La noche de los cabellos plateados

Simple Minds aporta vitalidad y buen rollo, baile y una gran calidad musical en un excelente concierto en el ciclo ‘1001 Músicas – CaixaBank’

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Concierto de Simple Minds en el Teatro del Generalife en el cilo '1001 Músicas - CaixaBank' | Foto: Antonio L. Juárez
Juan Prieto
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Aún sin ser fan acérrimo del estilo musical que abanderan bandas como Simple Minds, gusta escucharlos de vez en cuando. Son un grupo que ha marcado una época, en su tiempo número uno en las principales listas mundiales. Son leyendas del pop rock británico y de algunas de sus variedades, como el llamado ‘new wave’. Con ese bagaje, hay una premisa: saben tocar en directo. Y eso ya es un punto a favor. Sea el género que sea, escuchar música en directo merece la pena siempre que los que estén encima de las tablas conozcan el oficio y sepan ejecutarlo. Resulta horroroso contemplar a la pingüe cantidad de artistas de renombre mundial que se presentan ahora en sus macroconciertos con música enlatada e, incluso, a veces, con playback.

Pero en el caso de los escoceses, además de impregnar ese ritmo alegre y vital que tanta energía positiva transmite, y de ese directo impecable, se da la inevitable circunstancia, para los que ya peinan canas, de que se convierten en una máquina del tiempo. Su presencia conlleva la nostalgia de rememorar esa añorada juventud que se desperezaba de una época gris y triste y desentumecía el intelecto, y la libido, para recibir nuevas influencias anglosajonas hasta entonces prohibidas. Por eso, al escuchar en el ciclo 1001 Músicas – CaixaBank’ en el Generalife la voz muy bien conservada de Jim Kerr, regresan flashes de hombreras, vestidos brillantes, grandes cinturones, corbatas estrechas de cuero, camisetas de rayas, chaquetas de pana y algunas crestas de colores. Libertad con guitarras eléctricas, teclados y sintetizadores.

Simple Minds siempre tiene un plus de añoranza. Para el autor de este relato, amante del cine, es ineludible no relacionar su sonido en la Alhambra con una película tan ochentera como ‘El club de los cinco’, que contaba con actores icónicos de la época como Molly Ringwald, Ally Sheedy, Anthony Michael Hall, Emilio Estévez o Judd Nelson. Este último protagonizaba al chico malo que, tras acabar con sus compañeros el castigo en el instituto, era besado por Ringwald -de la que todos los jóvenes de entonces estábamos enamorados- y cierra la película triunfante, con el puño en alto, mientras suena un himno generacional como ‘Don't You (Forget About Me)’, uno de los grandes éxitos de Simple Minds. Esa generación de jóvenes protagonistas de películas de adolescentes de esos años, como ‘La chica de Rosa’, ‘Juegos de guerra’, ‘Cortocircuito’, ‘La mujer explosiva’, ‘Arma joven’, ‘Rebeldes’ o ‘St. Elmo Punto de encuentro’, prometía conquistar Hollywood y se quedó anclada en aquellos maravillosos años.

Durante el concierto, entre las butacas del Generalife, se adivinaba mucho cabello plateado, pero un buen rollo enorme, con medias sonrisas permanentes en el rostro y muchas ganas de bailar, de cantar, de vitorear y de sentirse flipando en colores. Hasta hubo, como antes sucedía, un solo de batería antes de la traca final con las canciones más emblemáticas. Una noche guay del Paraguay entre colegas con ‘cantidubi’ de marcha aunque, eso sí, menos de dos horas de concierto, que los ‘bodys’ ya no son los de hace cuarenta años.