Muere Francisco Ayala, memoria del siglo XX y ejemplo de una vida ética
Francisco Ayala, el testigo privilegiado del siglo XX, último superviviente de la generación del 27, memoria de la República y el exilio, cuya vida estuvo marcada siempre por la búsqueda de la ética y la estética, moría ayer a los 103 años. Así, el escritor granadino y ciudadano del mundo ha bajado el telón de su rica y prolífica vida, en su casa de Madrid, acompañado de su mujer, la hispanista Carolyn Richmond, tras no poder superar una bronquitis que le visitó la pasada primavera y de la que no se ha podido recuperar.
La capilla ardiente con los restos mortales del narrador, ensayista, sociólogo, profesor y académico quedó instalada a las 19.00 horas en el Tanatorio Parque de San Isidro, donde su viuda Carolyn Richmond está acompañada por el poeta granadino Luis García Montero, comisario del centenario de Ayala y gran amigo del autor de "El jardín de las delicias".
También acompañan a la viuda del escritor el director de la Fundación Ayala, Rafael Juárez, y el director de la Academia Española, Víctor García de la Concha.
El féretro de Ayala permanece cerrado y rodeado, ya anoche, por más de treinta coronas de flores llegadas desde todos los ámbitos, entre ellos de la Casa Real, fundaciones, patronatos y academias a las que pertenecía el escritor.
Académico, ensayista, narrador y sociólogo y un gran enamorado del cine, Francisco Ayala estuvo lúcido hasta las últimos días como recuerdan los amigos que le visitaban.
Longevo, gracias a la genética, a su comida frugal y, como dice la leyenda, a su vasito de whisky y a sus cucharadas de miel diaria, Ayala pudo ser testigo de la celebración de su centenario.
El escritor estuvo acompañado ese día, el 16 de marzo de 2006, por los Reyes en una cena celebrada en la Biblioteca Nacional. Una jornada que abrió la puerta a los numerosos actos que fueron comisariados por el poeta Luis García Montero y a los que el autor de "El jardín de las Delicias" o "La cabeza de cordero" asistió resignado, cansado de su nombre, como él mismo dijo.
La muerte de Ayala, no por previsible debido a su edad, ha conmocionado al mundo de la cultura, y de la sociedad en general porque, era un referente para todos. Y en todos los ámbitos.
Los Reyes y los Príncipes de Asturias han enviado sendos telegramas de condolencia a la familia del escritor y para el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, Ayala fue "uno de los de los grandes humanistas de nuestro tiempo, uno de los mejores españoles". "Su obra, su actitud y su talante están en la memoria de muchas generaciones de españoles, por lo que debemos honrarle, recordarle e intentar seguir sus pasos".
También para la Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, Ayala fue un escritor que ha dado una visión importantísima de nuestro siglo, con un recorrido amplísimo por las distintas formas de la escritura.
El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, también ha lamentado la muerte del escritor y ha destacado su relevancia para el mundo de la cultura y las letras españolas.
Por su parte, el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, ha explicado que el escritor "vivió ajeno a todo rencor" y en España "fue un referente de la convivencia y de la concordia. En la Academia, todos están desconcertados y desolados, por más que supieran que, dada su edad, cualquier día podía morir".
Para García Montero, quien fue el comisario del centenario Ayala, el escritor "hizo la literatura más inteligente del exilio. Más que un escritor, se ha muerto un amigo".
El poeta Francisco Brines, superviviente junto con Caballero Bonald de la generación de los 50, ha dicho que Ayala es "un ejemplo, como escritor y como persona. Hemos perdido un escritor con una vocación que ha iluminado toda su vida".
La directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, ha indicado, por su parte, que: Con su desaparición se cierra la gran literatura española del siglo XX. Ayala amó la vida pese al desesperanzado exilio y las ingratitudes, repartió generosidad por dos continentes y fue el intelectual modélico en el que se reconoce lo mejor de nuestra cultura.