El metro: esa escuela de sabiduría popular
Esta columna está disponible en formato podcast.
Mis queridos lectores, antes de nada, desearles a todos los que me leen o escuchan desde Granada unas muy alegres y felices fiestas del Corpus. Disfrútenlas con placer y alborozo, pero con mesura, que luego viene la resaca tanto mental como económica.
Hoy vengo a hablarles de algo que seguramente muchos de ustedes habrán observado en más de una ocasión. Vaya de antemano una advertencia. De la misma manera que hacen algunos informativos cuando van a emitir escenas que pueden dañar la sensibilidad de los telespectadores, yo les aviso a ustedes: la lectura de este artículo puede, en determinados momentos, herir su susceptibilidad en cuanto a algunos términos del lenguaje se refiere. Prevenidos, pues, quedan ya. Aunque, pensándolo bien, tampoco sea para tanto.
Una vez hecha esta declaración de intenciones paso al grueso del asunto.
Actualmente, en cualquier transporte público, como el metro, por ejemplo, muchos, en general, tienen la costumbre de llamar por teléfono. Cuentan sus cosas e intimidades sin pudor. Tampoco tienen en cuenta, seguramente, que a los que estamos a su alrededor no nos apetece (yo me incluyo) enterarse de los pormenores de su vida. Viene a ser, en mi opinión, como una invasión de nuestra paz mental (el que la tenga en ese momento) con la vida de los demás. No les digo si en un viaje largo de autobús les toca alguien en el asiento de al lado que mantiene una conversación de tres horas al teléfono (que los hay).
Llegando a los extremos, nunca buenos, he leído por ahí que hay propuestas para prohibir en los transportes públicos cerrados el uso de las llamadas de voz. Si alguien necesita comunicarse puede utilizar otros medios ‘silenciosos’ como el WhatsApp, por ejemplo, dice uno de esos planteamientos. Nunca me ha gustado el verbo prohibir y en esta ocasión tampoco, por lo que este tipo de aspiraciones me parecen exageradas y descabelladas.
El transporte público no puede ser ‘como una misa’. Que alguien llame por teléfono, otro charle con sus amigos o que un niño llore, es lo normal. Si se impone la ‘ley del silencio’ nos estamos limitando derechos. Cambiaría esas propuestas por campañas de concienciación contra el ruido, pero prohibir hablar nunca. Es un derecho.
Para empezar, y siéndoles sincero, les diré que soy una persona a la cual siempre le ha violentado escuchar conversaciones telefónicas ajenas en cualquier medio de transporte donde viajen desconocidos. Algo, por otro lado, inevitable a día de hoy.
Tampoco soy de los que gusta hablar por el móvil cuando viajo, ya sea en autobús o metro. Llámenme raro, pero es algo que considero es de la parcela íntima e individual de cada uno y que, personalmente, yo me niego a hacer. Me sonrojo con mucha facilidad solo de pensar que alguien, a quien no conozco, pueda estar escuchando una conversación telefónica privada y personal de un servidor. No tengo por costumbre llamar a nadie por teléfono si voy, por ejemplo, en metro. Solo si es absolutamente indispensable hacerlo lo hago. Si, por el contrario, soy yo quien recibe una llamada intento hablar lo más bajo y discretamente posible para que solo me pueda escuchar mi interlocutor y, además, también hago todo lo posible por despachar rápidamente la conversación.
Miren ustedes que he intentado veces abstraerme y no escuchar algunos diálogos viajando en metro. Aunque, como les he dicho antes, es imposible.
Pero hete aquí que jamás hubiese podido imaginar que esas conversaciones ajenas me enseñarían tanto a poco que les pusiera un poco de atención.
¿Sabían ustedes que existen determinado tipo de depilaciones que son dolorosísimas?
-¿No me digas que ‘tas depilao’ ahí? ¡Mare mííííía! ¿Y no ‘tas mareao’? Si yo me depilo así, tan cerca del potorro, me da algo, ¡Niña! ‘Menúos suores te habrán dao’ ¡la leche!
Y se quedó tan tranquila ella, como si estuviera hablando en la soledad de su habitación en casa.
A veces, y si tenemos la suerte de que nuestro viaje sea largo, podemos salir siendo unos expertos en derecho financiero, hipotecario o especialistas en notarías y herencias:
-Dile que sí, lo que no podemos hacer es esperar a que todos los herederos firmen para repartir la herencia. Ya, ya lo sé, pero es que llevamos meses empantanados con todo esto y no avanzamos. Tenemos la declaración de herederos y, además, ya sabes que el Código Civil, en su artículo 1.005, establece que los herederos con interés legítimo tienen el derecho de solicitar al notario una interpelación hereditaria.
Y todo esto hablando en voz alta y dando paseos de un lado a otro por si faltaba alguien por enterarse en el vagón del metro.
También hay conversaciones de amor infinito:
-Sí, mucho te quiero, pero mira el hijo de su madre cómo te tiene. No te hace ni puñetero caso, solo cuando a él le interesa. Yo lo mandaba bien lejos, a la mierda.
Palabrita del niño Jesús. Estas conversaciones son tal cual se las estoy relatando. Son algunos de los muchos ejemplos que podría referirles para casi no acabar nunca.
Olvídense ustedes de los clásicos como Homero, Sófocles, Platón, Séneca y tantos otros. Olvídense también de la cultura recibida o las enseñanzas aprendidas durante su niñez y juventud ya sea en colegio, instituto o universidad. Eso no es nada comparado con las auténticas lecciones de vida y otras cosas que pueden aprender en el metro a poco que presten atención.
Como les digo, pronto varios viajes desde Albolote hasta Armilla o viceversa en nuestro queridísimo metro podrán servir para obtener y reconocer créditos en casi cualquier grado de Ciencias Sociales o Jurídicas de la Universidad de Granada.
Eso sí, si tienen dudas al respecto y tienen que llamar por teléfono a las oficinas de la Universidad, por favor, háganlo desde el metro que nos enteremos todos para saber cuáles son los trámites a seguir.
Por cierto, les dejo, necesito ir a depilarme las piernas. Se acerca la temporada de verano y es tiempo de coger bicicleta. Tengo ya preparado mi billete de metro.
Necesito saber cuál es la mejor opción en depilación, dónde podría hacérmela a buen precio y sin que sea dolorosísima….. ¡Mare mííííííííía!
Comentarios
4 comentarios en “El metro: esa escuela de sabiduría popular”
José Luis Jiménez
13 de junio de 2022 at 14:46
Eres un auténtico crack!!!
Feliz semana de Corpus.
FRANCISCO
13 de junio de 2022 at 18:15
Me gusta,verdad verdadera.
El autor
13 de junio de 2022 at 19:22
Gracias don José Luis por sus comentarios siempre agradables y por su apoyo y lectura incondicional.
Brujita
13 de junio de 2022 at 20:09
Bravo!!.... tema de plena actualidad!!.... pues sí!!.... esas conversaciones a veces nos exponen la importancia de las situaciones o las cosas en cada uno!!
Sí!....ya que prohibir no es la solucion!!... saquemos el mejor partido de estas situaciones!!!.... como mínimo aprenderemos a lo que No debemos hacer!!!
Enhorabuena y.... hasta la próxima! J. C.