campo con él, que a mi padre le gustaba la fruta verde y a su hermano (Federico) la fruta madura, de sus juegos, de las canciones, pero, en cuanto fui consciente de quién era mi tío, dejó de hablar de él mucho. Creo que no querían cargarnos con más peso, no nos hablaba mucho de Federico para que no se instalara esa ausencia de manera tan dolorosa en nosotras como para ellos. Quisieron preservarnos un poco (se emociona de nuevo).
Fin del exilio
P: ¿Cuál es tu primer recuerdo que tienes de España? ¿Cuándo te diste cuenta de que estabas en la tierra de tus padres?
R: La primera vez que vine tenía un año y fuimos a la huerta que se había hecho mi abuela Vicenta, que nunca volvió a Granada. Mis tías volvieron en el año 52, porque había muchas cosas de las que ocuparse en Granada, de papeles, de tierras, pero mi abuela Vicenta jamás volvió a pisar Granada. Entonces se hizo una huerta lo más parecido a la Huerta de San Vicente y llevó a Meco -al lado de Alcalá- al labrador que trabajaba con mi abuelo, Evaristo Correal, e hizo de aquello un vergel. Para nosotras era nuestro paraíso para venir a España. Mi abuela, mis tías, los primos y una casa con tierra cultivada con mulos, frutales, cerdos, conejos, gallinas... Nos parecía el paraíso.
P: ¿Y tienes un primer recuerdo de Granada?
R: Pues tengo un recuerdo muy contradictorio, que es entre la primera vez que volvieron mis padres, que yo tendría seis o siete años, y recuerdo llegar a la Huerta de San Vicente por ese carril que había maravilloso de cipreses llenos de rosales, de árboles frutales y ver el contraste de esa belleza y la alegría que me producía y ver la desolación de mis padres (se emociona de nuevo).
P: Fue un momento duro para ellos.
R: Sí, la belleza y la tragedia.
P: ¿A qué te dedicaste cuando llegaste a España? Porque una de las cosas que más me ha llamado la atención repasando tu biografía es que fuiste actriz en la película 'Dragon Rapide', que protagonizó Juan Diego, sobre la vida de Franco.
R: El director, Jaime Camino, era amigo, y muy gracioso, y me dijo que quería que hiciera el papel de la espía enlace entre Franco y Mola. Y yo, encantada. Entonces tenía que decir una frase en una conversación. Alguien decía: "Porque esto ha sido una idea del general Mola", y yo contestaba: "El general Mola, ¡qué hombre!". Casi tenía que cortar del ataque de risa que le daba a Jaime Camino. Y cada vez que nos encontrábamos, ya hubieran pasado 30 años, me decía: "Dime lo de ¡qué hombre!".
P: ¿A qué te dedicaste entonces, Laura?
R: Primero, estudié Literatura Española e Italiana en la Universidad de Cambridge, pero no terminé. Fueron unos años difíciles para mí. Y empecé a estudiar arte dramático porque me interesaba la dirección de cine, creía que iba a ir por ahí. Abrieron la primera escuela buena de arte dramático y de interpretación, unos argentinos que vinieron del exilio a Madrid. Había unos profesores fantásticos. Estudié ahí, me entusiasmé y decidí volver a Nueva York a seguir con los estudios de arte dramático. Intenté dedicarme durante unos años a eso, sin mucho éxito. Hice cositas en Off-Broadway y, al llegar a España, sí hice una 'Zapatera' ('La zapatera prodigiosa') con Alfredo Mañas y produje la primera obra que se estrenó en España de Sam Shepard, 'Locos de Amor', que dirigió John Strasberg, que fue mi profesor en Nueva York. Pero no me iba bien, entre que si tenía acento y que no era muy buena actriz. Era como una actriz muy irregular, a veces estaba bien, pero no tenía ese nivel que hay que tener de no estar mal nunca. Me veía esperando a me llamaran para hacer un papelillo o algo y decidí dejarlo.
Revista Vogue
P: Y llegó la oportunidad de trabajar para la revista Vogue.
R: Por una especie de carambola. Iban a abrir la revista Vogue en España. El presidente de Condé Nast para Europa habló con el diseñador Antonio Miró, que era amigo mío, y le pidió que le echara una mano porque necesitaba contratar a gente para la revista. Y él le dijo: "Llama a mi amiga Laura García-Lorca, que no tiene ni idea ni es periodista, pero tiene buen criterio, le gusta la moda y se orienta muy bien". Y me llamó y me contrató. Al poco tiempo fui subdirectora de Vogue, durante 6 o 7 años. Fue un gran aprendizaje hacer una revista, desde pedirle un texto a Susan Sontag hasta ir a buscar unos zapatos o pelearte con un peluquero, todo a marchas forzadas y todos los meses. Fue un poco mi universidad, mi entrenamiento. Tenía, además, una jefa fantástica italiana, Raquel Henríquez, con la que aprendí muchísimo de muchas cosas. Para mí fue una experiencia muy buena, pero también sabía que no me iba a dedicar a la moda, que ya había cumplido ahí 6 o 7 años y quería hacer otra cosa. Había muerto mi madre y teníamos en el trastero de casa muchísimos documentos de mi abuelo Fernando, de todo lo que se llevó de la embajada y el trabajo que generó en Estados Unidos. Él viajó por toda Latinoamérica dando conferencias y charlas, intentando buscar apoyos para salir del horror en el que estaba España. Y entonces decidí pedir ayuda en la Residencia de Estudiantes para que me enseñaran un poco las bases para archivar y me puse a ordenar esos papeles.
P: ¿Y cuándo empezó la Fundación?
R: La Fundación empezó en el año 82. Mi tía Isabel nos pidió a los seis sobrinos si estábamos de acuerdo con donar todo nuestro patrimonio para crear la Fundación. Todos dijimos que sí y así empezó. Mi tía Isabel y mi primo Manolo Fernández-Montesinos se ocupaban de todo. Mientras ordenaba los papeles de mi abuelo Fernando, tenía un proyecto de una colección literaria para jóvenes, porque había observado, como todo el mundo sabe, que los niños leían más o menos hasta los 13 o 14 años y luego dejaban de leer. Algunos volvían a leer en la universidad, pero había ahí unos años en los que la lectura estaba bastante abandonada. No llegué a hacerlo, pero tenía el proyecto y es posible que algún día lo hago cuando suelte todo esto. Y mientras estaba haciendo eso, mi tía Isabel me llamó un día y me dijo: "Le he dicho al alcalde de Granada que vas a dirigir la Huerta de San Vicente".
P: Sería por el año 1995.
R: Llegué en diciembre del 94. La Huerta había estado en manos del Ayuntamiento durante 10 años, que la habíamos vendido, y estaba cerrada. Y fue Jesús Quero, que vio que el PSOE iba a perder las elecciones por primera vez, y no querían hacerlo con la Huerta cerrada. Entonces, le preguntó a mi tía Isabel que quién creía que podía prepararla para abrirla al público. Y ella le contestó: "Mi sobrina Lauri".
P: Después de la Huerta de San Vicente, ya sí te hiciste cargo de la Fundación.
R: Sí, en 2005.
P: Pese a esa admiración que hay por Federico en Granada, con el arraigo a esa Granada lorquiana de la que todos presumimos, siempre ha estado todo separado, deslavazado, cada uno ha tirado por su lado: la Huerta de San Vicente por un sitio, la Casa Museo de Valderrubio por otro, la Casa Museo Natal de Fuente Vaqueros, la Fundación, el Centro Lorca... Precisamente, Federico es una figura que debería de servir para unirlo todo, para tener una fuerza y un impulso común. Sería, además, una gran oportunidad para Granada.
R: Siempre lo he pensado. Debería haber una coordinación, cada uno con su independencia, pero todo coordinado. Yo, de eso, ya no me puedo ocupar.
P: Pero puedes aconsejar y, por lo menos, que esté por encima de partidismos y de instituciones y sea un objetivo común.
R: Es de cajón.
Universo Lorca
P: ¿Crees que hay posibilidades de que todo ese universo Lorca esté algún día bajo el mismo paraguas?
R: Ahora mismo lo veo difícil porque, si ya es complicado sacar una sola de esas cosas adelante, la idea de que haya una especie de paraguas que dé una cierta unidad a instituciones que, además, dependen de distintas administraciones... Ojalá, pero, siendo realista... Insisto, que una sola cosa ya es difícil.
P: Ahora que el legado está en Granada y que la Fundación ya pertenece al consorcio del Centro Lorca, ¿cuál debe ser el siguiente paso?
R: El Centro Lorca necesita medios y personal, porque el proyecto está hecho. Está pensado desde el momento en que Lorca tiene un espacio en Granada donde esté su archivo, se pueda representar su obra, se pueda investigar sobre él, hacer un laboratorio en torno a las miles de puertas que ha abierto... Y lo que necesita el Centro es contar con lo mejor, con medios suficientes, ideas y contenido.
P: Recuerdo una entrevista que le hice a Luis García Montero hace años en la que me insistía mucho en que Lorca daba la posibilidad de marcar una referencia y que Granada estaba desaprovechando esa oportunidad.
R: Estoy de acuerdo.
P: Ahora falta ese empujón.
R: El empujón se ha dado. Es increíble lo que se ha logrado en unos meses y que no se había logrado desde 2004, cuando empezó la construcción del Centro. Se dice pronto, son 20 años perdidos. Se han hecho cosas y cosas buenas, pero con muchísimas dificultades. Incomprensiblemente, difícil todo.
P: He leído unas declaraciones tuyas muy recientes en el diario 'ABC' en las que anuncias que en otoño va a salir a la luz material desconocido sobre el asesinato de Federico.
R: No es sobre el asesinato de Federico, me equivoqué. Como no me habían dicho, ni me han dicho todavía exactamente lo que es... Son documentos del Ministerio del Interior interesantes, que todavía no sé cuáles son, y que se mostrarán en la exposición que preparamos sobre la historia del archivo en el Centro.
P: Es un incentivo muy interesante para acudir a verla y para promocionarla. ¿No tienes ni idea de qué va ese material?
R: Habrá mucho material inédito. Creo que se están haciendo de rogar los comisarios y no nos han mandado la lista de obras completas, pero va a ser la gran exposición sobre el archivo, que cuenta desde el año 1936 hasta hoy, y todas las consecuencias, la proyección, los avatares que han pasado estos papeles y esa historia familiar. Y también las personas alrededor de la familia que han contribuido a que esto sea posible.
Excavaciones entre Víznar y Alfacar
P: Mientras tanto, Laura, entre Víznar y Alfacar prosiguen las excavaciones en busca de los restos de Federico. ¿Tú crees que alguna vez se van a encontrar?
R: Nadie tiene derecho a buscar los restos de Federico. Se supone que están buscando los restos de Galindo y Galadí. Nosotros no los estamos buscando.
P: No sois partidarios de buscarlos.
R: No somos partidarios porque creemos que la fuerza simbólica de que los restos de Lorca estén mezclados con los restos de otras víctimas es una idea de muchísima fuerza. Ahí Lorca no está destacado. Él es una víctima más. Él está celebrado en el Centro Federico García Lorca, en sus casas, en los libros que están escritos en todas las lenguas del mundo... Ahí es donde brilla. Donde está fusilado es una víctima más. Y su nombre creemos que ayuda a recordar a todas las demás víctimas. Mientras él esté mezclado con los otros, se recordará a los otros. Tiene mucha más fuerza esa imagen. En el momento que los separemos de los demás, pierde fuerza la tragedia de todos y se focaliza en Lorca. Ahí está con todos los demás, es uno más.
P: ¿Preferiríais que se pararan todas las excavaciones?
R: No, defiendo el derecho de todos a buscar a los suyos. En otro caso, a lo mejor de otra persona, los estaríamos buscando. Pero no en el caso de Federico. Pero jamás hemos querido impedir que nadie busque a los suyos. Creo que eso es un derecho y lo defendemos absolutamente. Es importantísimo poder buscar a tus familiares.
P: ¿Qué crees que le falta a Granada para crecer, avanzar y convertirse en esa ciudad con la que tantas veces soñamos y con la que muchas veces nos quedamos en el camino de serlo?
R: No lo sé bien. Creo que pesa mucho la historia, pesa muchísimo la Alhambra, pesa la Guerra Civil, pesa el asesinato de Lorca... Al mismo tiempo, es una ciudad donde ha habido muchas iniciativas interesantísimas, pero le cuesta mucho salir adelante. Ha habido muchos movimientos de gran interés intelectual y artístico, pero, por alguna razón, no pueden crecer. Es como si esa Vega tan fértil no lo es para lo nuevo. Es lo que me gustaría, que el Centro Lorca fuera, más que el peso del pasado, los frutos que dan todo este legado.
P: ¿Y la apuesta de Granada? ¿Quizá debe ir por ahí, por la cultura?
R: Creo que sí, que es clarísima. Y, cosas raras de la vida, veo que ahora hay un entendimiento muy bueno en cuanto al proyecto del Centro entre las cuatro instituciones y todos a una, como debe ser. Pero, bueno, hemos tardado un poco más de la cuenta.
P: ¿Podría ser la capitalidad europea un acicate para ese proyecto y avanzar?
R: El otro día tuvimos un encuentro en el Centro Lorca con el secretario de Estado de Cultura, quien habló de los proyectos de capitalidad europea que han tenido más éxito. Los que han sido más transformadores no han tenido que ver tanto con el pasado, sino con proyectos de nuevas visiones de la ciudad. No están basados en su historia, pasado o belleza, sino que han logrado crear una nueva visión. Y comparto totalmente esa idea, que es más la de ciudad laboratorio que de ciudad patrimonio. Debería ir por ahí. Que no pese tanto el pasado.