No todo vale
Todos sabemos cuál ha sido la situación de la educación durante estos últimos meses. Hemos vivido más o menos de cerca la angustia de las familias a las que les ha costado mucho adaptarse para que sus hijos pudieran seguir su proceso de aprendizaje con un mínimo de garantías, de unos padres que no sabían cómo ayudar a sus hijos a entender determinadas materias, que no estaban preparados (ni tenían porqué) para asumir el papel del docente, que no veían la manera de ayudar en una situación de estrés emocional para la que ninguno estábamos preparados.
Hemos vivido también en los estudiantes (especialmente de los cursos superiores) la angustia de la incertidumbre, del no saber cómo van a poder seguir aprendiendo, cómo se les va a evaluar, si lo que están trabajando les servirá de algo, si podrán enfrentarse a la gran cantidad de nuevos retos que se les vienen encima.
En lo que a mí me toca, he vivido como docente la angustia de una adaptación sin red y a toda velocidad, investigando, probando, inventando, acertando y fallando, trabajando permanentemente para averiguar la forma de poder llegar a todos los alumnos y alumnas y que su desarrollo educativo se viera mermado en la menor medida posible.
Juntos hemos inventado una nueva forma de entender la educación que desde luego no puede sustituir al contacto directo con los ojos de nuestros alumnos, pero que ha conseguido paliar los efectos de la pandemia y evitar el colapso total del sistema educativo.
Por eso debo denunciar la injusticia de lo que está sucediendo ahora.
Sí, estamos en época de exámenes, y no puede ser que estudiantes que hasta marzo no trabajaban, no entendían y no les importaba, que no habían conseguido pasar de un 2 en ningún examen o prueba, de repente, por arte de magia y ayudados por una inspiración repentina, pasen a tener las tareas perfectas y a realizar exámenes on line con notas superiores incluso a las de alumnos cuya trayectoria avala sobradamente los buenos resultados.
Y me dirijo a la conciencia de todas aquellas academias y/o profesores particulares (yo he pertenecido a ambos sectores durante mucho tiempo) a las que solo les importa cobrar y que su “cliente” (mala palabra en el ámbito de la educación) apruebe y a ser posible con buenas notas, y están dispuestos a saltarse todas las normas éticas para conseguirlo aprovechándose de esta difícil situación que hace prácticamente imposible que los garantes de la justicia educativa puedan realizar su función.
Por supuesto que la gran mayoría de los profesionales del sector cumplen su trabajo con rigor y se preocupan de que sus alumnos aprendan y se desarrollen como personas, que es lo importante, y por eso es aún más injusto para ellos y especialmente para los estudiantes que se han estado dejando la piel trabajando durante estos complicados meses. Por eso debemos denunciar estas situaciones y no permitir que unos pocos manchen el trabajo que con vocación y dedicación (imprescindibles ambas) llevamos años realizando.
Como muestra los anuncios de “Se hacen exámenes on-line” publicados en conocidas páginas web y cuyo texto ataca directamente a la línea de flotación de nuestros valores educativos.
¿Qué educación vamos a proporcionar a nuestros jóvenes si fomentamos no sólo la falta de esfuerzo, sino la falta de respeto hacia los compañeros y compañeras que día a día han estado peleando contra esta situación para seguir adelante? ¿Dónde quedarán esas competencias sociales y cívicas, de iniciativa, de sentido crítico, de espíritu emprendedor,… de las que habla nuestra ley educativa?
Y lo que es peor: si esto se realiza con el conocimiento de los padres/madres, ¿qué valores pretenden inculcar?
No, no todo vale, y aunque el tiempo pondrá a cada uno en su sitio, deberíamos reflexionar como educadores acerca de las bases sobre las que queremos que nuestros jóvenes contruyan su futuro
Autor: Jorge Escribano Girona - Profesor Secundaria – Bachillerato - Granada
Comentarios
Un comentario en “No todo vale”
Marga
10 de junio de 2020 at 10:53
Totalmente de acuerdo Jorge, es indignante lo que ha pasado y los padres no se dan cuenta de lo que están enseñando a sus hijos. Todos los docentes lo hemos vivido y debemos hacerlo público