Margarita Escarpa hace lo difícil sencillo en el Festival de Guitarra

El concierto que interpretó Margarita Escarpa en el Festival de la Guitarra de Granada estuvo marcado por la calidad de la intérprete y la belleza conmovedora del fondo que propone escenario del Auditorio Enrique Morente-La Chumbera, en el que a través de sus cristales se aprecia una imponente vista de la margen izquierda del valle del Darro, en la que destacan las torres y murallas de la Alhambra.

Escarpa fue explicando cada una de sus intervenciones y resaltó que el ritmo iba a tener un especial protagonismo en su actuación, como ya se pudo apreciar desde la primera obra, Karma de Gloria Gil, donde como sucedió en otras páginas del programa, el compositor pone a prueba la pericia del intérprete. Margarita se enfrentó a este reto con la naturalidad propia de quien tiene un dominio asombroso del instrumento, lo que le permitía, además, acentuar la expresividad. En sus manos la guitarra es eso, un cauce para la expresión a través de la música. Igual sucedió con otros autores, como fue el caso de Gabriel Castillo, con El silencio que mata, obra dedicada a la guitarrista y en la que, al igual que se puso de manifiesto en otras creaciones contemporáneas, se propone una interpretación que explora las posibilidades del instrumento, con ejercicios que más allá de la tradicional pulsación sobre los trastes.

No faltó música más convencional, como es el caso de la escrita por Fernando Sor, donde se pudo también concluir que Margarita Escarpa hace fácil lo que sin duda es difícil, porque en ella el sonido espectacular, sensitivo y repleto de matices de la guitarra, obtiene un resultado asombroso Y como bis nos ofreció una simpática composición donde la guitarra se conjuga con la voz y variadas percusiones. Se trató de We've got polyrhythim de otro autor contemporáneo, Francis Swartz. La suya fue una actuación donde la sensibilidad fue protagonista y con un elevado nivel artístico.