Un mes de la tragedia por la DANA en Valencia: "Cuando llegas aquí, el escenario es sobrecogedor"

Militares de la Base Aérea de Armilla se movilizan a la zona cero para colaborar en la limpieza, acondicionamiento y garantizar la seguridad

Militares Base Armilla - DANA Valencia
Otro contingente de granadinos pasará la Navidad ayudando a los afectados por la DANA en Valencia | Foto: Remitida
Elena Parra
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Se cumple un mes de la tragedia por la DANA en la Comunidad Valenciana. Los efectos del temporal siguen golpeando a los vecinos de los pueblos de Valencia, que enfrentan otro día más entre lodo, coches apiñonados y caos en sus calles.

Paiporta, Benetússer, Alfafar, Picanya, Chiva, y otros municipios colindantes, sufrieron el pasado 29 de octubre una de las gotas frías más devastadoras de la historia reciente. El desbordamiento del barranco del Poyo, a su paso por las localidades de Chiva y Paiporta, provocó una fuerte e incontrolable riada que se llevó por delante la vida de más de 220 personas y causó innumerables daños materiales.

El escenario era dantesco. Calles completamente anegadas de agua y lodo. Garajes inundados hasta la superficie. Coches arrollados y amontonados a su suerte. Viviendas y comercios arrasados. Y, lo peor de todo, su gente, que vio cómo su entorno fue devorado por la naturaleza. Algunos perdieron absolutamente todo: vidas familiares, sus negocios y sus hogares.

Así quedo una de las zonas arrasadas por la riada en Valencia el pasado 29 de octubre | Foto: Redes Sociales

Tras lo sucedido, la sociedad española mostró su solidaridad con el pueblo valenciano. Durante las primeras horas, miles de voluntarios acudieron a pie a las zonas arrasadas por la DANA para ofrecer su apoyo y tratar de reconstruir lo antes posible el panorama desolador que se había instaurado. La colaboración procedente de otras partes de España no tardó en llegar. A pesar del colapso inicial, la ayuda masiva comenzaba a llegar a las áreas afectadas. Camiones fletados con enseres como comida, ropa, agua, pañales y palas se desplazaban hacia las localidades devastadas, en un esfuerzo colectivo para mitigar los efectos de la catástrofe.

Una ayuda colectiva refugiada en la solidaridad y la empatía

Desde Granada, partieron cientos de voluntarios. Algunos iban y volvían con más suministros en tan solo una semana. Una ayuda colectiva que se refugió en la empatía, la solidaridad y que entendió el dolor de los vecinos afectados como propio.

Un mes después, la situación ha mejorado notablemente. Los vecinos pueden caminar por sus calles con cierta "seguridad", todavía muchas de ellas con barro. La lista de desaparecidos se ha reducido, aunque se siguen buscando a cinco personas. Para ello, ha sido fundamental el trabajo que están realizando los servicios de Emergencias, las Fuerzas Armadas, la Policía, la Guardia Civil y los Bomberos, desde el minuto uno.

Entre los miles de voluntarios que se encuentran actualmente trabajando en la zona, hay un grupo de militares de la Base Aérea de Armilla. Es el segundo contingente granadino que se ha desplazado hasta Valencia en estas últimas semanas. Primero llegaron 30 militares voluntarios al mando del Capitán Bueno, éstos se encontraron con un escenario complicado, estuvieron quitando barro, dando seguridad y colaborando con otras unidades. La madrugada del pasado lunes, otros 30 militares partieron de la base granadina para hacerle el relevo a sus compañeros. En esta ocasión, el Capitán Ramos y el Capitán Vargas han tomado el control del nuevo grupo.

Aunque lo cierto es que la ayuda de la Base Aérea granadina llegó al principio de todo. Varias aeronaves de la Escuela de Helicópteros del Ala 78 estuvieron realizando labores de evacuación y reconocimiento a vista de pájaro durante los primeros días. Ahora, sobre el terreno, vuelven a estar. Con más efectivos. Más coordinados. Y con una única misión: ayudar a quien lo necesite.

Así lo cuenta el Capitán Antonio Martín Ramos, quien no se imaginó nunca vivir una catástrofe como esta en España. "Esto hace un mes no me puedo ni imaginar como estaría", reconoce y asegura que han ido a "apoyar en todo lo que se pueda".

Los efectivos granadinos se encuentran en la 'zona cero' de la tragedia, en el barranco del Poyo, en Paiporta. Desde allí se coordinan con varias unidades y la UME, que es quien manda las órdenes principales. La experiencia de la semana pasada les hizo ver que la situación requería de más manos para la limpieza: "La semana pasada eran 14 haciendo labores de seguridad y 16 limpiando barro, ahora son 10 de policías y 20 de limpieza", explica. Cada semana los nuevos voluntarios se encuentran un escenario diferente, menos trágico, pero no menos importante. Entre las necesidades surgen nuevas situaciones que obligan a actuar de una manera determinada.

El capitán explica que la zona está mucho más accesible, "casi todas las calles están libres, se puede circular, pero aún queda mucho trabajo por hacer". La situación en los polígonos es diferente. Allí se han depositado la mayoría de coches retirados de la vía pública. "Estos lugares se han dejado como una segunda prioridad, lo primero es solucionar lo que hay donde vive la gente", subraya.

Cauce del barranco del Poyo, a su paso por Paiporta, en la actualidad | Foto: Remitida

Pero para que todo avance es imprescindible el papel colectivo. Mientras unos limpian barro y ayudan a retirar escombros, otros se encargan de controlar el tráfico rodado y salvaguardar la seguridad de los vecinos que transitan por la zona. "Hacemos turnos de 12 horas, la mayoría estamos por la mañana, pero otros están toda la noche patrullando", expone.

Después de un mes, continúan habiendo garajes inundados y viviendas anegadas de lodo. El oficial explica que muchas veces no pueden actuar porque "no encontramos a los dueños, y sin su permiso no podemos ayudar, ni entrar".

Hasta allí no han ido solo efectivos, han llevado un despliegue de vehículos: un helicóptero, tres todoterrenos, dos furgonetas, un camión de bomberos y otros dos camiones más ligeros. Todo a disposición de quien lo necesite.

El barro duro se ha convertido en el principal obstáculo para el reacondicionamiento efectivo. "Cada día que pasa el barro se pone más duro, es más complicado quitarlo con palas, se necesitaría más agua o simplemente que lloviese un poco más emblandecerlo", destaca.

Tras un trabajo incansable, estos voluntarios reconocen que esta misión les ha "sobrecogido" y argumentan que es "todo un orgullo" ayudar y apoyar a la gente con su trabajo. Seguirán haciéndolo hasta el próximo lunes, cuando llegue la unidad del ACAR de Tablada para hacerles su relevo. Los granadinos volverán a Valencia en un tercer y cuarto viaje, previstos para realizarse en fechas cercanas a la Navidad.







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