No contagiemos el miedo

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El Carnaval de Venecia se suspendió por el coronavirus | Foto: Cedida a GD
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Se suspende el mobile world congress 2020. Un millar de aislados en un hotel donde se alojó un turista italiano con coronavirus. España activará un protocolo para hoteles, aeropuertos y zonas de afluencia masiva por el coronavirus. La demanda de mascarillas se dispara un 10.000% en España. Once localidades en Italia en cuarentena con más de cien contagios. El coronavirus obliga a cancelar el carnaval de Venecia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la oportunidad para contener el coronavirus se está agotando con el incremento de contagios fuera de China. Irán anunció el cierre temporal de escuelas, centros educativos y universidades en las dos ciudades afectadas por la epidemia. Afganistán anunció el cierre de su frontera con Irán, con lo que se une a la lista de países como Turquía y Pakistán que han tomado medidas similares, ante el aumento de casos de coronavirus. El virus entra en las bolsas. Corea del Sur, en alerta máxima tras una nueva muerte. La epidemia del coronavirus hace tambalear al transporte marítimo mundial.

El coronavirus se traslada de las Bolsas a las fábricas. El cierre de factorías y tiendas en China golpea a las grandes firmas tecnológicas, industriales y de distribución. La OMS teme “turbulencias políticas y sociales graves” por el coronavirus. Xi Jinping asegura que la epidemia es la emergencia sanitaria más grave en China desde 1949. Y mientras tanto, los bulos del coronavirus vuelan: los secadores protegen, los estornudos alcanzan 8 metros, las mascarillas se lavan...

Y el coronavirus es la primera verdadera "infodemia" de las redes sociales. Las redes sociales han comprimido la información y la información errónea en todo el mundo a velocidades sin precedentes, alimentando el pánico, el racismo ... y la esperanza.

Y todo esa llega, llega lejos, llega a todo y por todo. Y ante ello, mucho miedo, demasiado miedo. Mucho miedo innecesario. Nos sentimos demasiado vulnerables ante un miedo que no controlamos. Y es un miedo lejano a nosotros/as y lo sentimos demasiado cercano a pesar de lo que nos dicen, o quizás por lo que nos dicen.

El miedo es una emoción de protección y alerta frente al peligro. Es una emoción que nos enseña algo profundo de nosotros mismos y, si sabemos identificarlo, lo podremos vencer y así podremos conocernos más profundamente a nosotros mismos. Porque gran parte de la victoria está en no darle valor a los miedos. El miedo tiene la fuerza que nosotros decidamos darle. Ni más ni menos. Y ahora se le da excesivo valor al miedo.

Sentir miedo es algo normal. Esto se debe a que el cerebro de todos los seres vivos, al encontrarse en situaciones de riesgo, reacciona de manera instantánea en defensa propia. En otras palabras, en situaciones de peligro se activa de manera instintiva un sistema de protección frente a posibles ataques o situaciones que puedan generar algún desequilibrio. El problema es este sintamos ataques o situaciones de peligro que no existen.

La realidad es que el miedo, puede llegar a ser una reacción limitante en nuestra vida diaria, ya que puede bloquearnos hasta el punto de no ser capaces de reaccionar. Y si así ocurre, necesitamos buscar la solución. Además, a veces somos propensos a aumentar el tamaño del miedo cuando no lo bajamos a la realidad. Y en estos momentos se aumenta el tamaño del miedo.

Aunque evitando el miedo solamente lo alimentamos. En nuestra mente nos vamos haciendo más y más pequeños frente a él, que cada vez parece contar con más armas y puntos por donde poder atacarnos. No le demos más poder al miedo que ya tiene. Esto no solo se nota en nuestro grado de temor sino también en el grado en el que condiciona nuestras vidas.

Cada sociedad suele compartir temores que se han heredado por costumbres y hábitos. La información bien contrastada y la comunicación son la clave para superar las fobias colectivas.

Y también el miedo atenaza, bloquea, anula, impacta. Y ante el miedo, sufrimos, huimos, gritamos, nos encerramos, nos aislamos, no preguntamos, no escuchamos, no empatizamos o incluso atacamos.

El miedo genera escepticismo. Y es que tenemos miedo al dolor, al contagio, a lo desconocido, a lo extraño, a lo diferente, a lo distinto, a lo nuevo, al cambio. Miedo porque nos sentimos vulnerables. Miedo a la incertidumbre.

En el ser humano la forma de enfrentar el miedo es el resultado de la confluencia de mecanismos instintivos y del aprendizaje que se ha ido acopiando en diversas situaciones. No es una reacción única. Es la suma de reacciones. Se podría decir que a la hora de enfrentar una amenaza se activa en un primer momento el instinto de conservación, pero también un proceso mental aprendido que induce a actuar en uno u otro sentido.

Para ganarle al miedo no hay otro camino que afrontarlo, superarlo y obtener así la satisfacción que esto puede aportarnos. Al mismo tiempo, para afrontarlo es bueno descubrir algo más de nosotros mismos, es decir, conocer a través del miedo, el origen del mismo, su significado y la interpretación que hacemos del peligro.

Y como dice Javier Segura, “el desproporcionado miedo al coronavirus se alimenta con la idea de que son amenazas debidas al azar (¿una mutación genética?), por lo tanto inevitables, sobre las que solo nos queda responder con las clásicas medidas de cuarentena y la esperanza de una nueva vacuna”. Y añade: “Nos falta reflexión e información sobre el origen de la infección, sus determinantes sociales o el sospechoso foco informativo que ha merecido. También sobre la necesidad de un abordaje más preventivo y menos compulsivo de esta amenazas periódicas, que desnudan (a los que quieran verlo) las miserias del actual statu quo político-económico global”.

No contagiemos más miedo por favor.