Ni un reformatorio ni un campamento de verano: la oportunidad de un centro de menores
Granada Digital habla con Santiago Expósito, director del Centro de Menores de San Miguel, para conocer la realidad actual de un centro y para charlar de lo fundamental: la educación de la generación que viene.
Dijo una vez el poeta José Carlos Rosales, sin saber quizás que escribía un verso, que “un adolescente es un niño averiado”. La adolescencia son doce años de certezas que se tambalean, vislumbrar de pronto que la vida va en serio, vestir torpemente las maneras del adulto, una voz aflautada que muta a otra grave y ajena, constatar aquello que Hermann Hesse llamó “el resquebrajamiento de la divinidad del padre” y la erupción del deseo sexual, esa pulsión que tiraniza. Mudar la piel de la infancia es una peligrosa travesía en la que es extraordinariamente fácil zozobrar en un proceloso mar atestado de tentaciones y preguntas, algunas de cuyas respuestas se siguen escribiendo hasta el último día de vida. Uno puede leer a los quince años “El guardían entre el centeno”, “Demian” o la más reciente “Canadá”, de Richard Ford, pero no terminará de reconocerse en Holden, Emil o Dell hasta pasados los treinta.
LA IMPORTANCIA DE IMPLICARSE EN LO COTIDIANO
Cualquier juez de menores, como el adolescente que fue, es probable que empatice con los chicos a los que, en aplicación de la Ley del Menor, les imponga una orden de internamiento en un centro de menores como el de San Miguel, situado a las espaldas de la Iglesia y mirador homónimos, en el más alto Albaicín. Su director, Santiago Expósito, nos abre las puertas para charlar y adentrarnos en estancias comunes y pasillos, comunicados entre sí por puertas o esclusas que el guardia de seguridad que me acompaña abre y vuelve a cerrar a nuestro paso, desenfundando un racimo de llaves memorizadas. Uno puede imaginarse el interrumpido transitar de educadores y guardias, como una frase pronunciada en la que los espacios entre palabras se sustituyeran por punto y seguido. Pero es necesario.
El Centro de menores de San Miguel es esencialmente un hogar, un lugar de educación y reinserción, “pero no es un campamento de verano”, ni tampoco un reformatorio, palabra que no le gusta a Santiago “por todas las connotaciones que pueda tener ese término que no se adapta a la realidad actual de los centros de internamiento.” El centro depende de la Junta de Andalucía, pero es gestionado por la Fundación Diagrama, una entidad que lleva desde 1991 atendiendo a personas vulnerables o en riesgo social.
“Es un hogar pero con ciertas matizaciones. Nosotros tratamos que los chavales aquí se sientan bien, lógicamente sin obviar el motivo por el que están aquí. Porque aquí no vienen de manera voluntaria, sino que aquí vienen bajo una orden judicial. El juez les ha impuesto una medida de internamiento, privativa de libertad, en la que los chicos tienen que dar respuesta aquí. Nosotros estamos para que esa medida se adapte a sus necesidades. A las necesidades que ellos han tenido, porque fueran no han cumplido con sus responsabilidades y tenemos que dar respuesta a eso. Tratamos de que sea lo más familiar pero con el matiz de que es una pena privativa de libertad. Nosotros hablamos de hogares, de hecho”. El aspecto interior se parece mucho a una residencia colegial cualquiera. Cada interno tiene una habitación individual y hay otras estancias de uso común como el comedor, la sala de estar, la biblioteca, el patio o las aula de informática y talleres.
Santiago habla con los chavales con los que nos cruzamos con cercanía y familiaridad y sin embargo, su tono no adolece de autoridad. El educador que juega con ellos al futbolín es uno más pero no es un igual. El juez de menores Emilio Calatayud lo ha expresado en más de una ocasión, afirmando que “el niño tiene derechos y también deberes”. En el cambio del “pero” por la “y”, se sustenta la doctrina educativa aplicada en este centro, resumida en una palabra: responsabilidad. Un manojo de escobas, fregonas y un cubo aguardan en un rincón del salón a los chavales. Son responsables de ordenarlo y limpiarlo, también su cuarto; son responsables de cumplir horarios y prohibiciones, como el consumo de estupefacientes, sobre todo en el fin de semana de permiso. Inculcarles esa noción fundamental es la meta de un largo proceso que comenzó aquel confuso día de ingreso.
LOS DIFÍCILES COMIENZOS
“Hay chavales que entran por primera vez a un centro y lógicamente vienen con las expectativas de qué es lo que espera y de hecho muchos chavales aquí vienen preguntándose qué es lo que va a pasar y si me apuras hasta con ciertos miedos. Una vez que nos conocen y que los recibimos, cambia la cosa en el sentido de que nosotros tratamos de ser cercanos, explicarles muy bien la situación judicial que tienen porque muchas veces los chicos cuando están en el juzgado y les dicen ‘medida en centro de internamiento’, y por el nerviosismo que tienen no se enteran, no saben ni el tiempo que van a cumplir. No es la primera vez que un chaval no se ha enterado de nada de lo que le han dicho. Una vez que saben un poco su situación, ya se relajan. Con el paso de los días ellos ya se van adaptando al centro”.
“PARA EDUCAR A UN NIÑO, HACE FALTA TODA LA TRIBU” (DICHO AFRICANO)
“Nosotros somos el último recurso de la sociedad para dar respuesta a estas medidas. Porque ya cuando una chaval ha delinquido y es una medida privativa de libertad es porque ya el delito es más grave o la respuesta tiene que ser más estricta. Nosotros somos una parte más. Cuando nosotros trabajamos, lo hacemos con las familias, para mí el trabajo desde el centro con las familias es fundamental. Cuando terminen van a volver a su mismo entorno, a sus mismos padres, a sus mismos amigos y lo que tenemos que trabajar en ese tiempo son las circunstancias que le han llevado a que este chico haya delinquido.”
EL DÍA A DÍA
Catorce son los menores que en la actualidad cumplen medida judicial en San Miguel. Todos menos uno disfrutan de régimen abierto y semiabierto.
El día comienza temprano. “Un chaval se levanta por la mañana y lo primero que tiene que hacer es ordenar su cuarto. Hay chicos de sus edades que fuera del centro eso no lo hacen.” Tras desayunar el día continúa acudiendo en algunos casos a su propio instituto de forma autónoma, otros reciben formación en el propio centro. Finalizadas las clases toca hacer limpieza de los espacios comunes, donde los chicos rotan. Y después toca el tiempo libre, en el que algunos juegan a “la Play”, leen un libro o juegan en el patio, pero se fomenta que sean actividades en grupo. El momento del almuerzo “es importantísimo. Es muy significativo que hay chavales que cuando llegan aquí, sus hábitos alimenticios son bastante escasos, desde la utilización de los cubiertos hasta los hábitos en las comidas”.
Llegada la tarde, hay tiempo para los talleres de diversos tipos, desde artesanales trabajando mosaicos, pirograbado y estampación, pasando por el mantenimiento básico de edificios, taller de informática, de jardinería y educación ambiental, hasta otros de índole psicosocial con charlas y videoforums, donde debaten el contenido de la película recién vista. Talleres diversos, sí, pero que tienen en común la transversalidad en el desarrollo de habilidades como el trabajo en equipo, la empatía, la paciencia o el finalizar un trabajo empezado. Tras el aseo y cena, nuevo tiempo libre hasta las 22:15, hora a la que se van a su cuarto a descansar.
“NO MALTRATES A TU HIJO DÁNDOLE TODO LO QUE TE PIDA” (PINTADA EN UN MURO)
“Nos cuesta mucho trabajo a los padres decir no. Y realmente no nos damos cuenta de la importancia que tiene el saber decir no, en un momento determinado. Claro, son nuestros hijos, y queremos todo lo mejor para ellos y que no les falte de nada. Pero, sin darnos cuenta, en esas situaciones malcriamos a nuestros hijos. Hay determinadas cosas en las que el niño tiene que aprender que en este momento eso no se puede, y no conseguir las cosas a través de estas conductas que después pueden ser agresivas o violentas. Pero esto tiene un recorrido. Desde que son pequeños hay que inculcarles estas cuestiones y no cuando tienen 18 años.”
La violencia en el ámbito familiar es uno de los nuevos tipos penales que, junto con el mal uso de las nuevas tecnologías, han contribuido a modificar el perfil del menor infractor. “Se trata de una violencia aprendida, bien por observación, bien como víctimas”, donde las causas son diversas. “Cada familia es una historia, tampoco sabes si ha sido falta de autoridad, tanto en defecto, como exceso”.
“EL MEJOR MEDIO PARA HACER BUENOS A LOS NIÑOS ES HACERLOS FELICES” -OSCAR WILDE-
Vocación, formación y paciencia. Son las tres virtudes cardinales de un buen educador en un centro como este. Y es fundamental la vocación "porque esto te tiene que gustar, no es fácil, trabajamos con personas, y en muchos casos con personas desfavorecidas, con historias difíciles, muy difíciles”. El vínculo emocional entre el educador con los chavales “está”. “Cuando tú tienes ese enlace te es más fácil el trabajo de otras cuestiones, como el aprendizaje de conductas y de hábitos, esa cercanía nos va a posibilitar ese trabajo más profundo”. Tanto es así que a menudo los educadores constituyen un modelo para ellos. “Yo aquí he tenido casos en los que ha habido referencias de educadores para menores, que han copiado hasta su forma de vestir y de peinado”.
Aquí adquieren una vida ordenada y estructurada, donde encuentran esos límites que de alguna forma “pedían”. “Al principio les cuesta y cuando ya se van, echan de menos su vida ordenada. Pero ¿qué es lo que pasa? que una vez cuando salen tienen que seguir. El trabajo que aquí se lleve en el centro después tiene que verse reflejado fuera. Por eso nuestro trabajo con los chavales no se queda solamente en ellos. Se queda con las familias, en su entorno, para que todo lo que aquí hagamos se pueda ver el fruto fuera”.
Mientras acabamos nuestra conversación, un menor abandona el centro. Ha cumplido su medida de internamiento y su familia ha venido a por él. Tras las sucesivas puertas interiores llega por fin a la que se abre al exterior. Terminan los puntos y seguidos y comienzan los puntos suspensivos. Mucha suerte.
Comentarios
2 comentarios en “Ni un reformatorio ni un campamento de verano: la oportunidad de un centro de menores”
champion
15 de febrero de 2015 at 12:35
Muy buen articulo,las personas que trabajan en este sector se merecen de vez en cuando una palmidita en la espalda, son padres y gente que lo que quiere es el bien por los chavales,que salgan adelante por sus propios medios, los centros hoy en día cuentan con muy buena preparación en todos los aspectos. Enhorabuena al C.i.m.i San Miguel!! Tiene su prestigio merecido.
Nuria
27 de julio de 2017 at 14:14
Preciosa labor la de éstos profesionales y muy buen artículo. Gracias por ayudar a estos chicos perdidos a crecer