"La luz al final del túnel es real y yo tuve la suerte de no atravesarla"
Jorge Alberto Durán, el primer granadino hospitalizado por coronavirus, cuenta un año después junto a Marisol Chaves, la fisioterapeuta que le ayudó a recuperarla, cómo le ha cambiado la vida
El lenguaje oral tiene la mala costumbre de no entender de épocas. Un ejemplo es la palabra 'pavo', usada de un tiempo a esta parte como sinónimo de 'dinero' y que se ha hecho hueco en las conversaciones de los adolescentes. Creen haberla incorporado del cine norteamericano de acción, pero lo cierto es que en inglés este modismo se traduce por 'ciervo' (buck). El término, en efecto, lo han recuperado del baúl de los recuerdos los directores de doblaje, pero del mismo español de hace siglos, pues otrora este animal se intercambiaba a razón de cinco pesetas.
La generación que vivió la Guerra Civil llamaba, y todavía sigue llamando, 'parte' al telediario. Es una palabra demodé, aunque quien más quien menos la ha escuchado alguna vez en casa. En muchos hogares cada mediodía se repetía la misma escena. Un niño pequeño hablando en la mesa y, a su lado, un abuelo pidiendo silencio porque quería escuchar el parte.
Desde hace un año, el vocablo ha adquirido un nuevo significado. Sigue siendo sinónimo de noticia cada mediodía, sí, pero su contenido ahora es monotemático. Y no sólo está en la tele o en la radio, sino también en los periódicos. Periódicos como este mismo que actualizan unas cifras vertiginosamente cambiantes que llegan a perder su propio sentido en cuestión de horas. Números que cada jornada que pasa se engrosan y baten nuevos récords, en ocasiones impidiendo reconocer los rostros humanos ocultados tras de sí.
Al hilo de lo anterior, cabe señalar por ejemplo que la Consejería de Salud ha notificado ya 69.972 contagios y 1.524 fallecimientos en Granada por coronavirus desde que comenzó la pandemia. Otras 52.955 personas se han curado, 681 han pasado por la UCI y 6.242 por el hospital. Granada es la cuarta provincia andaluza por número de casos registrados y la segunda con más fallecidos. Actualmente es la que más ingresados mantiene en planta (195) y también bajo cuidados intensivos (63). Y eso pese a que hay hasta tres territorios en la comunidad con más población: Sevilla, Málaga y Cádiz. Sólo Almería acumula una incidencia mayor en las últimas dos semanas (216,5) que la granadina (173,6).
En lo que va de pandemia se han producido 69.972 contagios y 1.524 fallecimientos Granada por coronavirus
Llegado a este punto, alguien que no haya seguido la evolución de la pandemia en la provincia podría pensar que esta tendencia existe desde su origen. Pero lo cierto es que Granada fue la última de Andalucía -y entre las más rezagadas también a nivel nacional- en confirmar casos de Covid-19 en su territorio. Concretamente, eso no pasó hasta el 12 de marzo de 2020. Es decir, hace justo un año.
Aquella jornada, muchos ciudadanos desayunaron con un histórico a la par que triste titular: "Confirmados los primeros casos de coronavirus en Almuñécar y Granada". Cinco contagiados en el centro de salud sexitano obligaban a las autoridades sanitarias a clausurarlo. En el Hospital Clínico San Cecilio, otros tres sumergían de golpe a la provincia en una realidad desconocida. Y sin saberlo, uno de ellos, Jorge Alberto Durán, no sólo se convirtió en el primer granadino hospitalizado a causa del coronavirus, sino también en el primero que ingresaba en la UCI por culpa del SARS-CoV-2.
La historia de este catedrático de Escultura de la UGR, y la de los otros siete pacientes, son ya también las de la pandemia en Granada. En todo el tiempo que ha transcurrido desde aquel 12 de marzo de 2020, los ciudadanos han vivido dos estados de alarma, un confinamiento estricto, desescaladas, la paralización de la economía, la cultura o el deporte, cierres perimetrales, restricciones de horarios y aforos, un mando único, otro descentralizado, suspensión de partidos de fútbol, Semana Santa, Corpus, toques de queda... En definitiva, un escenario distópico que, echando la vista atrás, parece que sucedió hace una eternidad, pero que sin embargo tuvo su origen hace sólo 365 días atrás.
Este 12 de marzo de 2021, en el que se cumple un año de aquel primer caso granadino, Jorge Alberto y Marisol Chaves, la fisioterapeuta que le ayudó en su proceso de recuperación, reciben a GranadaDigital en la casa del primero para contar cómo, de la noche a la mañana, el virus entró en sus vidas y forjó una amistad maridada entre el instinto de supervivencia y la vocación.
El último partido con público en Los Cármenes
Sin sospecharlo, la vida de Jorge Alberto probablemente cambió en la cafetería de su facultad. Tuvo contacto con un alumno erasmus que "no paraba de toser" y, a raíz de ahí, sólo recuerda ir a peor. "Me moví lo que necesité. De hecho hice un viaje a Madrid para visitar a mi hijo cuando probablemente ya estaba infectado y, de hecho, creo que le infecté a él también", relata. Jorge Alberto volvió a su domicilio de Huétor Vega, pero los fuertes síntomas que presentaba le impidieron presenciar el triunfo en vano de su Granada ante el Athletic Club en la vuelta de semifinales de Copa del Rey en Los Cármenes. Casualmente, el último partido que el equipo rojiblanco disputó con público en las gradas.
Eso sucedió una semana antes de ingresar en el Hospital del PTS. Se medicó. Se encontraba tan mal que se dirigió a urgencias por indicación de su médico de cabecera. Por aquel entonces, la sociedad española y las autoridades sanitarias aún no habían llegado a entender la gravedad de lo que se avecinaba. Y así, los profesionales sanitarios, en base al protocolo establecido, decidieron no hacerle un test.
Recibió el alta, sí. Y de hecho, como él mismo confiesa, "mejoré algo por los antiinflamatorios y todo lo que me pusieron". Pero la realidad era mucho más tozuda. El lunes 9 volvió a encontrarse muy mal y para el miércoles 11 su estado de salud había alcanzado un nivel de deterioro "insoportable", en sus propias palabras. Los servicios de emergencias no querían mandar una ambulancia. Sin embargo, Pilar, su mujer, no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer y consiguió que lo ingresaran.
El último recuerdo del profesor de la UGR fue "una atención exquisita" de los sanitarios. Lo sedaron, le pusieron ventilación mecánica y comenzó su lucha contra el virus. "Por favor, no me metáis un tubo sin sedarme", les dijo. "No, no te preocupes", acertó a responder un sanitario. Y a partir de ahí, su estado de consciencia se detuvo hasta casi un mes después. En ese periplo; ensoñaciones, voces y silbidos. ¿Eran alucinaciones? Sí y no porque esas voces y esos silbidos eran los de su "ángel de la guarda", que tiene nombre y apellidos y se fajó a pecho descubierto a pesar de que los equipos de protección no estaban tan desarrollados ni extendidos como ahora.
Jorge Alberto tuvo una experiencia cercana a la muerte. Ya saben, lo han visto en las mismas películas en las que el director de doblaje mete la palabra 'pavos' donde el guion original pone bucks. Un túnel largo y oscuro se prolonga más allá de donde la lógica deductiva permite calcular la distancia. Y al final, en lontananza, una luz fuerte y brillante marca la frontera entre este mundo y el más allá. Varios familiares le invitaban a cruzar la frontera. "Otro familiar me dijo: 'Espérate ahí'". Se esperó, abrió por fin los ojos y entonces entendió que estaba allí porque tenía el Covid y no por estar secuestrado, como en un principio creyó.
Un viaje con billete de vuelta
"Casi todo el mundo sabe lo que es la luz al final del túnel porque todos lo tenemos representado. Yo le diría a la gente que no comprende la gravedad de la situación que se lo imaginen, que es real, y que para mí supuso irme al otro lado. Tuve la suerte de no atravesarla, pero hay que ponerle rostro al terror de estar ahí siendo consciente de un montón de cosas que son tus vivencias. Ya no es que estés dormido ahogándote", relata con entereza.
Cuando abrió los ojos, Jorge Alberto había vuelto a nacer. Se encontró a Marisol, la que a partir de entonces sería su sombra durante semanas. "Cuando lo vi la primera vez estaba sedado y con ventilación. A la semana empezaron a bajarle la sedación y a despertarlo", explica la fisioterapeuta.
"Para mí ya no es que sea un amigo, es mucho más que eso. Es algo que hemos vivido los dos juntos con mucha intensidad: ver su proceso de mejora después de encontrarlo tan mal", apostilla para, acto seguido relatar que "su brazo izquierdo se quedó con una limitación temporal de movilidad, no podía pasar de 90 grados". "Salió de la UCI e íbamos evolucionando bien, pero salió con un malestar y un dolor que no me permitía ni sentarlo. En vez de avanzar nos estancamos", remata.
Tras estar casi un mes sin consciencia, Jorge Alberto sufría una tetraparesia y también tuvo una complicación en la vesícula que le obligó a pasar por el quirófano
Fue ahí cuando comenzó la otra travesía de Jorge Alberto. Apenas podía mover los dedos, pues sufría una tetraparesia, que no es sino una afección en la cual las cuatro extremidades del paciente sufren de una debilidad gran muscular. "No podemos decir que es una experiencia negativa, tiene muchas cosas positivas, pero no deseo que nadie pase por ahí porque es realmente terrible", explica aún con el recuerdo de su propia lucha fresco en la mente.
A Marisol, pasar tanto tiempo con Jorge le cambió para siempre. "Has visto la muerte tan de cerca, que ahora la vida la ves de otra forma. Quieres vivir de otra forma y ayudar más. Lo único que quiero es ayudar a los pacientes", afirma mientras se atisba en su rostro cierta sensación de impotencia. "Me frustro cuando estoy con un paciente y no me da tiempo a llegar a todo lo que quisiera, eso no me deja dormir. Llego a casa y pienso que podría haber hecho más", confirma.
Cuidarse a uno mismo para cuidar a los demás
La profesional sanitaria del PTS "escenifica" para Jorge el trabajo ímprobo de todos los que han dado la cara durante la pandemia. "Me acuerdo de todos, pero no de todos los nombres", confiesa. Y acto seguido enumera: "Manuel Muñoz, el doctor Ayuste, 'Rosilla' de Armilla, 'la bailarina', Conchi, Carmen, María Jesús. El noventa y tantos por ciento son mujeres": "Besaría por donde pisan porque sin ellos no habría salvado la vida".
"Les diría que sigan con el mismo ánimo y reivindicando lo que les corresponde. Se jugaban molestias. Ellos iban enfundados, parecían marcianos. Sudaban, padecían, no veían… Y siempre vi una sonrisa, un ánimo y un tratar al ser humano. La sociedad tiene que concienciarse de que son imprescindibles", apela Jorge, al que el 15 de mayo por fin le dieron el alta no sin antes volver a una 'planta Covid' por una complicación de vesícula que le obligó a pasar por el quirófano.
"Puedo decir que físicamente estoy incluso mejor que antes, pero sí es cierto que no a nivel psicológico"
"Puedo decir que, físicamente, estoy mejor que antes de tener el Covid porque tenía cierto sobrepeso. Estoy al 250%, pero sí es cierto que no a nivel psicológico", reconoce antes de confesar que "sigo teniendo alucinaciones, pero lo solventaremos".
Marisol es inconformista y manda a la sociedad un mensaje de unidad y de seguir "en la misma línea". "No sólo se infectan mayores, sino también gente joven. Si no cumplimos, las medidas no vamos a terminar nunca con el virus", recuerda. Y para quien quiera recogerla, una idea más: "Jorge es la prueba de que estos pacientes salen si se tratan. Estuvo muy mal porque la muerte y él se tocaron". Por eso el propio Jorge se dirige a cámara para reiterar el mismo mensaje que le doy a mis alumnos: "Por favor cuídense, que así nos cuidaréis a los demás".