Network: una fábula televisiva
Una historia sobre las entrañas de la televisión cuyo mensaje sigue siendo tan válido hoy como cuando fue estrenada hace 40 años.
“Network: Un mundo implacable” nos cuenta la historia de Howard Beale (interpretado magistralmente por Peter Finch), un periodista y presentador de noticias de una cadena ficticia de televisión que tras caer en desgracia anuncia en su informativo que tiene intención de suicidarse en directo la próxima semana.
A punto está este incidente de acabar definitivamente con su carrera de no ser por el ansia desmesurada de audiencia que los productores y programadores de la cadena tienen.
A partir de ese momento, nuestro protagonista se verá irremediablemente envuelto en una espiral de locura mental por la que creerá estar poseído por un espíritu revelador que lo conecta con todos los seres vivos del mundo y del universo y que es capaz de ponerle las palabras adecuadas en la boca, el prana llega a decir Howard, la energía del universo.
- “Quiero que cuentes la verdad a la gente, que no es fácil porque la gente no quiere saber la verdad […]
- . ¿por qué yo?
- ¡Porque sales en televisión tonto!”
Llegado este punto el anodino programa de informativos de Beale se transformará en un espectáculo al más puro estilo telepredicador norteamericano (de esos que agitan y exaltan a masas deseosas de ser agitadas y exaltadas para así intentar sentir algo de verdad en su vida), con la presencia de público, una sección para destapar 'trapitos sucios' que haría las delicias de los rastreadores de Twitter de hoy en día.
Incluso incluyen a una adivina (recordemos que se supone que se trata de un programa de información). Y como no, la estrella del programa, Howard Beal reconvertido en el profeta iracundo de las antenas, queriendo denunciar las hipocresías de su tiempo.
Todo esto será posible gracias al papel de la joven programadora y productora de televisión Diana Christensen, (interpretada por Faye Dunaway con cuya interpretación ganaría el óscar) que encarna el arquetipo del productor sin escrúpulos que haría cualquier cosa por la audiencia, una audiencia frustrada, indignada y asediada con crisis, escándalos políticos y depresión económica que encuentra en el inesperado arrebato del locutor el catalizador necesario para reconducir su ira. ¿Algo de esto les suena?
A Diana poco o nada le importa la verdad o verdades que Howard quiere proclamar por televisión, ella solo se guía por los índices de audiencia, el ranking de programación o las menciones en los periódicos.
Gracias a ella veremos el entramado corporativo que se esconde detrás de los platós. Esto recordó en su momento y nos vuelve a recordar a nosotros hoy lo que en realidad sabemos desde siempre, el enorme poder que tiene la televisión sobre las masas que la observan cómodamente en sus hogares.
Hoy por hoy, la televisión sigue siendo el medio mayoritario a través del cual se informa la gente. Es lo normal, no hay que hacer demasiados esfuerzos, solo hay que sentarse delante, apretar un botón, no pensar demasiado y dejar que seamos estimulados por los contenidos que alguien ha decidido que sean emitidos, solamente esos contenidos y no otros.
Por lo tanto deberíamos preguntarnos quién decide qué y por qué es lo que se va a convertir en información y lo que no, qué va a ser verdad y qué no va a serlo. Así, Howard Beale construye el relato de la verdad a través de sus mesiánicas revelaciones que, en un momento dado se toparán con un inesperado (o quizás no tanto) personaje al que no interesa tanto la verdad que Howard está revelando así que intervendrá de la manera en la que solo los poderosos saben intervenir para volver a cambiar el “relato de la verdad”.
Poco han cambiado las cosas desde entonces, es verdad que hoy tenemos Internet, una herramienta que nos prometió la democratización de la información, el usuario al poder, el establecimiento de canales bidireccionales de comunicación entre los medios y sus receptores; sin embargo aún tenemos mucho que pulir y mucha pedagogía que hacer en lo que al uso de la red se refiere.
La información que los medios tradicionales ponían a nuestro alcance ahora se ha vuelto una masa gigantesca, prácticamente inabarcable, que para el usuario medio resulta casi abrumadora ya que prácticamente cualquier información quedará sepultada por otras en cuestión de días u horas.
Como digo, Network es un recordatorio del poder que la televisión y los medios en general siempre han tenido sobre nuestra percepción de la realidad y al mismo tiempo sobre los poderes que influyen en los medios para que esta realidad sea una u otra según interese o no. Solo cabe tener fe en el espectador, es decir, en nosotros mismos, y en que nuestra capacidad crítica nos permita separar el grano de la paja, lo grotesco de lo real y la verdad de la infamia.
['Network: Un mundo implacable' será proyectada el próximo día 26 de abril a las 21.00 en el Pub Entresuelo (Granada)]
Un artículo de Cineptos Zinescrúpulos