Los comerciantes y vecinos de la zona celebran el cierre del botellódromo
Con el fin de la actividad en el recinto, los habitantes y dueños de comercios de la zona esperan una reducción en el ruido y los desperfectos que sufren cada semana
El primer día de septiembre el botellódromo pondrá fin a su actividad de forma definitiva. El recinto, utilizado cada semana por los jóvenes de la ciudad para beber alcohol congregados en una zona amparada por la legalidad, será vallado y contará con una patrulla policial de forma permanente para evitar que se reproduzca la escena que venía siendo habitual hasta ahora.
Granada Digital se ha desplazado hasta el área circundante para conocer de primera mano la impresión de los comercios y vecinos cercanos, que han vivido de primera mano la actividad en la zona y saben lo que supone su cese.
En cuanto a los vecinos, el discurso es unánime: todos ven positivo el cierre del recinto y, con él, el fin del botellón en la zona. Cada fin de semana se ven forzados a soportar ruidos que, en ocasiones, les han impedido llevar a cabo una vida normal. Los trastornos de sueño y amanecer con las calles llenas de basura se han convertido en rutina según algunos de los habitantes de la zona.
Los propietarios de los comercios no sufren menos, muchos de ellos han visto cómo les rompían los carteles, ensuciaban sus negocios y alejaban a la clientela de sus locales. “A nosotros no nos supone ninguna pérdida el cierre del botellódromo”, comenta uno de los comerciantes de la zona, “aquí no entran a beber, ni siquiera nos compran el hielo a nosotros, sólo quieren usar nuestro baño”.
Manuel, otro de los propietarios de la zona, se muestra convencido de que “nos va a beneficiar que cierren el botellódromo”, ya que asegura que “la gente que va al botellón, independientemente de la edad, a lo único que vienen es a beber, emborracharse, orinar en las esquinas… todo menos consumir”.
Sin embargo, el hecho de que no consuman en sus locales, no es el peor de los inconvenientes para Manuel, que prefiere enfocar el objetivo en el deterioro de la imagen de los comercios de la zona, donde todos los propietarios coinciden en que ven gente orinando en sus puertas con asiduidad cada fin de semana.
“El primer año que abrí aquí la Fiesta de la Primavera me repercutió unos 300 euros y tuve que cerrar a las cinco de la tarde, mi vecino no cerró y le hicieron polvo el baño, hay más gastos que beneficios”, cuenta el propietario, que también ha sufrido desperfectos por otro acto celebrado en el mismo recinto: la ‘Holi Run’. “Nos han perjudicado mucho, se han emborrachado y han venido aquí con el tinte rojo, he tenido que volver a pintar el bar entero”, se lamenta Manuel.
También tiene un bar cercano al botellódromo José, que cuenta que no sufre la pérdida de ningún cliente, ya que “el que viene al botellón no viene a nada más”. El hecho de tener su establecimiento tan cerca de la zona repercute negativamente en su comercio, y es que afirma que a la puerta de su bar “vienen muchos a orinar, dejan la calle asquerosa”. Es tanta la repercusión negativa del botellón en su negocio que se ha visto forzado a unirse a la plataforma antibotellón. “El día de la Fiesta de la Primavera yo cierro”, admite asustado, “prefiero no facturar nada que perder dinero en reparaciones”.