Lo siento amigo… pero no estás a la altura
Cuando cada uno hace su propia “Wish List” sentimental, normalmente sale el Libro Gordo de Petete.
Tal vez porque tenemos un concepto equivocado del amor, tal vez porque en el fondo tenemos una percepción demasiado elevada de nosotros mismos… Lo cierto es que nos pasamos un poco con los requisitos que ponemos a nuestra pareja ideal.
Pero la realidad es que… qué poquitos hombres (y mujeres) hay que estén a la altura de nuestras expectativas.
Ya escribí en una ocasión que, a pesar de tener nuestra propia lista de exigencias, cuando te enamoras, te enamoras… y la lista se va a la porra.
De hecho, normalmente, nos enamoramos de personas que son diametralmente opuestas a todo lo que sería deseable.
Pero estar a la altura en una relación es otra cosa. Estar a la altura es complementarse, comprenderse y velar por la felicidad de quién tienes a tu lado.
Por eso…
Si no eres sincero y leal. Lo siento amigo… no estás a la altura.
Si no eres capaz de despertar ilusión. Lo siento amigo… no estás a la altura.
Si no puedes hacer vibrar con cada gesto, caricia o palabra. Lo siento amigo… no estás a la altura.
Si no devuelves ni un poquito de lo que te dan. Lo siento amigo… PERO NO ESTÁS A LA ALTURA.
Y qué difícil es encontrar personas que estén a la altura en un mundo en el que el postureo y el ‘yoísmo’ están grabados a fuego en nuestra piel. Porque, siendo claros, tener una relación es complicarse la vida… y mucho. Y hoy en día, ganas de complicarnos… tenemos pocas.
Dar explicaciones, depender de otra persona o esperar cosas que nunca van a llegar… es una presión emocional realmente innecesaria.
Estar a la altura de una relación es muy complicado y esto se puede extrapolar a muchos campos: amigos que no están a la altura, jefes o empleados que no están a la altura, hijos o padres que no están a la altura.
Las relaciones interpersonales son un verdadero mundo de decepciones y también de gratas sorpresas, porqué no decirlo.
En mi opinión el enorme grado de insatisfacción que existe respecto a nuestras relaciones viene de nuestro propio interior, de nuestras insatisfacciones con nosotros mismos. Porque al final, todas nuestras frustraciones nos llevan a proyectar esas carencias sobre las personas que nos rodean, tal vez esperando que ellas sean capaces de completar lo que a nosotros nos falta.
Y aquí viene la realidad más difícil de digerir: nosotros tampoco estamos a la altura.
Porque al final lo que hay que buscar en terceras personas no es que te completen o te devuelvan lo que das… Lo que haces en la vida lo tienes que hacer de corazón y esa es la recompensa. Si das amor, profesionalidad, amistad o generosidad como un préstamo que te tiene que ser devuelto con intereses… el chasco está asegurado.
Moraleja: no esperes de los demás que estén a la altura, porque si lo esperas es que tú tampoco lo estás.