Menos mal que ya llega el AVE a Graná

LLEGADA AVE A GRANADA Dani B
El primer AVE que llegó a Granada, el pasado 25 de junio | Foto: Dani Bayona
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Una de las mejores noticias en la provincia de Granada de la semana pasada ha tardado años en producirse, pero ya está. Ya llega el AVE a Graná y oye, a un servidor le ha venido fetén. Por lo que sea, toda esta movida de la inauguración del trayecto Madrid-Graná me ha pillado en la capital y para volver a mi tierra y entregar mi primera columna, casi a tiempo, nada mejor que el AVE y su comodidad.

No viene a cuento pero lo voy a contar igual, total, qué más da. El caso es que servidor viaja muy a menudo, prácticamente llevo vida de feriante desde hace un tiempo y tener la posibilidad de plantarte en Madrid en poco más de 3 horas -y en Barcelona en poco más de 6- es gloria bendita. Maldita sea, la última vez que tuve que subir a Barcelona me pasó una de esas cosas que, bueno, de las que me pasan a mí. Llegué justísimo de tiempo pero como el avión, para variar, llevaba retraso, ni tan mal. Me senté en mi plaza junto a la ventanilla y me llamó la atención que el caballero que se sentaba justo delante de mí, tan pronto tomó asiento, bajó la persianita de la ventanilla y posó su cabeza con intención de dormir.

A ver, todo el que en alguna ocasión ha cogido un avión en su vida ya sabrá que esas persianitas deben permanecer subidas tanto durante el aterrizaje como durante el despegue del avión porque de lo contrario… bueno, de lo contrario no sé lo que pasa. El caso es que el azafato no tardó en venir a la zona en la que estábamos y para mi sorpresa no le pidió al caballero en cuestión que subiera la susodicha persianita, no, me lo pidió a mí. Me vino a decir que desde mi posición podía alcanzar la dichosa persianita y devolverla a su posición original y así poder despegar. Me negué en redondo, pero el azafato insistió. Traté de dejar lo más claro posible que esa responsabilidad de despertar a un desconocido no me competía. La señora sentada a mi lado comenzó a pedirle explicaciones al azafato y se causó un revuelo que tampoco consiguió despertar al caballero que descansaba sobre la maldita persianita bajada. Finalmente, el azafato desistió y pasó de la movida. El avión despegó, aunque bien cierto es que fue un vuelo con bastantes turbulencias. Con muchas turbulencias. A los tres cuartos de hora, poco más o menos, el caballero despertó, se giró y me dijo: “¿podrías hacer el favor de dejar de soplarme en la oreja?”. Ni dos segundos tardé en replicarle que no le estaba soplando en la oreja pero me desmontó con un sencillo: “¿me vas a decir tú a mí que no me estabas soplando en la oreja?”.

Reconozco que no supe defenderme, reconozco que no tenía ni reputísima idea de cómo demostrar mi inocencia y lo único que fui capaz de farfullar fue un: “¿usted quiere que le sople en la oreja y así comprobar que antes no lo estaba haciendo?”. El caballero entró en erupción y justo inmediatamente después de decirme: “¿es que encima te vas a reír de mí? ¡Te reviento!“, tuvo a bien catalogarme como un: “puto hippie jebi de mierda”. Por suerte, o algo, una nueva turbulencia que desembocó en una sacudida mucho más agresiva hizo que el caballero pasase de mí el resto del vuelo. En el momento justo del aterrizaje, el notas no sólo se puso a aplaudir, también acompañó sus torpes palmadas con gritos que decían: “¡TÚ SÍ QUE VALES! ¡TÚ SÍ QUE VALES!”. Sus gritos no parecían dirigidos a la cabina del piloto, los lanzaba por la ventanilla, como si estuviese animando al propio avión. A ese gigante pájaro de acero.

Como las desgracias nunca vienen solas, volví a coincidir con mi particular compañero de viaje a la hora de retirar nuestras maletas de mano del compartimiento del avión que teníamos sobre nuestras cabezas. Antes de que me diera tiempo siquiera a aceptar mi destino, el caballero me soltó un: “perdona chaval, que es la primera vez que vuelo y me he puesto muy nervioso”. A lo que sólo pude responderle con un: “nada, señor, perdóneme usted a mí, que ha sido un viaje demasiado movido y me ha dado por respirar muy fuerte”.

Buah, anda que no voy a gusto ni nada en el AVE, ya vendrán las quejas porque no se respeta el vagón silencioso o por lo que sea, pero ahora mismo yo sólo puedo escribir que menos mal que ya llega el AVE a Graná.