Mi cuerpo serrano
Mi templo, mi mejor amante y el cual me acompaña durante toda la vida...
Aquel al que a veces, por vergüenza, escondemos; aquel al que amamos y gracias al cual experimentamos el mayor de los placeres; gracias al cual nos comunicamos y derrochamos amor; al que mimamos y cambia con nosotras/os...nuestro templo, y nuestro mejor amante...nuestro cuerpo.
El otro día, leía un cartel en el que ponía lo siguiente:
“¿Cómo tener un cuerpo perfecto para la playa? Asegúrate de tener un cuerpo y vete a la playa”.
Y es que si bien nuestra cultura se rige en torno a tener y no, también lo hace con respecto a nuestro cuerpo: tener estrías no es estético, no tener celulitis es sexy, tener una 38 es válido pero tener una 46 es estar “fuera del mercado”. ¿hasta qué punto podemos deshacernos completamente de estos esquemas que tanto marcan ya no sólo la manera en la que nos relacionamos con otras carnes, sino la propia manera de querernos?
Nuestro cuerpo es el único que nos acompaña durante toda nuestra vida. Varía en función de nuestras historias personales y es el mapa que marca todos los puntos que hemos pasado en la vida y gracias a los cuales nosotras/as mismas/os ya no somos las/os que éramos.
Os propongo un ejercicio: desnudaos, colocaos enfrente de un espejo que os permita veros enteras/os y recorred con la mirada cada resquicio y cada escondite de vuestro cuerpo. Reconoceos.
Podréis leer a través de él y de todas sus cicatrices historias tan personales que os harán recordar momentos que sólo tú y el habéis vivido. Aceptadlo y cuidadlo, puesto que él habla un lenguaje que todas/os podemos llegar a compartir: el lenguaje que no entiende de tiempos marcados ni de prisas; el lenguaje que no juzga ni señala con el dedo; el lenguaje que ve, entiende, asume y acepta.
Nuestros cuerpos están llenos de piel y por la piel sentimos, así que...cierra los ojos, siente...y... disfruta de tu templo.
Un artículo de Color Carne
Ilustraciones: Travis Bedel
Comentarios
Un comentario en “Mi cuerpo serrano”
Belén Domínguez
10 de abril de 2016 at 20:05
Qué belleza contemplar nuestros cuerpos desnudos destilando por sus pieles, todas las vivencias vividas... Y a vuelta del reflejo del espejo la sonrisa cierta de quien se sabe eterno... Nos miran, desde el otro lado, esos ojos inmensos... Para guiñarnos desde Su Misterio
Eso vi, color carne, cuando me asomé a contemplarme
Vuestro recuerdo cubrió mi piel por un instante