Los juicios de la corrupción
En puridad, no hay corrupción, así, en abstracto: hay corruptos; y si hay corrompidos, hay también corruptores. Es el juego del mercado… clandestino. Tú me das esta prevaricación, este cohecho en forma de licencia, de prebenda o privilegio que me reporta fortuna, prestigio, posición social, etc, y yo a cambio te doy este tres por ciento en sobres, fajos o bolsas de basura con euros contantes y sonantes. Y si no te interesa, siempre podemos ajustar el precio: el 5, el 10, hasta el 20%. ¿O por qué no somos socios, a medias? Uno vende el poder político o administrativo; el otro vende su capital actual o futuro.
La corrupción, como se está viendo en el de la Gürtel o el de las tarjetas black son safaris de niños grandes de colegio de pago a lo Blesa o Juan Carlos, viajes fabulosos a Cancún (¡no, que va todo el mundo! ¡qué cutre!), bodas de mi hija casadera pagadas por Correa a Aznar, y así sucesivamente. Pero sobre todo son licencias de grandes obras concedidas por el ministerio de Fomento, o por los sueños faraónicos de los alcaldes de tal o cual pueblo. Uno de los alcaldes (es de otro caso aún no juzgado, de la Púnica) quería clonar su pueblo. Así, como suena.
La corrupción es una de las caras del capitalismo. La otra cara de la Luna. El capital crea riqueza donde no la hay. La corrupción también. Lo que los diferencia es la raya que marca la ley: hasta aquí puede usted apropiarse de la plusvalía que genera su negocio, y desde aquí no. En general la ley fija los límites cuantitativos, los métodos cualitativos.
Un partido político nace con una mano adelante y otra atrás. Salvo que sea creación directa de la banca o de un “filántropo” al que le da por apadrinar ideas políticas. Pero la ley de partidos políticos pone límites a las donaciones a los partidos. Como la familia del banquero es muy larga (esposa, hijos, sobrinos, primos, empleados, etc.) se reparte la donación en cantidades más pequeñas. El caso es cómo financiar un partido recién nacido y con ansias de tener ventaja electoral sobre los demás. ¿Con la cuota de los afiliados? Qué risa. Eso no da ni pa pipas.
El PP nació del fracaso de dos partidos exfranquistas: el CDS de Adolfo Suárez (que sucedió a la UCD de la mítica Transición) y la Alianza Popular de Fraga (que electoralmente no se jalaba una rosca). El nuevo PP ganó al PSOE cuando a Felipe González se le vino toda la cal viva encima y se le descubrió que había financiado su partido con un entramado de empresas como Filesa, Time Export, etc. Pero había mantenerse en el poder en base a hacer crear una red clientelar en toda España, y a hacer campañas electorales con grandes mítines en plazas de toros, pabellones deportivos… Hacia 1992, Francisco Correa, el Bigotes y cía crearon para el PP esa red de empresas. Según han llegado a confesarle algún “arrepentido” al director de Interviú, Luis Rendueles, en cada comunidad autónoma el PP tenía un Francisco Correa, o sea, un delegado, para lograr la financiación aprovechando el poder político obtenido en los ayuntamientos. Hoy mismo (escribo esto el jueves 13 de octubre de 2016) Correa está largándole al juez que él le consiguió mil millones de euros. Y le está atestiguando sabrosos detalles de la trama Gürtel. Han surgido testimonios de exconcejales, secretarios de grupo, empresarios, etc. que está glosando con múltiples ejemplos cómo traspasaron la raya de la ley.
Correa argumenta: ¿Por qué no voy a poder regalarle a mis clientes potenciales un bolso Louis Vuitton? La competencia: ¿Qué ley es capaz de ponerle una raya a la competencia en el mercado de bienes, servicios y hasta personas? Ya sabes: si quieres salir de la miseria del paro (426 euros/mes es la raya que pone el Estado a esa miseria), aquí tienes 700 euros/mes por una jornada sin límites de horas, y de lunes a domingo, ambos incluidos. Si quieres lo tomas, y si no, hay muchos haciendo cola. Hasta eso hemos llegado.
¿Qué juez le está instruyendo una causa al capitalismo legal por sus crímenes de lesa humanidad laboral y social?