Olor a excrementos y fiestas continuas, el drama de Antonio con sus vecinos okupas
Un vecino del Realejo no puede soportar más el hedor que proviene del edificio anexo y denuncia que la situación se extiende por el barrio
Fiestas hasta la madrugada, malos olores, comportamiento incívico y falta de seguridad. Los vecinos del Realejo ya se han hartado de la situación que viven en su barrio día a día. Cada vez son más los edificios de las zonas colindantes a calle Molinos y el Campo del Príncipe okupados por individuos que no respetan las normas básicas de convivencia ni el descanso de los vecinos.
Uno de los primeros en alzar la voz ha sido Antonio López, residente en la misma calle Molinos, que puso el grito en el cielo a través de las redes sociales y pidió ayuda vecinal para hacer llegar su situación a todos los rincones posibles. Junto a su domicilio se han instalado un grupo de okupas que no tienen miramientos a la hora de realizar fiestas nocturnas, aunque ese no es principal problema con el que tiene que lidiar.
"La okupación que tengo aquí al lado es horrorosa. Es una sensación de falta de salubridad enorme, es una guarrería. Casi no se puede vivir", comenta Antonio a GranadaDigital mientras abre la ventana de la planta baja de su vivienda. Un hedor a suciedad y humedad invade la estancia en cuestión de segundos. "Es que huele, perdonen la expresión, a mierda", añade fuera de cámara.
Cuesta quedarse dentro con la ventana abierta más de un par de minutos. La cierra, pero el olor ya se ha establecido dentro. Antonio intenta eliminarlo con un ambientador en spray que tiene en un mueble cercano, lejos de eliminarse, ambos olores se mezclan cargando aún más el ambiente.
El día a día de este vecino ha cambiado desde entonces. Son ya más de ocho meses con esta situación: "Aquí tengo yo mi biblioteca, es donde yo bajaba a leer o a componer, pero ya no se puede soportar esto". Tras la ventana, la visión resulta desoladora. Un cobertizo apuntalado en varias zonas para evitar su derrumbe y una ingente cantidad de basura.
Entre los muchos escombros, que ya de por sí generan mucho polvo y suciedad, se vislumbran otros elementos que hablan de la dejadez de los okupas. Latas de bebida, antiguos bidones de pintura e incluso restos orgánicos que se van pudriendo con el paso del tiempo. A eso se le suma el poco descanso del que puede disfrutar durante la noche.
"Prácticamente un día sí y otro no tienen alguna fiesta. No respetan el descanso de los vecinos. Yo no me voy a meter en si necesitan o no un techo, pero que al menos respeten las normas de convivencia", cuenta y añade que la suya no es la única vivienda que sufre las consecuencias de esta escalada de la okupación del Realejo.
Paseando por el barrio se observan varios edificios poco cuidados. Algunos de ellos siguen vacíos, pero en otros ya han irrumpido los okupas: "La última casa que han okupado está en el 21 de calle Molinos y han pasado varios días de fiesta continua. Luego hay otra en la calle Rejas de San Cecilio... cada vez hay más por todo el barrio".
Antonio no es el único que se queja de la situación. Vecinos y comerciantes de la zona hablan de cómo ha ido creciendo la inseguridad en muchas de las principales calles. Denuncian, incluso, que tienen cierto temor a bajar con sus hijos al parque infantil que hay en el Campo del Príncipe por el menudeo constante de droga que hay en la plaza.
Se sienten desprotegidos por unos cuerpos de seguridad y unas instituciones que a nivel local no pueden tomar decisiones en el momento. "La concejala de Protección Ciudadana, Raquel Ruz, estuvo buscando soluciones. Intentó ver si el edificio estaba declarado en ruinas para tener una base legal con la que desalojarlos, pero no lo estaba", explica.
Antonio y el resto de los vecinos del barrio buscan una solución, aunque son poco optimistas. Tan solo un cambio en la legislación a nivel nacional podría obligar a los okupas a abandonar esos edificios. De momento, siguen aguantando la situación como buenamente pueden aunque el vaso de su paciencia está cerca del desborde.
Comentarios
Un comentario en “Olor a excrementos y fiestas continuas, el drama de Antonio con sus vecinos okupas”
Jose
16 de noviembre de 2021 at 11:33
Paso todas la mañana camino del trabajo sobre las 6:30 por allí, el pestazo, griterío y música a todo volumen de muchos días es insoportable y el olor a humo de algún tipo de brasero para calentarse viendo el estado del edificio, la verdad que hace pensar que algún día pase algo grave.