Los cuentos que dieron vida a la Alhambra
Amor, magia y celos son algunos de los sentimientos que despiertan la Alhambra entre sus moradores y visitantes
No se trata de un edificio viejo, ni de algo muerto, la Alhambra está viva y lo ha estado durante mucho tiempo. Existen tantas historias ocultas entre sus entrañas, tantos secretos escondidos durante siglos que contarlas todas se torna misión complicada, por lo que acercar la historia más antigua para que no caiga en el olvido se muestra como lo más lógico.
Estas tres historias ayudarán hoy a conocer algunos de eso entresijos de la Alhambra y trasladar al lector a una época muy antigua en la que la lucha entre moros y cristianos era el punto débil de esta sociedad.
Leyenda de la sala de los Abencerrajes
El primero de los tres cuentos que se trata hoy es un tanto macabro. Cuenta la leyenda que el color rojizo de la fuente dodecagonal de mármol del centro de la sala y en los canales que la conectan con el Patio de los Leones se debe a que en esa sala murieron 37 personas.
Resulta que el padre de Boabdil, Muley Hacén, era alguien bastante celoso y esta sala se convirtió, en uno de sus arrebatos, en el escenario del asesinato de 37 caballeros. Esta treintena de hombres, pertenecía a una importante familia de la época, los Abencerrajes.
El motivo por el que este trágico suceso sucedió fue porque los Zenetes, una familia rival a los Abencerrajes inventó una historia falsa de amor entre un miembro de esta familia y la sultana, esto hizo enfurecer a Muley Hacén que, durante la celebración de un banquete en la sala de la Alhambra, el sultán aprovechó para cercarlos y darles muerte.
Leyenda del príncipe Ahmed al Kamel
La Alhambra no es solo magia, también es amor, hacia ella y hacia los que allí se encontraban y de esto se encargará de dar parte esta leyenda. Hubo un rey en Granada, cuyo único hijo, Ahmed encerró en un hermoso palacio en la cumbre de una colina, cerca de la Alhambra.
El monarca no lo encerró porque no quisiera a su hijo, sino porque los astrólogos decían que Ahmed correría grades peligros por amor, entonces sino lo conocía no estaría en peligro.
Allí creció con Eben Bonabben, un filósofo que juró por su vida que le enseñaría todos sus conocimientos excepto el amor ya que se trataba de la ciencia prohibida.
Con 20 años ya poseía una sabiduría asombrosa. Dejó los estudios y se dedicó a la meditación, pasear por los jardines, la música y la poesía. Eben al observar su delicadeza y sabiduría, temiendo por su vida, encerró al joven en la torre más alta del Generalife.
Le enseñó el lenguaje de las aves y al poco tiempo ya lo empezó a poner en práctica con un cuervo, luego con un búho filósofo, un murciélago y una golondrina. Pronto se cansó de ellos ya que ninguno le llenaban el corazón que sentía vacío.
Cuando llegó la primavera empezó a escuchar que todos los pájaros cantaban sobre el amor, y él no sabía que era eso que le causaba tanta intriga.
Ahmed preguntó a todos sus amigos y ninguno le dio una respuesta. Le preguntó a Eben y le dijo que eso no traía nada bueno y tuvo que confesarle toda la verdad. Esto despertó más intriga en él.
Un día un palomo que acabó por accidente en su habitación se lo explicó y el palomo quedó sorprendido por que el príncipe no tenía ningún amor.
Un día mientras paseaba el príncipe, volvió a encontrarse con el palomo y le dijo que había encontrado una princesa para él ya que se encontraba en una situación como la de él.
Al escuchar esto, el príncipe decidió escribirle una carta declarándose que fue entregada por el palomo, y ella le respondió con una estatuilla suya en miniatura.
El príncipe decidió salir en busca de la princesa con ayuda de su amigo el búho que poseía conocimientos topográficos. Cuando llegaron se encontraron con que cuando ella cumpliera diecisiete años, se organizaría una batalla para elegir a su marido.
Fue al día siguiente la batalla y Ahmed participó y perdió. Ante tal tragedia la princesa enfermó y como no mejoraba el rey ofreció su mayor riqueza a quien la sanara.
Ahmed se disfrazó y sentado desde el terrado le cantó unos versos de la carta que él le escribió y la princesa empezó a recuperarse. El príncipe recibió su cofre y también fue nombrado médico en el palacio.
Colocó la alfombra bajos los pies de la princesa y le confesó todo al rey. De repente la alfombra desapareció en el cielo. El rey de Toledo tomó rumbo hacia Granada. Cuando llegó allí su hija ya era sultana debido a la muerte del padre de Ahmed.
Leyenda del soldado encantado
Hace muchos años existió un estudiante de Salamanca que durante el verano se dedicaba a viajar y, cantando al son de su guitarra, conseguía fondos para pagar sus estudios.
Era víspera de San Juan cuando el muchacho hizo uno de sus viajes, esta vez a Granada. Fue allí cuando vio a un extraño soldado ataviado de una lanza y una armadura. Curioso el estudiante, fue a preguntarle por su identidad y el soldado le dijo que estaba embrujado desde hacía 300 años.
Un alfaquí musulmán le conjuró a montar guardia al tesoro de Boabdil por toda la eternidad, dándole sólo permiso para salir de su prisión, durante tres días, una vez cada 100 años en San Juan para intentar romper el hechizo. El estudiante le preguntó cómo podía ayudarle.
El soldado le ofreció la mitad del tesoro que protegía si le ayudaba a romper el hechizo. Para ello se precisaba de un sacerdote en ayuno y una joven pura cristiana.
La joven no fue difícil de hallar, pero el único cura que encontró era un adorador de los manjares, por lo que mucho le costó convencerlo, y sólo con la promesa de riqueza aceptó ayudarle.
Subieron aquella noche hasta el escondite en la Alhambra, con una cesta de comida para que el párroco saciase su gula una vez acabado el trabajo. Llegado ante una torre, las piedras de su pared se abrieron a la orden del soldado, dejando al descubierto una estancia con el formidable botín.
Una vez dentro, y mientras realizaban el sortilegio, el hambriento cura se abalanzó sobre la cesta y devoró un grueso capón fue tanta la alegría que le dio que le plantó a la moza un beso enorme en los labios.
De repente estudiante, muchacha y sacerdote se encontraron en el exterior de la torre y la entrada sellada… ¡el hechizo se había roto demasiado pronto! Fue así como el soldado perdió la oportunidad de escapar de tan cruel castigo, y los demás sus sueños de riquezas.
Pero al estudiante le pesaban los bolsillos y esto le permitió vivir en paz y amor con la bella joven cristiana.
Comentarios
Un comentario en “Los cuentos que dieron vida a la Alhambra”
Paco cobos
4 de agosto de 2019 at 18:38
Me ecantaria seguir leyendo cuentos de Granada ,me encantan.