No odio a nadie, a pesar de que haya quien vive de odiar
El otro día me decía un amigo sobre una compañera y me decía: NO ENTIENDO EL ODIO QUE TIENE. No entiendo su rencor. No entiendo que además sea un odio llevado dentro desde hace años. No entiendo ni el por qué ni el cómo de su odio.
Y la verdad es que no se entiende ese odio que le reconcome, ese odio que le hace atacar a otros, ese odio que le genere ganas de machacar al otro sin motivo, ese odio que haga que intente quitar de en medio a quien le puede hacer sombra (casi cualquiera le puede hacer sombra creo yo).
Lo he visto de cerca. Me lo han contado amigas y compañeros. Lo veo cuando la veo actuar. Lo veo en su silencio ante las injusticias. Lo veo cuando ejerce las injusticias. Y eso lo digo a pesar de que le di mi confianza. Ni así. Parece como decía mi amigo que su odio es mayor que la ayuda, apoyo o cercanía que uno le pueda aportar.
La verdad es que como decía Alphonse Daudet el odio es la cólera de los débiles y estoy convencido que lo que demuestra con ello es su debilidad. También Charles Baudelaire decía que el odio es un borracho al fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida. O Víctor Hugo que comentaba que cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga. O también Jean Paul Sartre que afirmaba que basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera. También he leído que el odio es la demencia del corazón: Lord Byron. Decía Tennessee William: Creo que el odio es un sentimiento que sólo puede existir en ausencia de toda inteligencia. O Ugo Foscolo que comentaba: El odio es la cadena más abominable con la que una persona puede obligar a otras.
Y si a eso le añadimos el miedo. Todo ello genera una aurea de silencio, donde nadie quiere ser el que dé la cara. El miedo, esa emoción que se contagia fácilmente, es la que marca la realidad de una organización que está muriendo porque vive de los mediocres leales y prescinde de los brillantes críticos, como dice mi amigo Virginio Gallardo. ME ENCANTA esta idea, aunque me entristece ver a organizaciones morir, como la mía. Me encantan las organizaciones que viven de y con desobedientes inteligentes. Y yo me siento y soy un desobediente, una persona que no se calla, una persona que con espíritu crítico defiende lo que cree y que creo que merece la pena. Y eso sigue intacto, a pesar de las afrentas, de los ceses, de los desplantes, de las envidias, del rencor, de la venganza,....
Y lo respeto, aunque no lo entiendo. Me sorprende ver a gente criticarlo mientras que quien más cerca está no dice nada, no haba, no comenta, no sugiere, no....
Sin embargo, mi admirado Luis García Montero dice al respecto: Confieso en público que hay cosas que me parecen odiosas. Incluso estoy convencido de que es muy conveniente que una sociedad odie algunas cosas. Nunca el odio a las personas, pero sí algunas cosas que dicen o que hacen. Me parece odiosa la gente que dice con buena o mala intención que lo mejor es olvidar.
Yo diría que respeto las palabras y opiniones de Luis García Montero y entiendo lo que le parece odioso (y más dicho tal como lo dice). Y sin embargo NO ODIO. A pesar de que opino que como decía Graham Greene: El odio no es más que carencia de imaginación.
Si vamos al DICCIONARIO viene definido el odio como un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo. Es la emoción de profunda antipatía, rencor, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona o cosa.
Y es que el ODIO es el patito feo de las EMOCIONES. Y la realidad es que no me gusta oír a la gente que odia cosas de la vida cotidiana. Creo que es mejor decir que no te gusta una cosa o la otra. Así, hace unos días, en un grupo de WhatsApp criticaba los comentarios que hacía una enfermera en Instagram, porque decía: adoro ser enfermera, odio el colectivo de enfermería. Aunque matizaba bajo mi opinión, muy acertadamente, y decía: ODIO el ODIO, el RENCOR, la ENVIDIA. Me gusta.
Aunque, para mi, hablar de lo contrario del amor no es hablar del odio, sino de la INDIFERENCIA.
Y es que detrás del odio podremos encontrar muchas cosas como la baja autoestima, la inseguridad, la inmadurez emocional, la frustración, el egocentrismo, la escasa tolerancia, los sentimientos de inferioridad o la envidia de lo que otros tienen o son. Y en esa persona que odia a mucha gente (también a mi) lo que veo son todas esas cosas. ¡Qué triste!
Cuando no hay odio dentro, no hay enemigos fuera. La personalidad y forma única de ver la vida condiciona la manera en la que nos relacionamos con los demás. En esta línea, tener enemigos puede estar más relacionado con cómo afrontamos las situaciones en nuestra mente que con las circunstancias que objetivamente nos suceden. Cuantas cosas creo que necesita su mente cambiar!
El odio a primera vista muchas veces no se origina en una agresión o un mal gesto de la otra persona. A veces son los prejuicios los que le guían o los filtros que aplica sobre la información que recaba y que le confunde. El odio a primera vista podría ser simplemente el resultado de un prejuicio. Te dejas guiar por la apariencia y asocias un determinado aspecto con unos valores o antivalores específicos. No olvides que las apariencias son muy engañosas.
Para su estabilidad emocional creo que es fundamental que sepa reconducir su rabia.
No cabe duda de que su peor ataque le provoca una autovaloración negativa, que acaba minándola como persona. Está autovaloración negativa la convierte en su peor enemigo, ya que su equilibrio emocional depende, en gran medida, de su autoestima.
Cuando los pensamientos negativos la atrapan en un bucle la van llevando al enfado, a la furia, al odio, haciendo ver al otro como un enemigo.
Hay quien me dice que cuando el contraste entre dos personas es muy alto, es posible que se caiga mal desde el primer momento. En este sentido, lo diferente puede despertarle en ella una actitud de rechazo. Y es que hay personas que no han desarrollado sus habilidades sociales. Es como si fueran personas que no encajan, que rechinan. No tienen idea de cómo establecer un vínculo con otros de manera espontánea. Es posible que esto dé origen a un odio a primera vista.
Por todo ello, y teniendo claro que el odio es una emoción que generalmente va acompañada de otras connotaciones negativas, como la rabia, la ira o la agresividad, es evidente que el odio es un sentimiento que es muy difícil de controlar por su intensidad. Además, mantener este sentimiento durante un tiempo prolongado provoca la aparición de problemas, tales como estrés, ansiedad, insomnio, pensamientos obsesivos, problemas de agresividad, debilitación del sistema inmunitario, etc.
Lo peor de este sentimiento radica en que esa persona que vive bajo el odio, y en ocasiones también bajo el rencor, no es capaz de sentirse en paz y con tranquilidad.
A pesar de que en ocasiones la persona que odia cree tener alguna razón de base para hacerlo, la realidad es que el discurso del odio se ampara en la libertad de expresión, una libertad que no es absoluta y está limitada cuando colisiona con otros derechos como la igualdad, el derecho al honor o la dignidad de la persona.
Asimismo, ser capaces de evaluar la intencionalidad existente en aquél que creemos que nos ha dañado, así como generar una mayor tolerancia hacia los actos o palabras de los otros y trabajar los pensamientos o ideas negativas generadas, ayudará al sujeto a desarrollar otro tipo de sentimientos menos perjudiciales y más adaptativos.
Para conseguir encontrarnos mejor, es importante trabajar la comunicación y las habilidades para solucionar problemas. Para un diploma de gestión es necesario tener esas habilidades, imprescindibles en la gestión de servicios, imprescindible para la gestión de cualquier programa. Mal empieza. Probablemente no esperaba mucho de Elo, sin embargo hay gran decepción que esa persona ha generado. Y es que cuando la indignación ya no tiene el objetivo de reaccionar frente a una injusticia, se convierte en una simple manifestación de ego, que demuestra la imposibilidad de controlar y gestionar correctamente sus emociones.
Y además, no ODIAR. ¿Y cómo no odiar o dejar de odiar a alguien? Pensar bien de los demás en lugar de pensar lo peor. Aprender a disfrutar de las conversaciones y a conectar con otras personas en lugar de mirar a cualquiera que nos hable como si estuviesen haciéndonos perder el tiempo o como si nada de lo que dijesen nos importara. Hacer cumplidos de forma sincera a las personas. Abrirse a la gente y con eso tenemos más posibilidades de encontrar comprensión, compasión y amistad. De esta forma, no sentiremos tanto odio hacia la gente y veremos que merece la pena esforzarse para hacer nuevos amigos en el mundo. Pensar en todas las formas en que la gente puede ayudarnos. Otra forma de dejar de odiar a todo el mundo consiste en darnos cuenta de que la mayoría de la gente que nos rodea puede ser un recurso sin explotar. Si creemos que todos los que nos rodean están ahí simplemente para hacer de nuestra vida algo miserable, seguiremos odiando a la gente, inevitablemente. Si nos sentimos más conectados con la gente, seremos menos propensos a odiar a los demás. Y si hacemos el esfuerzo de preocuparnos por alguien más que por uno mismo, pronto nos acercaremos a una perspectiva más empática, y empezaremos a querer a los demás en lugar de odiarlos.
Todo ello sirve para avanzar, para no odiar, para crecer, para querer, para mejorar, para buscar soluciones... Por tanto, el odio es una emoción que se derrota a sí misma: el odio deja señales en nuestro corazón. Cuídate, y por favor no odies. No es bueno para ti ni para quienes te rodean, aunque sean pocas personas. No me gusta utilizar la palabra odio.