Merece la pena ser del Granada

RCD MALLORCA - GRANADA 0031
Aficionados del Granada CF en la grada de Son Moix | Foto: Agencia LOF
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La vida te hace llorar. De tristeza, demasiadas veces, y de alegría, las menos. Pero este 4 de junio de 2019 pasará a la historia como una de esas escasas ocasiones en las que la felicidad te conmueve. De las que hacen que, a uno que ya peina canas, las lágrimas le sirvan de revancha a aquel descenso de 1976 en La Romareda, al Murcia y al 25-J; o a esos años penando por Segunda B y, sobre todo, por Tercera; a las miserias de esa mala gente que se aprovechó del club de tus amores, el de tu infancia, el de tus padres, el de tu gente, para hacer sus negocios en el presente sin importarle su futuro. A aquel descenso, merecido, en San Sebastián de hace dos años y a tantos y tantos sinsabores acumulados a lo largo de toda una vida de rojiblanco. Porque ser del Granada CF ha sido siempre un sinvivir, hasta en los buenos momentos.

De hecho, la malafollá granaína, y ese sufrimiento innato, hace que, excepto en el de 1941 (triunfo por 0-1), en los ascensos a Primera de 1957 (derrota), 1966 (empate), 1968 (derrota), 2011 (empate) y 2019 (empate) se haya subido sin ni siquiera saborear la victoria. Como un alegrón, pero nunca completo. Y qué decir de lo vivido en las seis recientes temporadas consecutivas en Primera: Falcao, goles en propia puerta, milagros de salvación…

Pero, ¿saben? Merece la pena ser del Granada CF. Quien lo siente y lo padece, lo sabe. Y lo entiende. Mucho mejor que ser de uno de esos que ganan Ligas, Copas y Champions. Porque aquí todo se valora mucho más. Y no se trata de ser grandes, que grandes ya lo somos. Lo dijo Lucas Alcaraz, hijo del granadinismo, cuando le preguntaron en una radio nacional hace años -aún el Granada CF estaba en Segunda B- que de qué equipo era, si del Madrid o del Barcelona. Lucas, puro ADN rojiblanco, contestó que él era del Granada. “Ya, pero me refiero de los grandes”, espetó el locutor. Y Alcaraz, impávido como casi siempre ante los micrófonos, contestó convencido: “El Granada es un grande”. Pues eso. Que merece la pena de ser de un grande y, ahora, de estar entre los grandes. Lloremos de alegría por una vez.