No solo en Panamá (II)
Los papeles de Panamá han destapado la aplicabilidad cuasi universal a los ricos de una moral cínica consistente como mínimo en prever la existencia de sociedades en paraísos fiscales, “por si hiciera falta”; y como máximo en utilizar habitualmente este método para reducir sus obligaciones fiscales lo más posible. Moral que comparten Aznar y Botella, aunque estos sin irse a ningún paraíso fiscal, sino simplemente haciendo pasar rentas personales por beneficios empresariales. Es una moral heredera de esa picaresca tan hispana. Es patético ver a Bertín Osborne afirmar con rotundidad que todos acudiríamos a esas prácticas -si pudiéramos- para evitar una imposición fiscal elevada, añadiendo la coletilla de que, eso sí, “dentro de la legalidad”, como si la misma previsión en sí no implicara la intencionalidad de salirse de esa legalidad en el caso de que el titular lo considere necesario.
Pero los citados papeles de Panamá también prueban la existencia de un entramado de redes corruptas que existen en la dinámica de evasión de impuestos, compuesta por bufetes de abogados especializados en la creación y gestión de dichas empresas, en la búsqueda de testaferros, etc., y de bancos, testaferros, notarios, etc. Todo un conglomerado mundial al servicio del delito financiero, que actúa la mayoría de las veces con absoluta impunidad. No es sólo en países como Panamá, o Andorra, Gibraltar, Jersey, donde se asientan los paraísos fiscales. También lo hacen en medio de las grandes potencias: ahí está la City de Londres, la Delaware de EE.UU. Se trata del negocio de los bancos. Ante ello, todo está permitido, mientras no te pillen. Doble moral de los banqueros y de aquellas autoridades que acuerdan luchar por la erradicación de estos paraísos fiscales, pero no se aplican el cuento a sí mismos.
¿Por qué ha saltado el problema por los papeles de Panamá y no de Delaware? Sin duda hay una lucha entre conglomerados financieros por el control de los 30 billones de dólares que se disputan los distintos paraísos fiscales en este negocio de la atracción de capitales sucios. Puede incluso que sea la opa que le hace el capitalismo yanqui al europeo, centrado en Suiza. No olvidemos que este país estará obligado desde 2018 a declarar la identidad de los que están detrás de esos capitales. Pero en todo caso esa es la penúltima escaramuza de una batalla entre gentuza de la misma calaña.
El problema de fondo es el escasísimo poder de control de los movimientos de capital que existen en un mundo globalizado. Las autoridades europeas empiezan a “enfadarse” hipócritamente con el volumen de corrupción que existe en el mundo del dinero. Pero por mucho cabreo que muestren esas autoridades, lo cierto es que desde que en Basilea el G-20 decidió acabar con los paraísos fiscales, no se ha hecho prácticamente nada.
JM Pelaéz Martos, El País, 5/4/2016 afirma que “siempre habrá paraísos fiscales”. Pero tras esa excesiva acumulación de capitales se esconde un grave problema de estancamiento de la economía en la medida en que crece la desigualdad. Y además el descontrol y opacidad del movimiento del dinero que proporcionan los paraísos fiscales, también genera su utilización para la financiación del terrorismo (véase el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York en 2001), o para la colocación de los productos tóxicos que provocaron la actual crisis financiera. He aquí grandes incentivos para que los responsables mundiales le metan mano a esos paraísos fiscales. Aunque ello implique tener que luchar contra el actual modelo de capitalismo especulativo que nada tiene que ver con la producción de riqueza, bienes y servicios para el bienestar humano.
Más hipócrita resulta el temerario argumento liberal de que esto se produce por lo elevado de los tipos impositivos. Olvidan que los impuestos sirven para crear una convivencia basada en una salud pública y privada garantizada a todos (a los ricos también), en una calidad educativa (que incluye una mano de obra cualificada, incluso a niveles universitarios e investigadores), unos servicios sociales para los personas dependientes, para los desempleados, para nuestros hijos, parientes y convecinos, unas infraestructuras de calidad (servicios aeroportuarios, ferroviarias, de autovías, de centros e instalaciones de todo tipo) del que se beneficia el conjunto de los ciudadanos, los ricos incluso más.
Cuando Montoro afirma que su regularización fiscal (amnistía fiscal) ha conseguido recaudar 40.000 millones, está esgrimiendo el mismo argumento liberal, pues consigue que los que defraudaron paguen en vez del 50 ó el 25%, un 10%. Les sale rentable defraudar. No les basta con usar fraudulentamente las sicav (que cotizan al 1%). Su ambición y falta de sensibilidad social es insaciable: si pueden cotizar al 0%, mejor. Por eso el argumento liberal no es válido.
Hacen falta medidas legislativas nacionales e internacionales para prohibir esas falsas empresas, para erradicar los paraísos fiscales; y hace falta cárcel para escarmentar a los ricos especuladores y evasores. ¿Quién confía en la voluntad política de las autoridades mundiales, europeas y españolas del sistema (PSOE, PP, Ciudadanos en lenguaje organizativo inteligible en España)? Yo no. El pueblo, unido, debe movilizarse para que la democracia limpia y transparente funcione.
Ese es el verdadero cambio que necesitamos, y no un mero cambio de gobierno.