Mainz, adiós al último héroe de los ascensos del Granada

En julio de 2009, hace ya casi siete años, aterrizaban en Granada Gino Pozzo y Quique Pina. Con la inestimable aportación de Juan Carlos Cordero, iniciaron entonces un ambicioso proyecto para tratar de cambiar el rumbo de un club que llevaba más de tres décadas a la deriva. Para ello, lo primero era confeccionar una plantilla de calidad. Y la primera decisión deportiva que adoptaron para colocar los cimientos fue fichar a un defensa central, de 26 años, formado en el Rayo Vallecano y procedente del Albacete. Era Diego Mainz, quien firmó por el Granada para escribir una de las páginas más bellas de la historia de la entidad.

Desde aquella calurosa tarde de julio que se comprometió con su nuevo club -vía Udinese- han pasado ya 2.496 días y el ya eterno número 5 rojiblanco se ha convertido en el estandarte de un ciclo glorioso que se ha saldado con dos ascensos y cinco permanencias.

Mainz empezó a jugar al fútbol en el equipo de su colegio, en el madrileño barrio del Pilar. Su primer año como cadete fue en el Alcobendas y de ahí pasó al Rayo, donde al finalizar su segundo año como juvenil ya realizó la pretemporada con el primer equipo, con el que debutó en un duelo de Copa ante el Atlético de Madrid, y luego en la Liga BBVA ante el Deportivo, con un triunfo por 2-1 en Vallecas. Tenía 19 años y esa misma temporada fue internacional sub 21 con España en un amistoso en Orense ante Eslovenia, pero una inoportuna lesión de rodilla le cortó su trayectoria con el combinado nacional. Tras seis años en el Rayo -dos en Primera, uno en Segunda y los tres últimos en Segunda B- fichó por el Albacete, entonces en la categoría de plata. Y de ahí al Granada, decisión que él califica como la mejor que ha tomado en su vida. En las primeras cuatro campañas actuó como cedido por Udinese y en las tres restantes lo hizo ya con contrato con el club nazarí.

Ha asegurado que lloró por primera vez como futbolista en Alcorcón, tras el ascenso, en una de las alegrías más grandes de su carrera. Al año siguiente volvió a experimentar esa misma sensación en Elche, tras haber disputado en el play off ante el Celta uno de los duelos más tensión y dramatismo de todos cuantos ha jugado en su carrera. Cuando Roberto paró el penalti a Catalá, Mainz también rompió a llorar de felicidad pura. Como lo hizo en Vallecas, en la primera permanencia. Y como lo ha hecho año tras año al ir cumpliendo, con mucho sufrimiento, todos los objetivos, a los que ha aportado profesionalidad, compromiso y entrega.

A lo largo de estas siete temporadas, Mainz ha vestido la camiseta del Granada en 171 partidos oficiales, 162 de Liga y 9 de Copa. En Primera División ha jugado 93 partidos, cifra que le sitúa como el decimoséptimo en la clasificación histórica, superando a un mito de los años 40 como Millán. Ha marcado 15 goles, de los cuales 5 han sido en Primera. Esta cifra le coloca como el defensa más goleador del Granada a lo largo de toda su historia, pues si bien Lucena (20) y Millán (18) han marcado más tantos, estos lo hicieron jugando también en posiciones más adelantadas, mientras que Mainz siempre ha sido central.

Pero pese a sus buenas estadísticas y rendimiento, lo que más ha destacado de Mainz ha sido su carisma, entrega y honradez deportiva, que le han servido para ganarse el cariño unánime de la afición. Recogió el testigo como capitán de otro mito, Manolo Lucena, y lo ha lucido con honor.

Es el último futbolista que queda en la plantilla del primer proyecto en Segunda B y también del ascenso a la Liga de las Estrellas. Poco a poco se fueron yendo jugadores, y tras la marcha de Nyom y de Roberto, se quedó ya como el último héroe de los ascensos. Finaliza contrato el 30 de junio y a sus 33 años, y tras una campaña en la que no ha tenido casi protagonismo, el club no le ha ofrecido la renovación.

El sábado, ante el Barcelona, con todo el planeta futbolístico mirando a Granada, y con el estadio a rebosar, es el escenario ideal para que Diego Mainz reciba un homenaje y la afición pueda transmitirle su cariño. Despedirle como se merece, como el símbolo y el estandarte de la era moderna del club que ha sido. Un profesional íntegro que lo ha dado todo por esa camiseta y que ha interpretado como nadie los valores de la letra que los aficionados cantan en su himno: “Hay que luchar para ganar, con fuerza y con valor”.  Así lo ha hecho el último héroe rojiblanco.