Los Cármenes, el 'tótem' de este Granada de Primera
El Granada CF termina la temporada sin caer derrotado en su estadio, el que ha sido desde el inicio el principal argumento para lograr la promoción
Como si de un pueblo indígena se tratase, el equipo rojiblanco ha sentado las bases del regreso a la máxima categoría en su tótem particular, un estadio de Los Cármenes que cierra un ejercicio inmaculado. No es un objeto, pero el templo nazarí se ha convertido en un lugar 'sagrado' tanto para las plantillas primero de Karanka y después de Paco López, así como de la hinchada que se ha congregado cada partido para animar a los suyos. En este sentido, el feudo del Zaidín ha sido testigo de una comunión perfecta equipo-afición, más cercana a lo espiritual, que lo ha hecho invencible y que, con el cierre frente al Leganés -celebración de ascenso incluida- cierra el curso de manera inmejorable. El Granada aterriza en la máxima categoría con un as bajo la manga, el de un feudo inexpugnable que querrá seguir manteniendo como principal argumento para aferrarse a la Primera División.
Un éxito del calibre de un ascenso tiene tras de sí mucho más que un único factor, pero ello no impide que alguno sobresalga por encima de todos. En el Granada ese ha sido la fortaleza de un estadio que nada ha tenido que envidiar a los grandes feudos españoles, e incluso europeos. En el ámbito nacional, sin ir más lejos, con la derrota del Barcelona frente a la Real Sociedad en el Camp Nou, el conjunto nazarí ostenta en solitario la condición de ser el único equipo profesional español que no ha perdido como local esta temporada, según Ighalopedia. Con esos números es imposible dejar de pensar en el peso específico que ha tenido Los Cármenes en que el Granada haya logrado volver a ser equipo de Primera.
Para afrontar el reto de regresar a la máxima categoría, el equipo rojiblanco con Karanka al frente comenzó a construir los cimientos de una fortaleza que ha permanecido imperturbable aun cuando han venido curvas. Es más, la visita al Carlos Tartiere que acabó con el técnico vasco fuera del banquillo nazarí, fue el punto y final a la era de un entrenador imbatido en casa -y con un balance nada desdeñable de cinco victorias y dos empates- que, sin embargo, naufragó lejos de Los Cármenes tras un arranque liguero esperanzador que echó por tierra la doble derrota consecutiva a domicilio frente a Andorra y Eibar.
Se marchó Karanka y llegó Paco López que continuó el legado de su antecesor manteniendo su estadio como fortaleza inexpugnable, mientras daba con la fórmula para encontrar la estabilidad lejos de él. Revertir este talón de Aquiles rojiblanco en forma de desempeño de las visitas, le costó 'pico y pala' a un técnico valenciano que vio cómo esta razón dejaba fuera del torneo del KO a su equipo en segunda ronda. Cada tropiezo visitante convirtió aún más en refugio cada posterior vuelta a casa donde los de Paco López se lamían las heridas a domicilio y renovaban los ánimos de cara a una nueva salida. Así fue, sobre todo, hasta la visita a La Cerámica donde el equipo rojiblanco espoleado por las caras nuevas del mercado invernal conseguía una victoria balsámica y un punto de inflexión para recuperar sensaciones positivas lejos de Los Cármenes.
El estadio del Zaidín ha sido ese salvavidas que ha estado siempre para levantar a los suyos en los momentos de más debilidad. Una afición puede 'marcar' el primer gol de un equipo y eso es lo que ha intentado y, a la postre, conseguido la hinchada rojiblanca llevando a la expedición primero de Karanka y después de Paco López en volandas a su llegada a cada encuentro en su feudo y desde los primeros acordes del himno. Por eso, no extraña que las grandes gestas de esta temporada que han dado puntos capitales para la consecución del ascenso hayan sido entre los muros de la fortaleza. Goles agónicos sobre la bocina como el de Sergio Ruiz que daba la victoria in extremis en el derbi, el de Perea que salvaba la imbatibilidad del estadio o el de Ricard ante el Oviedo para aplacar la ausencia de Uzuni y Weissman. Y un sólo secreto, una afición que, como su equipo, nunca dejó de creer y se retroalimentó para que hoy Los Cármenes sea ese estadio de Primera que se ha ganado por derecho propio.