Matagigantes no, ¡gigante!
Tuvo que ser en el descuento de los noventa, de la década, cuando escuché por vez primera, y en boca de mi padre, aquello del Matagigantes. Con dicho apodo bíblico hacía referencia al ya legendario Granada de los primeros años setenta. Yo presumía en el recreo de aquellos recuerdos prestados, de esas gestas heredadas y, sobre todo, de aquel sobrenombre de resonancias quijotescas. ¡Yo llevaba una honda en la mochila!
Pero mi relato tolkieniano chocó frontalmente con el de otros niños del cole. Ellos, al igual que yo, habían sido acunados con fábulas en las que once hormiguitas se enfrentaban a once elefantes y les ganaban. La moraleja era coincidente: “Sí se puede”, como se cantó el sábado en las gradas del estadio NLC; lo que variaba era el color de la camiseta: para ellos amarilla, para mí sangre y blanca. Su campeón era un tal Mágico González, mientras que el mío era otro tal Enrique Porta.
Tardé tiempo en aceptar que mi equipo (el nuestro) no tenía los derechos, la patente, la exclusividad del matagigantismo. Hasta entonces, había defendido el copyright y la autenticidad del Granada Destrozacolosos con el celo con que guardaría el dueño de Casa Isla la de sus piononos frente al resto de malas imitaciones. Pero como decía, fui entendiendo que otras aficiones, la del Cádiz y la del Rayo, por ejemplo, apelaran a este espíritu épico de su equipo apoyándose en victorias tan pasadas como gloriosas ante los grandes del fútbol patrio.
Hoy día, basta una gugleo rápido para que en los principales resultados a la búsqueda de “Matagigantes” aparezca dicha insignia apelativa pendiendo de cualquier escudo. Se ha banalizado la distinción hasta el punto de que hay más mataores que Miuras o, si lo prefieren, más Davides que Goliats. Hasta en referencia a nuestro equipo suena a tópico insoportable la atribución del oficio de derribar titanes. Si nos hubiéramos bebido un chupito por cada crónica del Granada-Barça que apelase al “Matagigantes”, la resaca del domingo sí que sería colosal de veras.
Creo firmemente que ha llegado la hora de poner punto y final a la manida épica del Agachacíclopes y el Entierramamuts. Lo del sábado fue la joya que remató la corona que ha ido construyéndose el equipo de Diego Martínez para que nosotros, aficionados, se la coloquemos y le proclamemos Gigante.