Manos en los bolsillos
Debía andar yo por los 8 ó 9 años cuando un pescozón me hizo bajar a la realidad. Esperaba mi turno en clase de gimnasia, con mis heladas manos refugiadas en los bolsillos de mi pantalón. Fue mi primer encontronazo con el severo D. Emilio, quien, entre otras cosas, nos prohibía meter allí las manos, vete a saber si por si escondíamos alguna chuleta o algo peor…
Con el tiempo comprendí que el problema no era ese, sino la terquedad, la chulería o la inseguridad que transmitía. Es decir, mi actitud. Ya podías correr más que nadie en clase de gimnasia o hacer estupendamente los ejercicios de mates en la pizarra, que si la predisposición no era la correcta te llevabas un pescozón. Aún hoy, casi 30 años después, siento un cosquilleo en el estómago cuando andurreo con las manos en los bolsillos, como quien desafía a la autoridad; y entonces pienso en el bueno de D. Emilio y en que, en la vida, es casi más importante parecer que sabes hacer algo que saber hacerlo realmente.
El Granada ha ganado, ha empatado y ha perdido, mientras su entrenador estaba con las manos en los bolsillos. Por lo que no hay que ser ningún lince para comprender que el problema del equipo no es ese. Lo que sí es un problema es enrocarse en un asunto nimio y darle más importancia de la que merece, como se ha hecho desde algunos sectores del granadinismo y, lo que es peor, como ha hecho su segundo entrenador. No olvidemos que la pose de un técnico se va a interpretar siempre en función de cómo discurra su equipo. Y, precisamente, no hay mayor ejemplo que la foto que publicó Josep Alcácer. Los entrenadores que mostraba la imagen desprendían seguridad, mientras que la pose de Karanka durante los partidos es la de alguien que parece estar más perdido que el barco del arroz. Y todo por una sencilla razón, que es la verdaderamente importante y donde debería centrarse también su segundo entrenador: el Granada no carbura, tenga Karanka las manos en los bolsillos o no.