"No hablo de luz, hablo de la vida de mi marido": las crueles consecuencias de los cortes de luz en la zona Norte
Varios vecinos de avanzada edad cuentan cómo las interrupciones del suministro los dejan incomunicados y sin la asistencia médica necesaria
Los cortes de luz vuelven a castigar a la zona Norte de Granada. Más bien, nunca se fueron. Con olas de calor angustiantes, con días donde el mercurio marcaba más de cuarenta grados, decenas de vecinos han soportado, y siguen haciéndolo, las largas horas sin electricidad como mejor pueden. Desgraciadamente, las siguiente líneas no versarán de los problemas para conciliar el sueño, de no poder cocinar o de no poder ver la televisión, problemas no menores en un país tan desarrollado como este. Se trata de una cuestión de vida o muerte. De personas mayores que necesitan la luz para vivir y para no fallecer a consecuencia de una pobreza energética que ellos no han buscado ni merecen.
En la calle Juan Moreno Dávila, concretamente en el número dos de esta vía, decenas de vecinos despiertan cada día con una angustia y una desesperanza que angustia sus almas. En las últimas semanas, los cortes de luz han hecho acto de presencia a diario, llamativamente, siempre a la misma hora. Una electricidad que tarda en volver varias horas y que deja incomunicados, sin poder salir de sus viviendas e incluso sin las herramientas básicas que les pueden salvar la vida a varias personas mayores que, cada uno con sus problemas de salud, rezan para que su vida no se desvanezca mientras la luz permanece ausente.
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“No estoy hablando de luz, estoy hablando de la vida de mi marido”
Paqui y Antonio residen en el octavo piso de Juan Moreno Dávila 2. Hace ya varios años, Antonio sufrió un ictus y un infarto al mismo tiempo, unos accidentes accidente cerebrovascular y cardiovascular que lo llevaron a pasar por quirófano y por una larga recuperación para paliar las secuelas. Una vez superado, hace dos años, el corazón de este hombre volvió a fallar, concretamente el día de Navidad. Según cuenta su mujer, “los médicos me dijeron que era a vida o muerte, que uno de cada diez salía de la operación. Por suerte mi marido fue ese uno, pero a los diez días volvió a darle otro infarto”.
Tras esta tercer ataque, este granadino padecía una serie de microinfartos que, unidos a su diabetes, hacen que sean imperceptibles para quien los sufre. “Los médicos no podían controlar esos micro infartos. Él no se da cuenta, cae redondo”, asegura. Ante esta circunstancia, se le implantó un mecanismo que permite mandar unas descargas a su corazón a través de un aparato que Paqui puede utilizar. Al mismo tiempo, a través de una máquina instalada en el dormitorio de ambos, se envía una señal a un departamento específico de cardiología que “en menos de cinco minutos hace que una ambulancia esté aquí". "El problema es que ese aparato necesita corriente eléctrica”, apunta.
Con un nudo en su garganta y con las lágrimas casi brotando de sus ojos ante la injusticia y la pesadilla que les ha tocado vivir, Paqui reconoce que "sin luz" ella no puede hacerle el electro a su marido ni ponerse "en contacto con nadie". "No estoy hablando de luz, estoy hablando de la vida de mi marido. Cuando no tenemos electricidad él se viene al dormitorio y se tumba en la cama. Dice que si le tiene que dar algo, por lo menos que sea acostado”, afirma.
Esta vecina de la zona Norte solo pide luz para que su marido siga con vida y para que la suya no se diluya lentamente: “Me da igual que no haya ascensor, que no haya luz en la escalera, no tener televisión. Solo quiero luz para ayudar a mi marido. Cada vez que se va la electricidad me paso todo el tiempo mirándolo y pendiente de él, rezando para que no le dé algo mientras no tengamos luz. A mí se me está yendo la vida con esto”.
“Llevo tres meses anclada en mi casa, como si estuviese en una cárcel”
Puerta con puerta residen Mari Pepa, su marido y su hija Jezabel, siendo este último quien a consecuencia de un ictus sufre en mayor medida las consecuencias de los cortes de luz. Rostro cansado y una evidente desazón acompañan a estas vecinas de la zona Norte que, aun con un poco de esperanza y de ganas por luchar cuentan con rabia su situación.
Jezabel explica que su padre requiere de una silla de ruedas para desplazarse, una condición que, sin ascensor, impide cualquier tipo de movimiento y, sobre todo, de asistencia. “Si necesitamos un médico cómo van a subir a un octavo sin ascensor y sin luz en la escalera”, comenta. Su madre, Mari Pepa, reconoce apenada que salir de su vivienda ya no es una opción: “No puedo salir, solo voy a lo imprescindible. Llevo tres meses anclada en mi casa, sin vida, como si estuviésemos en una cárcel. Vivir aquí es completamente inhumano”.
Esta falta de humanidad y de solidaridad se repite en prácticamente todas las plantas de este edificio y su colindante. Pepa, vecino del segundo, explica que su marido José Luis vive postrado en una cama articulada. “Su cabeza funciona, pero el resto del cuerpo no. Para darle de comer tumbado en la cama es casi imposible si no puedo moverlo. Sin luz él no puede moverse. Viene un muchacho por las mañanas a ayudarlo, pero yo sola no puedo y menos si no puedo mover la cama. Imagina lo que es cambiar a una persona con una linterna”, señala.
Al igual que el resto de vecinos, viven con el temor de salir de su vivienda y no poder regresar si la electricidad se ha esfumado y, por lo tanto, no disponen del ascensor. “Nos ha ocurrido que he salido a la calle con mi marido, simplemente para que le dé el aire un poco, y que me llame una vecina y me diga que no hay luz. Automáticamente te planteas: ¿Qué hago con mi marido? ¿Cómo subo a mi casa? En el momento que ha vuelto la luz, salimos corriendo para volver a encerrarnos aquí. Solo pido que me den el servicio que estoy pagando. Que me dejen vivir”, indica.
Dentro de tanta penumbra, un halo de luz aparece bajo los nombres de Elisa Campoy, presidenta del Distrito norte, y Manuel Martín, Defensor del Ciudadano en Granada. Rosa García, presidenta de la Asociación de Vecinos de Nueva Cartuja, recalca con especial hincapié la gran labor de ambos representantes para ayudar en todo lo posible a los vecinos afectados. García señala que, cada vez que se produce una interrupción del suministro, ambos no tardan en coger sus teléfonos y realizar las llamadas pertinentes para que los afectados recuperen el servicio lo antes posible, una actividad que realizan incluso en sus vacaciones. Los cortes de luz continúan en la zona Norte, pero la esperanza por conseguir una solución tener una vida digna no cesará nunca.
Comentarios
Un comentario en “"No hablo de luz, hablo de la vida de mi marido": las crueles consecuencias de los cortes de luz en la zona Norte”
Angel
21 de agosto de 2024 at 10:47
No tenemos trasporte público nocturno, no hay autobuses los fines de semana para que la juventud pueda salir de fiesta y regresar a su casa sin sufrir accidente alguno, la persona que tiene que entrar a trabajar a las 7 de la mañana, tiene que usar su medio de transporte, porque el primer autobús comienzan a las 6:30 horas, por la noche ídem de lo mismo, y solo se preocupan de decir Reino de Granada y criticar a Sevilla, cuando Sevilla tiene 9 líneas de autobuses nocturnos, Granada es un pueblo, no un Reino, no avanza en nada.