Mejor intentarlo
Hace exactamente un mes escribía en esta misma columna la necesidad por parte de las empresas de gestionar, cuidar y retener el talento interno, así como de impulsar nuevas formas de trabajo dentro de sus organizaciones. En primer lugar, porque con los mejores trabajadores en el equipo se pueden hacer mejor las cosas y, en segundo, porque supone una barrera de salida para cuando se produzcan posibles cantos de sirena cuando acabe la crisis. Difícil reto si tenemos en cuenta que el primer trimestre de 2021 ya se ha ido y la pérdida de empleo, lejos de disminuir, aumenta a costa de los numerosos ERTE iniciados en 2020 y del reguero de concursos de acreedores que, tristemente, van copando los Juzgados Mercantiles poco a poco y que auguran que la situación continuará empeorando en los próximos trimestres de 2021.
Con este panorama en el horizonte, emprender puede ser una buena opción. Hoy más que nunca ser emprendedor es una opción de vida, de desarrollo profesional, y de crecimiento personal. Ser emprendedor significa creer en uno mismo de forma incansable. Implica pensar diferente, buscar nuevos horizontes y explorar diferentes posibilidades, tener una actitud positiva e iniciativa para crear, reinventar y lanzar proyectos. Es además querer ser proactivo ante los retos y problemas que van apareciendo en el día a día. Es querer innovar y plantear nuevas formas de ver y entender las cosas. No hay que tenerle miedo al cambio, sin duda el mayor error es no intentarlo.
Es cierto que emprender nunca ha sido fácil. Siempre ha habido, hay y habrá excusas para no hacerlo. Por un lado, está el confort de trabajar por cuenta ajena, el tener la nómina asegurada a final de cada mes y la despreocupación que supone no llevarse la oficina a casa. Por otro, el que no son pocos los proyectos abandonados porque la pareja, los padres o un amigo han aconsejado al emprendedor que desistiese de llevarlo a cabo. Sus argumentos siempre son "no te líes", "hay mucha competencia", "ahora no es el momento", "con lo bien que estamos ahora", o "no te veo capaz", "eso seguro que ya está inventado"... para ser emprendedor, no hay que ser joven, no hay que ser rico, no hay que haber heredado una empresa… básicamente hay que tener actitud con 'C'.
Ahora bien, hay que ser realistas y tener presente que no siempre se acierta a la primera. Muchas veces se fracasa incluso a la segunda o a la tercera, pero si te equivocas no pasa nada, de las experiencias que no salen bien también se aprende. Se dice que Thomas Edison, que cuenta en su haber con más de cien patentes, hizo más de mil intentos antes de inventar la bombilla, por lo tanto, aprendió más de mil maneras de cómo no tenía que hacerla. Quizá por esto también acuñó la frase "A los incrédulos les pido que no molesten a los que lo intentamos". Esta anécdota demuestra lo fácil que es acertar en las predicciones a posteriori. O lo fácil que es decir que otro se ha equivocado, cuando ya se ha equivocado. Para emprender, las predicciones se hacen a futuro. Ese es el riesgo de emprender, lo más difícil, pero también lo más gratificante.
El emprendedor es optimista y tenaz por naturaleza y con buenas dotes de líder y seguridad en sí mismo. Quizás incluso un poco inconsciente. Hombre o mujer, joven o no tanto, con formación universitaria o con experiencia vivida, pero en cualquier caso con la voluntad de ser dueños de sus propias decisiones. De las correctas y de las equivocadas. Son personas que no quieren dejarse arrastrar a merced del viento. Son los que prefieren remar, observando el entorno, decidiendo por dónde pasar, cuándo y dónde parar, e ir contracorriente si hace falta. Los que, en definitiva, quieren ser dueños de su propia vida, y lo materializan en su propio proyecto.
Nos vemos dentro de tres semanas, saludos.