Memorias de una salvaje
Sucedió uno de esos peliculeros días —ya saben a qué días me refiero— en los que una piensa: «nada podría ir peor» cuando, de repente, se pone a llover. O le cae un piano en la cabeza. Pero no fue lluvia ni un piano lo que cayó del cielo. Fue un regalo. Uno de los más generosos que he recibido nunca.
Y es que imaginen cómo se siente una cuando Bebi —@srtabebi— quiere que seas la primera persona en leer Memorias de una salvaje, su primera novela. Novela que no verá la luz hasta el trece de noviembre, pero ya es número uno en ventas del país a fecha de hoy. Novela que ha colapsado las páginas webs de Amazon, Planeta y cualquier lugar con preventa. Novela que ha agotado la primera edición en horas y ya ha anunciado la segunda. Novela primogénita de la autora que más ha revolucionado el panorama literario en los últimos años. Novela de una de las mejores escritoras con las que tenemos el orgullo de contar en nuestro país.
Yo he leído Memorias de una salvaje y, aunque aún me estoy lamiendo las heridas, puedo asegurar que se avecina algo épico. Algo que solo vive hacia delante y no admite la vuelta atrás. Algo que araña, cicatriza y deja una huella en la yema de nuestro dedo corazón en forma de K que nos transforma en quienes verdaderamente somos. Y es que estamos programados para ser lo que se espera de nosotros. Pero eso, el trece de noviembre, llega a su fin.
Desde el primer momento la he llamado «patria». Cuando Bebi me propuso el gran honor de escribir un comentario para su contraportada, tuve claro que habría de girar en torno a este concepto. Patria como tierra en la que hemos nacido o tierra que nos ha adoptado. Nuestro hogar, ese al que siempre podemos volver. Sin condiciones. Y eso es Memorias de una salvaje, el espacio —un espacio selvático— que reconocemos como nuestro. Pero no de inmediato, y esto es curioso.
Sucede lo mismo con un poema de Lorca. El primer encuentro causa rechazo. En el caso de Lorca por indescifrable y ajeno, en el caso de Bebi por doloroso. Memorias de una salvaje nos adentra en un mundo que, por causa de una construcción tan exacta y realista, hace daño. Porque verán, una cosa es leer los periódicos o ver los telediarios y otra bien distinta es introducirse en un club de alterne de la mano de Bebi. ¡Ah, ya la conocen! ¡Esta escritora no se anda con remilgos! Donde otros se censuran ella persigue la verdad al desnudo, sin ternuras, valiéndose de una técnica literaria tan honrada como compleja que no busca vender sino mostrar la realidad. Algo parecido a lo que hace, por ejemplo, De Quincey cuando relata los efectos y tormentos del opio.
Y esto duele. Van a llorar. Van a maldecir. Van a dejar el libro. Y justo cuando lo dejen, sucederá la magia. Esa magia a la que me refería al hablar de Lorca. Esa magia de las patrias, esos lugares que, de repente, reconocemos como nuestros, como aquellos donde estamos a salvo y a los que queremos regresar. Y no podrán dejar de leer. Pero no por esos plañidos que tanto se oyen como «engancha desde la primera página» o «es adictivo». Eso no son más que lamentos. No podrán dejar de leer porque la autora ha construido un mundo que identificarán como suyo. Como su lugar preferido, su zona de confort. Y es que en medio de la miseria Bebi alza una fortaleza, entenderán a qué me refiero en cuanto lo lean. Y, díganme, ¿qué es la vida si no ese pequeño espacio en medio del mundo —un mundo plagado de mezquindad— que hemos conseguido hacer nuestro? ¿Han visto a los niños jugando al pilla-pilla gritar «¡casa!» en el lugar donde no pueden atraparlos? De eso hablo.
¿Cómo logra esto Bebi? Talento y meticulosidad. No olvidemos que lo más importante para un escritor es la constancia, la valentía, la tenacidad. Pero tampoco seamos hipócritas: algo de genio e ingenio también se hacen necesarios. Y la autora va sobrada de ambos. ¡Ah, ya la conocen! ¡A esta mujer nadie va a frenarla, ni siquiera una novela, una de las mejores formas de partirse por la mitad! Ciertas torres como Memorias de una salvaje demandan cierta prosa que no se consigue en el supermercado. Necesitan elegancia en la dureza. Violencia en la suavidad. La limpieza de la palabra exacta.
Memorias de una salvaje es para el lector incoherencia de emociones. Y ya lo dijo Cortázar, algo tan contradictorio solo puede ser la verdad misma.