Narrativa y revoluciones
«¡Hay que desfilar al lado de la verdad al menos una vez, antes de que nos llegue la muerte!»
Los que hacen la Revolución exigen cambio. Y lo exigen tras una etapa que, en muchas ocasiones, se ha mantenido durante tantas décadas, tantos siglos, que ya no es asumible. De ahí la violencia que suele haber en ellas: la indignación, sentimiento puramente humano y de máxima actualidad, tiene límites que, por el bien de determinados grupos, es mejor no sobrepasar. No obstante, este acontecimiento que habría de ser maravilloso (no existe nada más bello que el ser humano luchando por lo que merece, pues ello implica que considera que lo merece y esa consideración rige volver a amarse a uno mismo) no siempre se consuma en efemérides gobernadas por la justicia pues, como podemos observar a lo largo de la historia, determinadas revoluciones solo han implicado el cambio de una forma de dictadura a otra. Pero no es esto lo que nos ocupa hoy, si bien nunca está de más recordar que debemos cuidarnos de determinados oportunistas que aprovechan el malestar social para sus propios intereses (revolvamos el río, pero sin ganancias para estos pescadores). Las revoluciones se han contado de muchas formas y, una de ellas, la menos valorada quizás, ha sido a través de la narrativa. Demos una vuelta por la historia.
Me refería antes a la violencia que suele haber en estos acontecimientos. Hay una excepción, bellísima excepción, en Portugal; una de poquísimas revoluciones que solo clamaba por la democracia, ni regímenes políticos de un lado ni de otro: la Revolución de los Claveles (1974). Con ella asistimos a la caída de la dictadura salazarista que dominaba Portugal desde 1926. Al son de «Grândola, vila morena», el himno más hermoso que existe, Diego Carcedo en su obra Fusiles y claveles compone uno de los mejores relatos que leer al respecto. Como curiosidad, hace años encontré en un mercadillo de Lisboa, junto al Pequeno Jardim (la mejor floristería de la ciudad) las Memórias de um inspector da PIDE, de Fernando Gouveia, en la que pueden leerse las barbaridades, vilezas y manipulaciones de la que fue la policía secreta del Estado Novo durante la dictadura de Salazar. Creo que no está traducido, pero con la ayuda de un diccionario se lee con relativa facilidad.
La Revolución rusa (1917) derrocó el régimen zarista para instaurar el leninista a través de la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Si bien el texto principal para comprender sus fundamentos es El Estado y la revolución, del propio Lenin, este no se encuadra en la narrativa. Además, es aburrido en exceso: son pocas páginas, pero, en vez de dedicarse a la creación de algo propio y nuevo, no hace más que atacar a varios intelectuales (principalmente a Pléjanov) por tergiversar, supuestamente, los postulados marxistas. El gran y eterno problema de las izquierdas: siempre han estado muy divididas. Una de las mejores novelas que se han escrito respecto a esta época es del legendario Gorki: La madre. En ella el autor hace algo, nunca mejor dicho, revolucionario: en vez de colocar al obrero como protagonista, coloca a su madre, Pelagia Nílovna, un personaje diez. Mujer maltratada por su difunto marido, asustadiza, condenada al eterno sufrimiento, a la miseria, asiste al interés de su hijo Pável por formar parte de grupos y actos subversivos en los que ella comienza a entrar. Al principio por amor a su hijo, por el miedo que corre la vida de este, y, finalmente, por convencimiento propio. Es una de mis novelas más mimadas.
La libertad comenzó a guiar al pueblo francés en 1789 con la toma de la Bastilla. La Revolución francesa terminó con el feudalismo y el absolutismo en nuestro país vecino alumbrando un nuevo régimen con la burguesía (apoyada en muchas ocasiones por la masa popular) como fuerza política dominante en Francia. Por supuesto, el gran protagonista de esta historia es el pueblo francés, pero, por un momento, vamos a desviar la mirada hacia una persona y personaje altamente interesante: la última reina de Francia. La espectacular obra María Antonieta de Zweig es una biografía, no obstante, las biografías que escribió este autor (no se pierdan la de Dostoyevski, es suprema) son tan, tan literarias que superan a muchas novelas. En ella tenemos la oportunidad de conocer muy bien a esta mujer y a su marido, el rey Luis XVI, sus vidas, sus excesos, sus condenas. Quizás resulte más sencillo entender la pobreza y la necesidad en la que el pueblo francés nadaba distinguiendo la opulencia reinante en Versalles. Y muchos asuntos más, pues María Antonieta influyó bastante en la indignación del pueblo al cometer las mayores exageraciones en lo relativo al lujo que ha conocido la historia de las casas reales, pero, ¿lo hizo por pura inercia o había algo más? Siempre hay algo más. Zweig es tan bueno que consigue colarse entre las sábanas de sus personajes, lugar en el que suelen nacer los problemas.