Los tiempos que vienen

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El líder del PP en Andalucía y próximo presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla | Fuente: Archivo GD
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No es que haya acabado el suspense porque en realidad no hubo tal suspense: finalmente PP y Vox cerraron un acuerdo que todos sabíamos que se cerraría, añadido al que PP y Ciudadanos ya tenían cerrado para la formación del primer gobierno no socialista en Andalucía. No lo frenó ni la impostada queja de algunos -muy pocos- barones territoriales de los populares ni ese “a mí, que me registren” con el que Ciudadanos trata de desmarcarse de cara a la galería de sus equivalentes en Europa.

No podía ser de otra forma porque sus respectivos votantes no habrían perdonado ni a la derecha moderada ni a la derecha pura ni a la derecha extrema que dejasen pasar la ocasión de remover la hegemonía socialista en la Junta. Me preguntan si este acuerdo pasará factura a Ciudadanos. Yo pienso que no, que más coste hubiese tenido lo contrario, es decir haber propiciado por inacción la continuidad del PSOE al frente de la Junta. Y vuelvo al argumento aquí utilizado en diferentes ocasiones: los votantes de derechas son más de derechas que los partidos de derechas. Y, en todo caso, que tanto esos dirigentes autonómicos del PP que se han quejado con la boca chica como cualquier candidato de Ciudadanos, incluido el flamante Manuel Valls, respondan a esta sencilla pregunta: si en las elecciones municipales de mayo necesitan los votos de Vox para mantenerse o acceder a alcaldías o gobiernos regionales ¿renunciarán a ese apoyo y mantendrán su repudio a la ultraderecha?

El coste, en todo caso, será para el PP, que aunque de cara al público se apunta el notable éxito de lograr la presidencia más anhelada de la reciente historia política no puede dejar de reconocer, de puertas para adentro, la pobreza de sus resultados en la cita electoral del pasado 2 de diciembre. Los populares, en las cotas más bajas de su recolección en las urnas, sí que vienen amenazados en .su propio terreno a su izquierda y su derecha, tanto por la parte más extrema de su electorado como por el sector más moderado de quienes los han venido votando.

Es decir, hostigados electoralmente por Ciudadanos y Vox, que se han nutrido el 2-D de votantes tradicionales del PP, entre otras muchas razones escandalizados por los casos de corrupción de los que hemos tenido nota en los últimos años y la dejación de ‘Tancredo’ Rajoy ante el crecimiento de la bola de nieve del desafío independentista hasta convertirse en una cadena mayor que el Himalaya.

Llegados a este punto, especular con la resultante más inmediata de este análisis tiene poco sentido cuando en mayo, con las municipales, tendremos un termómetro cierto sobre posibles costes o presuntas recuperaciones y repuntes. Por mi parte, me atrevo a aventurar que todo quedará en un trasvase de votantes PP-Cs-Vox, dentro de un bloque bastante constante. Y que todas las movilizaciones que se anuncian quizá movilicen mucho pero moverán poco. Empezando por ese llamamiento a rodear el Parlamento andaluz el día de la investidura de Moreno Bonilla, una convocatoria que más suena a pataleta de mal perdedor que a acción reivindicativa, pues el PP accede a la presidencia de la Junta con absoluta legitimidad, gracias a un pacto que es resultante de las urnas y, por tanto, democráticamente constituido. Tanto para los que les guste como para los que no les guste.

A Moreno Bonilla, como a cualquier gobernante, lo juzgaremos por su acción de gobierno y las medidas que de él emanen. Para eso están las urnas, que en cuatro años como muy tarde dictarán sentencia a favor o en contra sobre su continuidad en la Junta. No hay más. Otras cuentas que se hagan en torno al acuerdo con Vox realmente añaden poco: que se va a derogar la ley andaluza de memoria histórica, pero ¿es que alguna vez creyó el PP en la ley de memoria histórica? Por poner un ejemplo. Respecto a Canal Sur, por seguir con los ejemplos: ¿es que la parrilla de la televisión autonómica admite más Semana Santa, más toros, más folklore...? Antes de mayo hay una cita el 8 de marzo, Día de la Mujer. A tenor de las grandes manifestaciones del año pasado y a la vista del posicionamiento de Vox en las cuestiones de igualdad y género, es fácil pronosticar que las de este 2019 van a ser masivas. Y en su derecho están los manifestantes de salir a la calle ante las indisimuladas pretensiones de Vox. Esas movilizaciones, no obstante y en la modesta opinión de esta recóndita columna, convencerán a los convencidos. Y a las convencidas, naturalmente. Pero poco más.