No nos comparemos con los demás. Y por favor, dejemos de juzgar
Desde hace tiempo, hay estudios que sostienen que la colaboración obtiene mejores resultados que la competición. Las palabras colaborar, cooperar, compartir, comunicar, construir, .... son fundamentales. Y si ponemos palabras que empiezan por CO y además quitar JUICIOS, además de menosprecios, etiquetas, ironías o generalizaciones, que son bacterias que INFECTAN la relación, junto a los virus de acusaciones, amenazas y exigencias.
Y para lograr trabajar con un grupo de personas debemos controlar el ego y eso es algo que requiere de un ejercicio de humildad. Por tanto: NO NOS COMPAREMOS.
Y es que nos pasamos la vida JUZGANDO a los demás y JUZGÁNDONOS a nosotros mismos. Los JUICIOS, como decíamos, son bacterias de la comunicación que es necesario quitar. En realidad las personas que más juzgamos a otros es porque en realidad somos muy duros e exigentes con nosotros mismos. Pero al juzgar, criticar, al emitir palabras llenas de negatividad, en realidad los que nos llenamos de lo NEGATIVO somos nosotros mismos.
Proyectemos fuera lo que nos irrita y nos disgusta de nosotros mismos. Juzgamos porque no nos aceptamos ni nos queremos como somos, y a veces porque buscamos cambios que no somos capaces de llevar a cabo. A veces criticamos aquello que en realidad envidiamos.
Ante ello, la comparación en un momento determinado puede aumentar nuestra autoestima, pero suele ser la forma de hacerlo que más efectos secundarios tiene.
Lo importante para evitar las comparaciones que nos perjudican, es lograr aumentar nuestra autoestima y comprender que todas las personas somos únicas y diferentes, porque nuestras circunstancias también son distintas.
Si gestionamos de forma adecuada nuestra autoestima, podremos ver el lado positivo de las comparaciones y utilizar su poder motivador para aquellas tareas que tenemos que realizar. Sin embargo, hay que tener cuidado, porque la línea que divide la comparación positiva de la negativa es muy fina, y es necesario no sobrepasarla en post de un perfeccionismo extremo.
Cinco claves para que no nos comparemos con los demás
1. Fortalecer la autoestima o autoconfianza alimentándola con pensamientos positivos.
2. Realizar actividades que nos conecten y ayuden a desarrollar nuestras capacidades: leer, cantar, bailar, ejercicio o pintar.
3. Compararnos solo con nosotros mismos, mejora nuestra propia versión cada vez que podamos.
4. Aprender de quien ya es como a nosotros nos gustaría ser. No compitamos, colaboremos y aunemos fuerzas. Cuando veamos a alguien que está donde a nosotros nos gustaría estar, en vez de sentir envidia, y tener pensamientos negativos del tipo: “Alguna trampa habrá hecho”, preguntémosle cómo lo logró. Sentir envidia es algo natural y humano, no lo condenemos, lo malo es cuando esa envidia la transformamos en odio.
5. Cuidemos nuestro cuerpo y nuestra mente.
¿Qué debemos hacer ante estas situaciones en las que nos comparan y nos comparamos con los demás?
1. Lo mejor es compararse con uno mismo. Preguntémonos cómo estábamos el año pasado por estas fechas y cómo estámos ahora.
2. Aprender a aceptar las diferencias personales. Cada persona es única y diferente. Siempre habrá personas con mejores y peores cualidades que uno.
3.Aprender a disfrutar de las diferencias que poseemos e intentar aprender de las de los demás.
4. No nos creamos los mensajes de perfección que se lanzan a través de los medios de comunicación. Nadie es perfecto.
5. Buscar en uno mismo qué aspectos podemos mejorar y hacer crecer. Seguro que tenemos más de una cualidad dormidas esperando a salir. Si nos sentimos bien con nosotros mismos no necesitaremos compararnos con otros. Si queremos mejorar nuestra imagen externa podemos querer parecernos a quien sea, pero no nos comparemos.
6. Desarrollar nuestra autoestima a partir de nuestros propios valores y nuestra valía.
7. Vivir bien dentro de nuestra propia piel. Y planteémonos ratos para superarnos, sin mirar a otros.
8. A pesar de que no nos comparemos con nadie no debemos olvidar que sí debemos ver nuestros fallos, limitaciones y debilidades para superarlas.
Las dificultades y problemas son fuente del crecimiento. Por tanto, no neguemos que dejar de juzgar situaciones o a las personas es algo sencillo. Cuesta y mucho porque nuestra mente o ego disfruta comparándonos, analizando situaciones, se mueve siempre entre las polaridades de luz y oscuridad, blanco y negro, bien y mal. Pero el hecho de juzgar a los demás constantemente nos convierte en personas más negativas, hace que nos sintamos mal por dentro e irradiemos esa energía negativa, atrayendo a nuestras vidas aún más negatividad.
No demos poder a las emociones tóxicas. Al juzgar estamos dando cabida a emociones tóxicas, llevadas tanto al exterior: ira, envidia, venganza... como hacia nosotros mismos.
Y generamos esas emociones tóxicas, juzgando, opinando de manera negativa de algo o alguien. Al juzgar a los demás o juzgarnos estamos dando nuestro poder a emociones desagrabales o tóxicas y no ejercemos nuestro poder propio como personas para llevar nuestra energía al crecimiento, evolución, conciencia.
Si estamos enfadados o irritados, emitimos ondas de una frecuencia desequilibrada. Cuando juzgamos, estamos comparando.
Juzgar a otros es un hábito que la mayoría tenemos y es poco sano para nosotros, como individuos y como sociedad. ¿Qué podemos hacer para cambiarlo?
1. Evitar los estereotipos. Crean una gran cantidad de negatividad en el mundo y encierran a las personas en círculos asfixiantes. Tratar de reconocer los estereotipos y trabajar para evitarlos, no hay necesidad de contribuir a la negatividad colectiva.
2. Atención plena. Aunque el juicio es un instinto natural, tratar de poner atención plena antes de hablar, de enviar ese correo electrónico desagradable y de hacer un potencial daño, es básico y fundamental. Intentar reformular nuestro pensamiento crítico interno y ponerlo en positivo.
3. Concentrarse en la propia vida. Cuando uno está tratando de evitar sus propios problemas, es fácil criticar a los demás. Eso no soluciona nuestras dificultades ni nos saca de nuestros aprietos, recordémoslo.
4. Pensar en cómo se puede sentir el otro. Recordar también cómo se siente uno la última vez que le juzgaron. Tratemos a los demás como nos gustaría que nos tratasen en todo momento.
5. No juzgarnos. Estamos diseñados para la supervivencia. Nos tensionamos y nos ponemos a la defensiva. Esta es una primera reacción normal, lo fundamental es ser consientes de ello para realizar una pausa antes de actuar, y así poder cambiar nuestro comportamiento.
La clave de ello está en ayudar en lugar de juzgar. Los prejuicios nos limitan como personas y nos dan una falsa sensación de lo que es correcto y lo que no. Cuando dedicamos nuestro tiempo a juzgar, no ayudamos a los demás, ni a nosotros mismos. Por lo tanto, en lugar de juzgar intentemos ayudar a las personas que tenemos alrededor. Dejar a un lado las críticas y apreciaciones negativas, dejar de focalizarnos en lo negativo y buscar la forma de expresar aquello a mejorar desde lo positivo y la ayuda a los demás, nos ayudará a conseguirlo.